Capítulo 2

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No fue necesario que ninguno de nosotros bajara de las bestias ya que nada más entrar a palacio rápidamente fuimos llevados en caravana por el pueblo.
No se si sentirme agradecida o mortificada al ver mi elefante detrás de los elegantes y enormes elefantes enjoyados de la familia real.
No distingo a ninguno de mis amigos o familia a mi alrededor y el elefante más cercano al mío va cerrado completamente. Su ocupante en ningún momento sale a saludar y ya que no quiero ser vista por la gente de las calles y tampoco me encuentro interesada, no me preocupo por aparecer por mis telas.

Desde la comodidad y el anonimato otorgado por mi refugio, puedo observar las calles tranquilamente.
Reconozco algunos de los callejones por los que me paseo por la noche con Zaybe y Aris y se que en algún lugar entre toda esa gente adorando y gritando llenos de gozo por el regreso del príncipe se encuentran escondidos hurtando los bolsillos de los más acaudalados.
Debo de mantenerme bien oculta y no llamar tanto la atención y menos la de mis amigos. Ellos no saben que soy parte de la sociedad que ellos tanto odian y mucho menos que mi familia es una de las favoritas del faraón.

Ellos simplemente piensan que soy otra niña más de las calles que lucha y hurta para poder conseguir un poco de comida, y varias veces he querido contarles sobre mi posición, pero tengo miedo de que cuando lo sepan, comiencen a verme como a los clase alta y en verdad no quiero eso. Ya tengo suficiente con lo que sufro en casa con los criados y con mi madre.
Tengo la suerte de que Adio y Henutsen sean uno de los pocos que en verdad me tratan con normalidad.

El sol está en su máximo esplendor y no veo hora para que todo está termine. En verdad me apiado de las personas que están en las calles, si estuviese bajo los implacables rayos de este sol, para estos momentos ya tendría la piel irritada, y puede que las telas me protejan de los rayos, pero de lo que no me protegen es de la lluvia.
A mitad de recorrido cae una lluvia torrencial y lo que quedaba de espectadores desaparecen dejando la mayoría de las calles limpias. Alguno que otro sigue bajo la lluvia, pero tampoco espero que duren mucho.
Mi vestido se pegaba a mi cuerpo y como no es mucho lo que cubre, pronto quedo tiritando.

—Alteza —estas son las primeras palabras que escucho al descender del elefante con la ropa empapada.

Mi madre esta inclinada de una manera tan exagerada que parece que va a tocar el suelo. Me inclino de un modo no tan grotesco como lo hace ella pero no puedo evitar enderezarme rápidamente.

—Ahmose —el faraón pronuncia el nombre de mi madre y esta gustosa se levanta con una enorme sonrisa.

—Alteza —vuelve a repetir y me pongo tensa al ver que me echa una mirada rápida y por la mueca que hace, sé que no le complace mi aspecto—, mi familia se siente muy honrada por esta gran oportunidad y exclusividad al dejarnos participar el día de hoy.

—Tonterías, ustedes tan solo son grandes amigos de la corona —sonríe—. Es lo mínimo que puedo hacer por ustedes en agradecimiento por todo lo que hacen por mi reino.

—Es usted tan considerado —algunos guardias están cerca y entre ellos distingo a uno que otro chico que antes trabajaban para la familia de Cadmus.

—El clima va a empeorar alteza —su consejero se acerca a nuestro espacio interrumpiendo la plática de mi madre quien no parece contenta con esta nueva distracción—. Será mejor que no hagamos esperar...

—Tienes razón —sonríe ampliamente—. Por favor entremos, todos aguardan mi llegada. Y por favor, alguien lleve a la dama a cambiar sus ropas.

El faraón comienza la caminata al frente y tras mirarme con reproche, mi madre le sigue de cerca.

—Por aquí, por favor —un guardia me lleva por otro camino y tras suspirar le sigo.

La estancia es enorme y tras pasar algunos corredores con vistas espectaculares,  ya he quedado maravillada.
Por dónde venimos se escuchan algunas voces y al momento de doblar por una esquina con un enorme pilar adornado de manera exquisita, nos topamos con dos jóvenes.

—Al... —uno de los guardias comienza a hablar pero cuando uno de los chico alza la mano, este se detiene.

El otro joven sigue su camino sin dirigir una sola mirada en nuestra dirección y por la armadura sé que se encuentra en una posición alta en el ejército.

«Si tiene el poder para hacer callar a un guardia debe de ser hijo de algún político muy cercano al faraón.»

—¿A donde llevan a esta señorita? —su voz es suave pero firme.

Llena de poder. Y es en verdad hermosa.

—Tenemos órdenes de llevarla a cambiar sus vestiduras —el chico me recorre con la mirada y siento la piel arder bajo esta.

—Yo me encargo de ella —los guardias están a punto de replicar pero no tienen ninguna oportunidad de hacerlo puesto que me toma del codo y me lleva por el pasillo por donde acaba de aparecer.

—Pero señor, su padre...

—No tardaremos demasiado —se limita a decir y es cuando por fin me dejan ir.

No puedo evitar mirarlo con extrañeza ya que lo que acaba de suceder no es normal. Ni siquiera para el palacio.

—¿Cómo te llamas? —su tono se ha suavizado y ahora es más amable que autoritario pero aún así no desaparece.

—Zaya, de la casa de los...

—Ah, la belleza del Nilo —abro los ojos sorprendida al escuchar el significado de mi nombre.

Ninguna de las otras familias sabe el nombre de las flotas de mi padre, ni siquiera saben sobre el verdadero significado, y este extraño viene y lo dice como si fuera algo de conocimiento común. Interesante.

—Tu mercancía es preciosa, y en verdad debo decir que le hacen justicia al nombre de la embarcación —sonríe deteniéndose en una puerta—. Y debo decir que tú le haces justicia también a ese nombre. Debes estar orgullosa.

—¿Quién eres tú? —suelto la pregunta pero no me arrepiento. Necesito saciar mis dudas.

—¿No sabes quién soy? —parece en verdad sorprendido pero esta emoción no permanece mucho tiempo y es reemplazada por una enorme sonrisa.

—Soy un erudito. Un simple aprendiz —me responde empujando la puerta.

—Un aprendiz que le da órdenes a los guardias y entra a habitaciones en la casa del faraón.

—Se puede decir que soy un aprendiz con muchos beneficios.

Entra a la habitación y esta está llena de varios baúles y cosas preciosas por todos lados.

—¿Cómo te llamas? —se mueve por la habitación y veo cómo busca entre las cosas—. Tú sabes mi nombre, es justo que yo sepa el tuyo.

—Mi nombre no importa —las palabras me llegan amortiguadas cuando se inclina y busca en un baúl pero aun así le alcanzo a oír.

—Claro que importa tu nombre...

—Muchos me llaman Menes.

—¿Cómo uno de los grandes faraones?

—Sí —su sonrisa no ha flaqueado ni un solo segundo. Por lo dioses, a mí ya se me hubiera dormido las mejillas de sonreír tanto.  Mientras veo como busca algo, miro la habitación y veo exquisitas telas alrededor —. Muchos dicen que tengo su carácter y ambición. Y creo que esto es de tu medida. Será mejor que te cambies sino ambos nos meteremos en grandes problemas por haber desaparecido, y creo que no quieres eso, ¿o sí?.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora