27. Un nombre repulsivo

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—¿Le gusta? —preguntó.

—Sí, gracias —contesté.

—Pediré que recojan todo esto si ya terminó.

—No. No. No —dije repetidas veces, sorprendiendo a Sauto.

—¿Seguirá comiendo?

—No es eso.

—¿Entonces?

—No me gustaría desperdiciar la comida, ¿podría quedármela?

Él no parecía convencido por mis palabras, su rostro girado en mi dirección se mantenía inmóvil y ladeado. Él no objetó ni aceptó, solo se mantuvo en silencio por un buen rato.

—Puede hacer lo que quiera.

—Gracias. —Tragué saliva. Reposé ambas manos sobre mis piernas debajo de la mesa, sopesando una forma de preguntar el asunto que don Florentino me comentó antes. Sauto se mantenía quieto en su sitio, parecía no estar dispuesto a hablarme o aclarar las dudas que acechaban mi mente. Quería preguntarle tantas cosas, pero sin saber por dónde empezar o cómo hacerlo. Tampoco deseaba retractarme sin intentarlo siquiera.

Pero él me robó el momento al adelantarse a hablar.

—Soy un hombre de muy poca paciencia —empezó a decir—, seré tan claro como pueda.

Asentí.

—Como se habrá dado cuenta, estoy bastante disgustado. ¿Imagina cuál es la razón? —Sacudí la cabeza en negativa. Él prosiguió con calma—. No entiendo su persistencia al venir a este mugroso lugar o por qué se niega a partir conmigo. Lo peor de todo es que usted acepta los hechos que cometen en su contra, ¿y si no hubiese venido? ¿Se moriría de hambre?

—Es culpa mía por dormir hasta tarde.

—Eso no es excusa. Podré ser severo con las personas que osan desobedecerme, pero... ¿hacerlos pasar hambre?

—No cometeré el mismo error...

Furioso, él golpeó la mesa con ambas manos. Me exalté ante su cambio brusco de actitud. Hasta ese momento no me había percatado que en su hombro derecho seguía descansando el pequeño gato blanco, que salió saltando al suelo por el ruido, estremecido. Maulló y se alejó de él.

La respiración de Sauto comenzó a aminorarse. Soltó un suspiro y siguió.

—Rías es espacial, no puedo dejarla ir —habló él. Sus palabras fueron un golpe a mi corazón. Sin dejar de observarme, prosiguió—. No me interesaría si fuese otra mujer, me importa muy poco la vida o los sentimientos ajenos; pero si algo no soporto, es que traten mal lo que me pertenece. Habla mal de mí.

Bajé la cabeza y miré mis manos.

—¿Por qué está aquí realmente? —pregunté entonces, demasiado dolida para mirarle su rostro—. No creo que usted o cualquiera de sus secuaces en el castillo puedan entender mi desdicha. ¡Es asfixiante vivir en el castillo! Prefiero este mugroso lugar donde puedo vivir con personas que me aprecian por lo que soy y no por lo que sufrirán si no fingen ser amables conmigo.

Parte de su rostro tembló ante mis palabras, como si comprendiera y cediera, pero no lo hizo.

—No querrá que le recuerde que pagué por usted, ¿o sí? —Él se rio—. Su cuerpo me pertenece y tengo todo el derecho de hacer con el todo lo que se me plazca. Además —añadió—, ¿no estaba ansiosa por ser desposada?

Silencio.

—Eso era antes —musité, rendida.

—¿Qué cambió?

—Conocí a Lorenzia y a don Florentino... también las palabras de Jhüen hicieron que cambiara un poco mi forma de pensar.

—Hum —murmuró—. ¿Quiere ser libre?

Asentí.

—Si usted puede hacer algo por mí, prometo que olvidará mi rostro y todos los malos momentos que mi familia le ha hecho pasar si lo hace, incluso no recordará las circunstancias que llevó a conocernos.

—¿Cómo haría eso?

—En un mundo donde los monstruos y las bestias existen, no creerá que algo tan simple como eso resulte imposible de llevarlo a cabo... ¿o sí?

No respondí. No sabía qué decir, pues no creía que fuese posible. Creía en la existencia de las bestias, pero no de más absurdidades que mi mente no llegaría a comprender.

—¿Qué necesita de mí? —dije finalmente, accediendo a regañadientes su petición, mis opciones habían sido nulas desde el principio.

—Algo que solo Jamilé podría darme. No será difícil.

Él se levantó de su asiento. Sin despedirse, él me dejó sola en la pequeña casa. El gato blanco que se había esfumado en algún rincón, apareció de forma repentina y siguió a Sauto, maullando.

Solo me quedé en silencio, sin saber qué hacer o cómo responder a eso. Algo que solo Jamilé podría darme. ¿Qué era eso?

¿Por qué me llamaba Jamilé?

¿Por qué?

Ese nombre se sentía tan repulsivo cuando lo pronunciaba... y no sabía por qué. 


Nota: 

¿Team Jhören?

¿Team Sauto?

¿Team Jhüen?

¿Ninguno?

¿Otro?

Todos saluden xD


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Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora