Capítulo 1

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Año 680 a. C del calendario egipcio.

—¡Zaya! —escucho el llamado de mi madre pero no puedo apartar la vista de la horrible monstruosidad que es mi vestido que por cierto, me da mucha comezón—. Zaya, se nos está haciendo muy tarde.

El día de hoy pensamos ir al desfile que dará el palacio en honor al regreso de uno de sus aclamados príncipes. Por los chismes que escuché hace unos días y lo que mi mejor amigo Zaybe me cuenta cuando bajo a los barrios, sé que se trata del príncipe más joven.

El único consuelo que tengo ante todo esto es que hoy en la noche Zaybe y Aris tienen planeado algo grande. No me dijeron qué es, pero conociéndolos sé que se va a tratar de algo monumental. A ellos les gusta meterse en problemas.

Con un último suspiro aparto la vista de los colores y joyas que me adornan y miro a Henutsen, mi nana desde hace varios años quien ahora es la persona encargada de que luzca como una dama.

—Me siento desnuda —hago una mueca ganándome una sonrisa cansada pero con cariño de su parte—. Teniendo millones de telas a nuestra disposición, no puedo creer que mi madre haya decidido usar lo más ligero para hacer mi vestido.

—Ay mi niña —sonríe acariciando mi mejilla—. Sabes que ella busca que encuentres un buen candidato y puedas tener una vida buena...

—Eso es lo que les hace creer a los demás —murmuro mientras ruedo los ojos—. Lo que en verdad busca es extender su gran imperio por medio de mí. Piensa venderme al mejor postor y eso no me gusta para nada. No quiero una buena vida, quiero una vida feliz y llena de amor.

—A nadie le gusta ser vendido, mi niña —me sonríe y noto un deje de tristeza mientras me acomoda algunos mechones con delicadeza—. Ya esta siendo hora que vayas con tu madre si no quieres que se enoje más de lo que al parecer, ya está.

Al bajar al salón encuentro a mi madre y a mi hermano Adio en el gran recibidor, y claro, no obtengo una cálida bienvenida.

—Si somos los últimos en llegar, va a ser una completa vergüenza, Zaya —mientras escucho las quejas mi madre comienza a caminar pero Adio y yo nos quedamos rezagados—. Todos van a hablar de nuestra impuntualidad, y todo por culpa de...

—Madre —mi hermano interviene y mi madre guarda silencio—, ya es suficiente. Tenemos que irnos.

Ninguno dice ni una sola palabra mientras nos subimos cada uno a las literas arriba de los elefantes.
Sí, elefantes. A mí madre le gustan los lujos, cosa por la que ama con todo su ser a la familia real.

Mientras nos vamos acercando al palacio veo que somos pocas familias las que llegan de este modo y en verdad prefiero que mi madre decida usar animales a personas como hacen algunas otras familias.
Sé que no está bien explotar de este modo a bestias tan magnificas y poderosas, pero pensar en hombres caminando bajo el duro sol, la lluvia cargando no solo su propio peso sino el propio por grandes distancias...

—¡Zaya! —del elefante que va a mi lado veo como Kay, mi mejor amiga se asoma entre las telas con una enorme sonrisa—. ¡Esto es tan emocionante! No puedo creer que estemos aquí.

—Y se va a volver mucho más emocionante cuando se corra la voz de que la hija del joyero real se cayó de su elefante en la entrada de palacio —Cadmus mi otro mejor amigo aparece unos metros atrás y no me sorprende ver que él lleve las riendas de su bestia.

—Y creo que a nadie le sorprende que el hijo del general más grande del reino no deje que alguien lleve las riendas de su bestia —le responde Kay sin la menor intención de alejarse del borde.

—Kay —llamo a mi amiga y esta me mira sonriendo—, creo que es conveniente que te mantengas dentro y sin inclinarte demasiado. No confío en estas cosas.

—Como quieran —hace una mueca y se mete sin cerrar las telas—. He escuchado rumores de que solo los favoritos del faraón tienen el privilegio de venir en elefantes y otras grandes bestias.

—¿De dónde sacas eso? —bufa Cadmus—. Eso no es para nada cierto. Aquí quien tiene estas bestias solo son...

—¿Ahora lo entiendes? —alza una ceja Kay volviendo a inclinarse peligrosamente cerca del borde con una sonrisa burlona que me pone los nervios de punta—. Qué curioso que se trate de la familia del general de armas –lo señala–, la familia del mercader de telas y especias más renombrada de todo Egipto —dice señalándome—, y la hija del comerciante con la flota más grande del reino y las posesiones de joyas más grandes de todo Egipto. Si eso no es favoritismo, entonces no sé que sea. 

Mientras mis amigos se enzarzan sobre los favoritos del faraón, me limito a desaparecer con un susurro de telas.
Debo decir que no me sorprendería mucho que seamos los favoritos del faraón, nuestras familias son poderosas y eso al faraón le conviene. Mientras más reconocimiento y cosas hermosas a tu disposición, mayor poder.
Por este camino siempre son esas las opciones: el dinero o el temor. Y debo decir que nuestro faraón tiene ambas cosas. Una a su alrededor por medio de otras familias y el otro y debo admitir el más peligroso, durmiendo a su lado cada noche.

Como está es mi primera vez en pisar el suelo de palacio en varios años, espero poder quedarme muy lejos del camino de la esposa del faraón, porque se que todos los rumores que he escuchado sobre ella son completamente ciertos.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora