Capítulo 42

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—Entonces... —sonríe Tau mientras acaricia el pelaje de Stet tranquilamente,  quien decidió aparecer por fin—. Te gustan todos los colores menos el rosa.

—Así es —asiento y suspiro al ver el atardecer—. Bueno, en si no odio el rosa completamente. Me gusta el tono de rosa que toma el cielo al amanecer. Es simplemente glorioso.

—Le vendería mi reino a quien sea sólo por verte sonreír siempre así.

—¿Por qué a quien sea? —alzo una ceja divertida mirando su semblante tranquilo—. ¿Qué te hace pensar que tú no me provocas estas sonrisas?

—Porque son demasiado bellas para alguien como yo.

—Serían demasiado bellas para ti sí fueras como tu hermano —gateo por la cama hasta él con una sonrisa en mis labios—. Pero son perfectas para ti. No eres malo Tau.

—Pero he hecho cosas de las cuales me avergüenzo y me dan tanta rabia cuando pienso en ellas... —sin que lo diga sé que en verdad lamenta los azotes que me dio en la plaza.

—Nadie está libre de pecado —sonrío tomando su mano enlazando mis dedos con los suyos—. Ni siquiera yo. No te tortures por eso Tau. Lo que sea que cometiste, estoy segura de que había un gran motivo detrás. No te tengo miedo, yo te amo por lo que eres, no por lo que hayas hecho.

—Pero...

—No dudes de mi amor —toco su mejilla con mi mano libre y mi corazón hace una pirueta—. Si ese es el caso, podría hacer un millón de cosas para convencerte de el.

—Yo...

Me acerco lo suficiente para colocarme sobre su regazo y me maravillo al sentir su respiración dispararse cuando tomo entre mis manos su rostro y comienzo a besarlo con ternura.

Escucho como suspira tras lo cual me sigue el beso mientras siento sus manos y dedos a lo largo de mi cadera haciendo cosquillas.
Me pego más a él permitiéndole que nuestras lenguas se encuentre y lo escucho soltar un gemido ahogado mientras lentamente me recuesta sobre las mantas y a mi memoria acuden las veces en las que nos encontrábamos en su habitación.

—Te quiero tanto —susurra contra mi cuello y nunca en mi vida había deseado tanto quitarme la ropa y los pesados collares que no me dejan disfrutar de la sensación completa de sus labios contra mi piel. Nunca había anhelado tanto algo—. Eres lo más bello y puro que he tenido en mi vida y cuando tú llegaste... nunca creí que podía volver a sentirme bien, no desde de la muerte de mi madre.

—Nunca más estarás solo —aseguro mordiendo su lóbulo siguiendo un camino hasta su barbilla donde el ligero rastro de su barba hace cosquillas—. Siempre me tendrás aquí para ti.

—Ya no veo hora de que termine el mes —siento sus callosos dedos por mi espalda baja encendiendo cada terminación, cada nervio revolucionando y cada parte de mi cuerpo volviéndose muy consciente del suyo...

—Mi niña —escuchamos al abuelo detrás de la puerta y en un abrir y cerrar de ojos me bajó de Tau mientras esté toma distancias justo cuando el abuelo entra—. Qué bueno que siguen despiertos. Les he traído un poco de esta bebida que es de lo más delicioso. Creí que podrían estar sedientos. Nunca se sabe porque los jóvenes de ahora cuando están solos tienen una necesidad primitiva de agua. Más después de estar horas y horas...

—Gracias abuelo —sonríe Tau interrumpiéndolo y noto un leve rubor en sus mejillas y se que yo no estoy libre de el—. Estábamos... apunto de ir a buscar algo de beber y comer.

—Ya lo creo, hijo —sonríe y un criado entra dejando una bandeja en la mesilla que está en la puerta—. Espero que disfruten el sabor y la frescura. Nos vemos mañana.

—Adiós —susurro y la puerta se cierra.

Miro a Tau y nos invade la risa.

Para no sucumbir a la tentación, me levanto y agarro un vaso el cual lleno con el contenido de la jarra.

Tomo un sorbo y alzo los ojos admirada por lo delicioso que está.

—Debes probarlo —le tiendo mi vaso pero Tau niega y se acerca a servirse el mismo.

Me acomodo esta vez en el sillón que está cerca de la entrada de la alcoba mientras bebo de mi vaso.
Veo a Tau beber del suyo y antes de que termine el mío, comienzo a adormilarme.

—¿Te encuentras bien? —escucho a Tau y al mirarlo lo encuentro con el ceño fruncido.

—Sí —sonrío y miro mis dedos algo borrosos—. Supongo que solo me ha dado sueño.

—Eso es bueno —se acerca y hago un espacio para que se siente.

—Estas muy lejos —me muevo más cerca de la orilla poniéndome de lado para que Tau pueda acomodarse.

Cuando quedamos encajados, recuesto mi mejilla contra su pecho y termino mi vaso.

Siento sus dedos sobre mi corto cabello mientras miro embelesada la noche.
Escucho que Tau comienza a decir algo, pero antes de que pueda procesarlo, ya estoy sumergida en el sueño.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora