Y poco después, sentada sobre la tierra a escasa distancia del carruaje a la espera de que la visita terminara, unos pasos me alertaron enseguida.

—No parece tener un buen día. —El señor Nord se posicionó delante de mí y me extendió la mano para que pudiera ponerme de pie con su ayuda. Tomé su mano y tiré de ella despacio—. ¿Se encuentra bien?

—No precisamente —respondí afable—. Esperaba poder hablar con Jhüen un rato.

La comisura de sus labios se elevó en una media sonrisa. Aunque fue por un breve instante, noté cierto cambio en su expresión.

—¿Qué le hace creer que es Jhüen el que está adentro y no Jhören? —preguntó Nord.

Eso era curioso. Tampoco lo sabía, solo tenía el leve presentimiento de que era de ese modo.

—Solo lo sentí —comenté con sinceridad.

—Bueno, él espera hablar con usted también —dijo él.

—Sí es Jhüen, ¿o me equivoco?

—Depende de usted descifrarlo.   

Bajé la mirada al suelo sin tener nada qué decir. Jugueteé con mis dedos evidenciando mi inquietud.

—Yo... yo —comencé a decir con nerviosismo. No conseguía tranquilizarme o detener los movimientos de mis dedos—. Me pregunto si Sauto está bien —logré decir. 

Nord apoyó el peso de su cuerpo en un solo pie y, mirándome con detenimiento, me ofreció una respuesta corta.

—Él ha estado en mejores condiciones.

—Todos deben odiarme ahora, lo que le hice hacer no tiene perdón. —Cada palabra que salía de mi boca era apenas un susurro. Me sentía mal—. ¿Él... morirá? —pregunté con un nudo en la garganta.

Él volvió a reír.

—Se preocupa en vano por él.

—¿Por qué lo dice?

—Porque Sauto es egoísta, usted no podría haberlo obligado a hacer nada —me interrumpió, con mucha seguridad cargada en sus palabras—. Eso es un hecho —agregó, luego prosiguió—: Que se culpe o se lamente no podrá cambiar el curso de la situación. Enfóquese en lo que hará de ahora en adelante, preocuparse por el bienestar de Sauto será pérdida de tiempo, así de simple. 

Sus palabras me sorprendieron, la crueldad con la que se expresó dejaba mucho que desear. Estaba atónita. Necesitaba disculparme, quería decirle que estaba más que dispuesta a hacer algo para devolver el favor. Sauto fue a buscar la medicina de don Florentino debido a una promesa que me hizo. ¿Por qué no estaba él enojado conmigo? ¿Por qué el señor Nord tenía esa actitud con Sauto? ¿Por qué se preocupaban por mí y no por él? ¿Por qué trataban de consolarme cada vez que podían? ¿Por qué parecía saber más de mí que yo misma? ¿Por qué las cosas tenían que ser así?

Tenía la impresión de que esperaban grandes cosas, cosas a las que yo no sería capaz de alcanzar ni aunque tuviera una tremenda fuerza de voluntad.

—¿Por qué no lo haría? —inquirí con la voz quebrada. Alcé la mirada a su rostro y me atreví a mirarlo con mis ojos ya húmedos por la conmoción—, si por mi culpa él está así —añadí—. ¿Por qué usted y Jhüen son buenos conmigo? ¿Por qué no me preguntan qué hizo Sauto para terminar así? ¿Por qué no me preguntan la razón de que él llegara a ese extremo? ¿Por qué no me culpan? ¿Por qué?

—¿Por qué, dice? —Él soltó una risa burlona mientras sostenía mi mirada—. ¿Por qué preguntar algo que sabemos? ¿Por qué enojarnos de las decisiones de un hombre que es consciente de sus actos?

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora