Capítulo 86

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Mientras estoy sentada, observo a cada guardia y a aunque parece que son muchos, solo hay cuatro.
Y hasta eso no todos son asesinos de él. Algunos son de palacio y eso explica un poco como es que pudo mantenerse en la clandestinidad.

Thabit se ha ido con dos guardias y sumando a los cuatro que permanecen aquí, son seis en total.

—Estas muy silenciosa, princesa —me obligo a poner mi atención en Dareh con una expresión hastiada.

—Dado que tú sigues en mis tierras y yo no puedo estar calientita y feliz en mi cama con mi hijo, me temo que esa es la mejor expresión que vas a obtener de mi.

—No debes de preocuparte mucho más. Si todo sale bien y el mensajero de Tarik cumple con lo que le fue asignado, yo estaré saliendo a primera hora y tú tendrás a tu precioso hijo entre tus brazos.

Vuelvo a poner mi atención en otro lugar, ignorando deliberadamente a Dareh cuando intenta volver a entablar conversación.

Después de estar un rato en esta habitación aprendí a controlarme. No puedo mostrar indicios de desesperación, pero eso es lo que gritan mis huesos que haga al ver que no sucede nada y Thabit ya se ha tardado.

—Tengo que ir al baño —me levanto y miro a Dareh quien se encuentra hablando con un guardia y al escucharme, se detiene.

—Por favor, alguien lleve a la dama a hacer sus necesidades —uno de los guardias se me acerca pero no dejo que me toque cuando lo intenta.

—Puedo andar sola —le gruño con una sonrisa salvaje y dejo que él comience a caminar.

Por el camino voy encontrando algunas piezas de bloque derruido que podrían servirme para dar un buen golpe pero no demoro mucho mi atención sobre estas.

No quiero llamar la atención sobre esa nueva arma que podría tener si tan solo tengo la más mínima oportunidad de poder empuñar, así que simplemente me obligo a mirar todo con desinterés mientras continuamos caminando. 

—En esa habitación —me señala el guardia, deteniéndose—. Si tardas mucho sabré que algo no está bien y tendré que entrar.

No digo nada y simplemente entro y miro la habitación.

Bueno, debo agradecer que el baño está... limpio y tenga agua.
Mientras hago, mi pie se topa con una piedra y una parte del suelo se desprende revelando un pequeño cuchillo. No es ni del tamaño de mi dedo medio, pero es perfecto. Puedo esconderlo en cualquier lugar.

Cuando escucho pasos acercarse pongo todo en su lugar y termino y antes de que el guardia abra la puerta, lo hago yo.

—Date prisa —me gruñe para después alejarse.

Le sigo mientras trato de buscar algún lugar en donde enterrarle el pequeño cuchillo, pero no logro encontrar un lugar adecuado. Todo parece demasiado..., protegido y para nada sensible y verdaderamente mortal.

Cuando doblamos por otro pasillo que no es por el que llegamos, veo lo que parece ser una pieza de cerámica intacta en el suelo empolvándose.

Me detengo gradualmente y cuando mi guardia dobla la esquina me acerco y lo tomo.
Lo acomodo en mis manos y cuando escucho pasos volviendo, alzo sobre mi cabeza la pieza y nada más ver una mata de pelo, la estrello contra esta.

—¡Por los dioses! —mi víctima suelta un quejido mientras se agarra el área afectada—. ¡¿Qué, por todo lo sagrado que existe, te sucede?!

Cuando quita las manos mi rostro se drena de sangre mientras miro a Tau.

—No sabes cuánto lo lamento —dejo caer lo que queda y me acerco hasta él rápidamente—. No sabía que eras tú el que venia. Esto se supone que era para mí guardia. ¡Demonios!

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora