Capítulo 31

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Alzo la mano y con esto la chica deja de abanicarme.

—Gracias —miro hacia el área de entrenamiento esperando alguna señal de Tau para ver si va a decirme algo sobre el plan que tiene, pero por el momento no hay nada.

Cuando me hastío de estar parada con el calor sofocante y sin recibir tan siquiera una mirada de Tarik, regreso al palacio pero cambio de parecer y decido ir a buscar a Zaybe.

—Vamos a salir —lo encuentro fuera de mis aposentos y tras un simple asentimiento entro par cambiarme.

Sustituyo las finas telas que llevo y tras colocarme algo que se parece a lo que solía usar cuando me encontraba con Zaybe y Aris me reúno con el chico.

Caminamos tranquilamente por las calles bajo el sol sin ningún contratiempo y cuando llegamos a los lindes del área pobre de Egipto busco a los niños entre las sombras donde se que se están resguardando del sol.

—¿Zaya? —al escucharlo volteo entre escombros y de ellos veo salir a Bel—. ¡Oh, Zaya!

El rostro de la niña se ilumina con una sonrisa y cuando está cerca veo sus ojos anegados en lágrimas con las mejillas llenas de tierra y suciedad.

—Debes ayudarme, por favor —solloza cayendo en mis brazos—. Es Seit, hace dos días enfermó y no ha tenido mejora... intente buscar ayuda, pero nadie me la da a menos que le dé dinero y nosotros no tenemos. Por favor, tienes que salvarlo.

—¿Dónde está? —le pregunta Zaybe y tras señalar el montículo por donde salió, el chico se apresura a ir.

Calmo y limpio un poco a la niña y cuando se ha tranquilizado veo salir a Zaybe con el niño en brazos.

—Esta muy enfermo —niega con la expresión sombría—. Necesita ayuda, y rápido.

—¿Dónde está Imogen? —miro a mi alrededor en busca de la niña por no la veo por el lugar.

—Se ha ido con un chico de las colonias a buscar ayuda en cuanto empeoró —Bel hipa al hablar—. Se fue hace unos minutos.

—En cuento aparezca dile que los reúna a todos —me acerco a Zaybe y envuelvo al niño en mis vestiduras—. Manténganse en la sombra, me llevaré a Seit.

—En verdad gracias —solloza nuevamente tomándome con su pequeña mano mi brazo—. Sálvalo, no dejes que nada le pase.

Asiento sin ninguna palabra y bajo los fuertes rayos del sol llevo lo mejor que puedo a Seit.

—¿Con quién piensas llevarlo? —me da alcance Zaybe y juntos nos movemos entre las calles—. Tu casa queda muy lejos en estas condiciones y no creo que algún curandero quiera ayudarnos. No sin exigir un pago.

—No pienso acudir a un curandero en este caso —le miro con preocupación—. Si no nos apresuramos a llegar a palacio, el niño morirá.

—Te meterás en muchos problemas, Zaya.

—No voy a dejar morir a este niño, no cuando puedo salvarlo —digo con convicción apresurando el paso—. No importa en qué problemas me meta, no lo dejaré morir.

Cuando los cimientos del palacio comienzan a entrar en mi campo de visión, mandó a Zaybe a adelantarse a buscar a un sacerdote.
Tras pasar al guardia de la puerta voy lo más rápido a mi habitación y ahí depósito al niño de dos años sobre mi cama y busco trapos con los que limpiarle.

—Necesito que lo veas, ahora —la orden sale tensa y el sacerdote parece dudar—. Por favor...

—Esto llegará a oídos de su alteza y se meterá en serios problemas muchacha —se acerca poco a poco y cuando está lo suficientemente cerca de Seit, comienza a examinarlo—. Esta muy débil, si no lo llevo al templo en donde tengo lo necesario para curarlo, perecerá esta misma noche.

—Haga lo que tenga que hacer —la voz me tiembla y siento un nudo en la garganta—. Vayan pues.

Zaybe se lleva a Seit entre sus brazos y sigue al sacerdote. Sé que en cualquier momento llegara a oídos del faraón y prefiero recibirlo yo sola a arrastrar a Zaybe conmigo quien puede cuidar de Seit en estos momentos. Simplemente espero que los dioses se apiaden del alma del pobre niño y pueda salvarse porque si no lo logra, no podré soportarlo.

Veo como el sol va ocultándose poco a poco y la ansiedad ya no creo poder soportarla más. No he sabido nada del progreso de Seit ni el de Zaybe a quien le encargue un asunto muy importante.

—En verdad estás muy ansiosa mi niña —Henutsen aparece con una bandeja en donde veo dos copas—. Escuché que has ordenado a uno de los sacerdotes curar a un niño que has traído.

—¿Sabes algo de él? —me apresuro a preguntar pero mi nana niega.

—Debo decir que tengo curiosidad —sonríe depositando la bandeja sobre mi mesa—. ¿De dónde lo sacaste?

—Cuando me escapaba, Aris me llegaba a ver a los niños de su comunidad —le explico—. Ellos viven en las condiciones más precarias que te puedas imaginar, Henutsen. Y hoy que he ido a verlos, me he enterado que el niño ha estado enfermo por dos días. No iba a dejar que muriera, no si está en mis manos el ayudarle.

—Aunque eso te traiga consecuencias —no digo ninguna palabra ante eso y no es necesario ya que continúa hablando—. Tienes un gran corazón mi niña, en verdad Tarik no te merece.

—¿Por qué dices eso? —frunzo ante lo último.

—Porque sé que te vas a casar a la fuerza y al hacer lo que has hecho hoy te has ganado el respeto de varios del palacio quién prefieren a Tau como candidato para pedir tu mano —sonríe tendiéndome una copa—. Todos conocemos la fama y poco tacto del segundo príncipe y eso no es lo que queremos para ti. Puede que parezca el despreciado y olvidado de la familia real, pero en verdad es un desgraciado. Es una cobra real con piel de gusano de seda. Pero se necesitaría un milagro para que lo saquen del poder ahora que se apoderó del trono y va a ser otro problema el que logren darle fin.

Me quedo sorprendida ante la opinión de Henutsen y me maravilla que muchos aún consideren a Tau como su futuro faraón, pero a pesar de esto se me es imposible no pensar en Seit.

—Tranquilízate mi niña —sonríe acariciando mi mejilla—. En unos momentos iré a ver al niño, pero te aseguro que estará bien.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora