Capítulo 83

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Golpes y gritos me sobresaltan, despertándome.

Me muevo a un costado y al poner los pies sobre el suelo siento un líquido caliente y pegajoso en mis pies.

Al alzar un pie me toco la planta y al levantar los dedos veo horrorizada que es sangre.

Sigo el camino de sangre y veo que proviene del lugar en donde se encuentra Todd.
Me acerco rápidamente resbalando un poco con un nudo en la garganta pero al estar lo suficientemente cerca, el lugar lo encuentro vacío.

Todd no está.

Estoy a punto de gritar por ayuda, pero una sombra se mueve al fondo de mi cortina, llamando mi atención.

Tengo la garganta seca.

No aparto la vista y con pasos lentos y el corazón bombeando muy rápido, me acerco a la pequeña cómoda que tengo a un costado.

—Si fuera tu, yo no lo haría —la voz es profunda y tiene un acento... peculiar.

Estoy a punto de ignorar sus palabras y buscar la pequeña daga que tengo ahí escondida cuando un destello me detiene.

—Dije que no te movieras —la respiración de me corta y estoy empezando a ver borroso—. Bueno, puedes volver a ignorar mi petición, pero me temo que tu hijo será castigado por tu insubordinación. Por cierto, bonita daga. Será uno de mis tantos tesoros de los que me adueñaré.

Cuando sale a la luz, veo que sus ropas son de estilo persa y tienen un rastro de sangre por ellas.

—Espero por tu bien que esa sangre no sea de mi hijo —la voz no me sale temblorosa y eso lo agradezco.

—No estás en derecho de exigirme nada —una sonrisa aparece en sus labios y me mantengo firme cuando comienza a separarse de las sombras—. Y no soy un monstruo. Esa sangre no es de tu precioso bebé, sino de algunas de tus doncellas y uno que otro guardia.

La culpabilidad y el alivio me invaden por igual, pero no dejo que ninguna expresión se muestre bajo mi fachada.

—¿Quién eres? —cuando lo tengo lo suficientemente iluminado por la luz, achico los ojos y lo examino—. ¿Qué es lo que quieres? Sé que eres persa por las ropas, y déjame decirte que estás muy lejos de casa.

—Digo lo mismo —me sonríe y un escalofrío me recorre—. Por los rumores que me han llegado, sé que no eres egipcia. En cambio, estás casada con uno y tienes un primogénito suyo. Y no cualquier primogénito, sino él futuro faraón.

—¿Qué es lo que quieres? —vuelvo a preguntar y estoy cada vez más cerca de perder la paciencia—. Al parecer tú sabes quién soy yo, pero yo no sé quién eres y qué haces aquí.

—Lo único que necesitas saber es que soy un viejo amigo de la familia real —comienza a alejarse lentamente hacia el balcón y el pánico está a punto de dominarme.

«Se está escabullendo y no me ha dicho nada de Todd.»

—Eso no me sirve de mucho —me obligo a entretenerlo ya que no puede irse. Tengo probabilidades que mis guardias vengan en camino—. Necesito saber quién eres.

—Tu y tu terquedad de intentar conocerme —le escucho suspirar con cansancio y una pequeña chispa de enojo comienza a surgir—. Ya te lo he dicho, soy un amigo de la familia y quiero que le digas a Tau, que lo quiero ver en el templo de Ra sin ningún guardia presente. Ahí negociaré con él y contigo para llegar a un acuerdo en el cual yo pondré los acuerdos con los que esté satisfecho, no lo sé, tal vez y pueda devolverte a Todd.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora