Capítulo 28

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—¿Dónde estuviste? —Tarik entra en la sala de estar moviendo un poco los jarrones.

Y veo que por los pelos uno se salva de terminar en polvo.

—Buenos días para ti también —sigo pintándome mientras Henutsen arregla las cortinas para que entre luz, callada como una tumba—. Me alegra tanto verte, ¿qué te trae por aquí?

—¿DÓNDE RAYOS ESTUVISTE A NOCHE? —al mirarle lo encuentro coloreado y para que no se coloree más, tengo que interrumpir mis pinceladas.

—Salí a caminar por la cuidad con Henutsen —alzo una ceja con la boca en línea recta—. ¿Tienes algún problema con que yo salga? ¿O también por eso me van a matar?

—No llegaste a dormir —ignora mis palabras y no deja de mirarme con los ojos locos.

—Ya era noche y la verdad no quería estar con alguien en ese momento —vuelvo a retomar mis cosas y continúo —. Si te molestó, lo lamento, pero yo también necesito espacio y no obedezco las órdenes de alguien que intenta reprenderme.

—No quiero que se vuelva a repetir.

—Si vas a estar con tus cosas no estoy de humor en estos momentos —me levanto de la silla y veo a Henutsen recoger mis cosas—. Tengo que atender un asunto.

Dejó gritando a Tarik en mi habitación mientras me voy muy lejos del neurótico de mi prometido.

El día fue un borrón y la noche ya está presente.
El día fue agotador y en verdad lo único que quiero es meterme en la cama y no saber nada más.

—Mañana iré a visitar a los niños —le informo a Zaybe quien apareció de la nada mientras termino de trenzarme el cabello.

—Pero que agradable sorpresa —Tarik entra y Fraya mi dama al igual que Zaybe tiene que detenerse y doblarse en una reverencia la cual yo no dejo que hagan y sin embargo tiene que rendírsela al vástago de Nea—, pero a pasar que me alegra verlos aquí, me gustaría mucho que me dejen a solas con la princesa.

—Claro alteza —veo como desaparece seguida de Zaybe pero a pesar de que se veía muy serena noto cómo le tiemblan las manos.

No creo poder imaginar los horrores que ha pasado a manos de esta familia. Si es que llego a salir viva de esto, si tengo que sacarla a escondidas, lo haré.

—Debo decir que ese camisón te sienta bien —comienza a quitarse la túnica y las joyas y trato de aplacar el repentino pánico.

A veces algunas cosas nunca cambian.

—Que tengas una bonita noche —continuo mi camino y escucho la risa de Tarik.

Le ignoro y al abrir la puerta me quedo sin habla.

—¿Dónde está mi cama? —tartamudeo.

—Mi madre la necesitaba así que se la llevó, además ya pensaba sacarla —las manos comienzan a temblarme y tengo que cerrarlas en puños para que no se note tanto—. Ya es hora de que mi prometida duerma en la misma cama que yo.

—Que yo sepa, eso no sucede hasta que nos casamos, cosa que claramente no ha sucedido.

—Así es, pero por ciertos motivos esa pequeña norma por llamarla así, se puede pasar por alto.

—Si tienes miedo de que alguien entre por la noche y me mate, creo que debería de alegrarte en vez de preocuparte —escupo—. De todos modos no podrían hacer nada con Stet.

—Se que estás segura en esta habitación y no dudo de que Stet pueda protegerte, lo que me preocupa es que alguien pueda entrar y meterse entre tus piernas —al escucharlo abro los ojos y le miro incrédula.

Este sentimiento se transforma en indignidad y esta da paso a la cólera.

—¡Eres un maldito cretino! —le lanzo lo primero que encuentro que es un jarrón y sé que es algo hipócrita que reaccione así, pero si lo dice es porque sospecha de algo—. No quiero dormir contigo en la misma cama.

—No tienes otra opción, querida.

Estas son la ultimas palabras que me dirige antes de continuar desvistiéndose.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora