Capítulo 50

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Por más que recé e imploré a las fuerzas de la naturaleza y hasta a los mismísimos dioses, nada puedo evitar que sea llevada al altar.

Tuve que jurarle amor ante todos los presentes y sé que en algún momento voy a vomitar.

La única ventaja de que Tarik estuviera tan apresurado por compartir todos los lazos del matrimonio conmigo es porque su hermano está a punto de regresar y fue que apenas salimos del templo, desaparecemos de la fiesta.

Mientras él hace no sé qué cosa en el baño, yo me encargo de sacar del escondite donde le pedí a Henutsen que dejara el regalo del abuelo y lo vierto en una copa.

La mía la lleno de agua y cuando Tarik por fin sale del baño y veo sus intenciones de comenzar a desnudarse, le interrumpo poniendo la copa en su mano.

—Hay que brindar —sonrío lo que yo creo es de manera seductora, aunque más bien creo que parece más que estoy teniendo un ataque—. Por la pronta consumación de nuestro matrimonio.

Debe de urgirle ya que no tarda demasiado en beberse toda la copa y cuando se inclina y comienza a besarme y meter mano trato de alejar un poco estas últimas e internamente hago el conteo y tras pasarme del tiempo acordado me pregunto si no me abre equivocado de copa, pero me tranquilizo al sentir su efervescencia comenzar a decaer y en poco lo tengo derrumbado sobre mi.

Tras contar otro poco y confirmar que está fuera de batalla, lo hago a un costado y suspiro.

Una sonrisa se instala en mis labios y tras mirarlo caigo en la cuenta de que para que lo crea al despertarse, debo de estar desnuda al igual que él y con un montón de besos sobre la piel.

—Que me lleve el caldero –gruño bajándome de la cama–. ¿Por qué tenías que ser así?

Tras moverme a los pies de esta, trato de buscar un modo en el cual pueda lograr todo esto sin verle, pero no se me ocurre nada.

Llevo un poco de tiempo parada a los pies de la cama examinando la situación debatiéndome entre lanzarlo por el balcón, matarlo o simplemente llorar, cuando escucho un golpe en la puerta dándome un susto tremendo.

Me quedo quieta y tras mirar a la susodicha con sospecha, no sé qué hacer. Podría ser Nea o alguien más de la familia, aunque dudo que sea alguien más aparte de Nea ya que Tarik no creo que le haya dicho a alguien...

—Contraseña —es lo único que se me ocurre decir y suena en verdad estúpido.

«Genial

—¿Contraseña? —responde la voz—. ¿Cuál es la...? Oh, esa contraseña. TauZa es lo mejor.

—Esa no era la contraseña —abro la puerta y miro a Tau con una sonrisa.

—Te he extrañado —es lo primero que dice y deposita un beso en mis labios mientras entra.

—No hay tiempo que perder —murmuro contra sus labios con una sonrisa.

Mientras Tau se encarga de desnudar a su hermano, yo alboroto la habitación. Cuando llegamos a la parte en los que se supone debe de tener rastros de besos por el cuerpo, Tau entra en un gran dilema y tras decidirlo –más bien me lo ordenó y prohibió– el termina haciéndolo.

—Pero que bonita princesa —murmuro y gruñe mientras se quita la pintura de los labios.

—Búrlate todo lo que quieras, pero no permitiré que tus labios estén sobre otro hombre.

—No te enojes mi princesita —tras darle un beso, nos movemos a la terraza en donde miramos las estrellas uno en brazos del otro—. Me alegra que hayas regresado.

—A mí también —susurra.

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Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora