Capítulo 33

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No me llevaron a mis aposentos sino a las mazmorras en donde me dejan sin agua ni comida.  Paso la noche en vela sin saber nada de los niños, pero estoy segura que Zaybe ya se encargó de asegurarse que están bien. Cuando los guardias viene por mí, estoy demasiado débil para poder poner resistencia.

—Alto —al ajustar mis ojos ante la luz logro identificar a Aris—. La... la reina me ha ordenado que la ponga presentable.

Veo los guardias dudar pero estos me dejan en manos de Aris quien con un paño me limpia el rostro y cuando están distraídos me da un poco de agua.

—En verdad muchas gracias —susurra con los ojos brillantes—. Lamento todo lo que te dije esa noche y todo esto...

—No... no te preocupes por mí —susurro tomando otro sorbo de agua pero somos interrumpidas por uno de los guardias que me acompañan—. Cuídalos.

—Ya es hora —me jalan levantándome y con las piernas débiles me cuesta un poco.

Me escoltan hasta el patio donde entrena la guardia y ahí veo el poste de los azotes.
Un nudo se forma en mi garganta al verlo, pero no me muevo cuando soy rodeada por uno de los guardias.
Está a punto de deslizar mi tirante para dejar mi piel de la espalda a la vista, pero Tarik interviene.

—No pongas ni un solo dedo en ella —susurra amenazante.

—Pero alteza, tengo que desvestirla...

—No frente a mis soldados. Se hará con ropa, es una orden.

Se aleja del balcón y no puedo evitar apretar la mandíbula. Me llevan al poste y al ponerme las cadenas estas queman por el sol que se encuentra en todo su apogeo.
Cuando se alejan de mí, le imploro a la hermana del sol, Bastet, que no me abandone. Si envió a Stet esa vez, que me de las fuerzas suficientes y no me abandone.

Comienzo a sudar a mares al escuchar las botas acercarse por el patio y escucho algunos gritos de euforia por el lugar. No todos, pero si algunos.

Siento como aterriza el chasquido del látigo cuando el verdugo ha llegado a mi.

—Puedes comenzar —escucho a Nea desde algún lugar, el balcón tal vez.

Escucho cómo se levanta y el chasquido en el aire para después caer dolorosa y ardientemente sobre mi piel.
Aprieto mis amarres y a pesar de que no quiero que me vean llorar, con el segundo latigazo las lágrimas surgen.

—¡No los escucho contar! —ruge Nea y comienza el conteo de mi martirio—. Vamos querida Zaya, también deberías de hacerlo tú.

No digo ni una sola palabra y eso no parece gustarle nada a Nea ya que este latigazo viene con más fuerza y rapidez despedazando mi piel.
Por eso de los 15 ya no puedo más y en el momento en que sueltan el 17 vuelvo a escuchar a Nea.

—Tau —llama y trato de despejar un poco la mente—, ¿podrías ver querido si no se ha desmayado aún?

Veo como la sangre empapa la tierra y por mi lado derecho percibo una par de botas acercándose.

«Tau.»

Veo como se agacha y toma mi rostro entre sus dedos. Se me es difícil verle por el sudor y las lágrimas, pero sé que tiene la misma expresión que ayer.

—¡Sigue consciente! —grita en respuesta.

Me suelta separándose de mi. Escucho cómo se aleja mi amor y se acerca mi calvario pero otra vez es interrumpido por Nea.

—¿Dónde está Mufat? Necesito que él siga.

El nombre me suena pero no  logro darle un rostro hasta que me llega el murmullo  con de su voz.

«Que los dioses se apiaden de mi, voy a terminar sin piel.»

Mufat es el verdugo más sangriento y despiadado del palacio, y si el continúa azotándome, no garantizo salir viva.

—Ya sabes qué hacer querido —escucho a Nea—. Hazlo rápido.

«Por favor... que alguien lo tome y termine con esto.»

Aguardo a que alguien hable pero no se escucha ni una de las respiraciones más que la mía.

—Continúa por favor.

—Alto —distingo la voz de Tau y escucho a varios ahogar exclamaciones—. Si me lo permites madre, yo continuaré.

—¿Seguro hijo mío? —las lágrimas caen pero sé que lo hace por piedad... porque él no podría lastimarme, ¿o sí?

—Alguien debe poner orden con las mujeres, más si va a convertirse en alguien de la realeza —escucho cómo los pesados pasos de Mufat se alejan.

Seguidas de sus palabras despectivas y dolorosas, mi piel es azotada por el látigo sintiendo como me quema, y así, continúa Tau con mi castigo.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora