Gael apareció y tomó su mano, impidiendo esa acción.

—Insisto, amo —expresó con el temor en su voz—. Castígueme, golpéeme si eso aplaca su enojo, pero no le dejaré retirar la venda.

Jhören rio.

—Está bien.

Volvió a apartar su mano bruscamente. Caminó en mi dirección y apareció frente a mí en un parpadeó. No tuve tiempo para reaccionar ante su cercanía. Una mano se colocó en mi cintura, la otra elevó mi barbilla al aire, obligándome a ver su rostro bello.

—¿Jamilé? —cuestionó. Su voz era suave y gentil.

Mi respuesta fue inmediata.

—¿Si?

Él sonrió.

—Lo sabía —dijo él—. Lo temía.

De nuevo, esa sensación de haber experimentado algo similar volvió a sofocarme. Desconocía dónde provenía estas emociones que hizo brincar mi adormecido corazón. La nostalgia, la tristeza y el horror que sentí en las bestias de pronto cobraron sentido por un breve momento.

—Sauto... —Ese nombre parecía lo correcto; Jhören ahora se sentía como una pieza que no encajaba.

¿Por qué?

—Eso es.

—Sauto —repetí.

—Márchate, por favor.

Posé mis manos sobre su pecho, sintiendo a través de la prenda el latido de su corazón.

—¿Por qué?

—No es seguro. Confía en mí, confía solo en mí.

Miré a otro lado, luego volví a verlo.

—De acuerdo.

Él sonrió. Acarició mis mejillas suavemente, repasó el contorno de mis labios con su pulgar, y se acercó a dejarme una lamida en el mismo lugar que la última vez.

—Gael te protegerá.

—Yo... no entiendo nada.

—Lo sé, lo sé.

—No me dirá lo que sucede, ¿cierto? —pregunté, sabiendo que la respuesta era demasiado clara.

—No estés triste. Todo estará bien. —Él deslizó su mano izquierda entre mi cabello y la otra alrededor de mi cintura, atrayéndome a su lado. Me abrazó con fuerza, con demasiada fuerza a decir verdad. No tenía idea por qué.

—Es hora de volver, amo.

—Gael estará contigo —comentó. Sonriendo con tristeza, él agregó—: pero... sigue negando a los monstruos con todas tus fuerzas. No importa lo que escuches, veas o sientas, niégalo. Los monstruos son peligrosos, no lo olvides.

—¿Qué significa? ¿Por qué me lo dices?

Susurrándome en la oreja, murmuró despacio, lento, como si pronunciar esas palabras le resultara difícil. Parecía no querer hacerlo.

—Sigue negando mi existencia. —Me apretó a su cuerpo una vez más—. Márchate. Márchate. Márchate.

Cuando se alejó, noté que su expresión se volvió inexpresivo y frío. Durante un breve lapso, me sentí aturdida y embelesada. Cuando recuperé la lucidez, estaba frente al castillo nuevamente, sentada y con Gael a mi lado.

—¿Puedo irme a mi habitación? —pregunté.

No sabía si se debía a los desvelos y las malas noches que había estado teniendo en los últimos días, pero un extraño sueño me invadió con demasiada intensidad.

—¿Qué sucede? —Gael preguntó sin emoción verdadera en su voz. 

—Nada malo.

No había nada malo. Solo quería dormir, alejarme... marcharme. Necesitaba marcharme. 


***

Por favor, por favor, por favor, no olviden este capítulo. 

Bueno,  le pidió que se marchara y que negara la existencia de los monstruos, eso es todo.

Bueno,  le pidió que se marchara y que negara la existencia de los monstruos, eso es todo

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Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora