Capítulo 41

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—Pero miren que nos han traído los dioses —sonríe el abuelo en cuento entramos.

Tardamos menos de lo que hubiera imaginado en encontrarlo, y estoy pensando seriamente en ponerle una campana a Stet ya que me cuesta más encontrarla a ella de lo que tardamos en encontrar al abuelo.

—Tenemos que decirte algo —sonríe Tau tomando mi mano con delicadeza.

—Así es —asiento y miro a Tau esperando que el continúe pero al parecer quiere que yo lo haga ya que no dice nada, y cuando por fin tomo valor y lo voy a decir, hablamos al mismo tiempo.

—Nos vamos a casar...

Cuando nuestras voces se unen no puedo evitar reírme y él me sigue.

—Pero que decisión tan... inesperada —alza una ceja el abuelo apoyando su barbilla sobre la palma de su mano—. Me encantaría escuchar la historia.

Tras ponernos de acuerdo, Tau comienza con el relato desde el primer día en el que nos conocimos y de vez en cuando le ayudo a completarlo.
Cuando terminamos, el abuelo está en completo silencio y esto solo está haciendo que me entre pánico y demasiados nervios...

—Necesitamos de tu apoyo para casarnos —sonríe Tau dándome un beso en los nudillos y sé que lo hace para tranquilizarme.

—No pueden casarse —es lo primero que sale de sus labios y no puedo creerlo.

—Pero..., ¿por qué? —frunzo el ceño un tanto desanimada al asimilar que, la única persona en la que pensamos que encontraríamos apoyo, no lo está brindando como esperábamos...

—No pueden casarse aún sin conocerse verdaderamente —sonríe y suelto un chillido de alegría—. Les daré lo que queda del mes y cuando verdaderamente estén convencidos de que están seguros de tomar esta decisión, con mucho gusto los casare; pero por el momento, vayan y conózcanse.

—Eres lo mejor —no puedo evitar y lo envuelvo en una abrazo.

—Eres buena, hija —susurra en mi oído mientras me devuelve el gesto—, y debes tener tu felicidad.

—Gracias —tomo sus manos entre las mías y las beso.

—Es hora de que comiencen a conocerse —sonríe después de abrazar a Tau—. Así que mis pequeños colibríes, vayan.

Nos despedimos del abuelo y mientras hacíamos nuestro camino hacia la habitación en donde siempre nos sentamos con los juegos de mesa y tomamos el té, comenzamos a hablar el uno del otro dispuestos a saber hasta el más oscuro y retorcido secreto de que somos acreedores.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora