Capítulo 29

34K 3K 218
                                    

Mantengo el oído alerta y cuando distingo el cambio de la respiración de Tarik, abro los ojos.

Me quedo quieta para ver si no me fallaron los sentidos, pero espero para cerciorarme que en verdad está dormido. Y así es, está dormido.
Me quito con cuidado las sábanas y cuando por fin no las tengo, deposito un pie en el suelo, después el otro y me echo a correr.

Algo tira de mi tobillo y al jalarlo no me puedo liberar.

—¿Vas a algún lado? —miro a Tarik, luego a su tobillo y luego al mío, y mis ojos se abren como platos.

Alrededor del mío hay un aro de oro que se conecta con el otro aro en el pie de Tarik. Por los dioses, ¿en qué momento lo puso?

—¿Pero cómo...? —frunzo el ceño sin explicarme cómo llegó a mi tobillo sin que me diera cuenta.

—Cuando estabas peleando conmigo —se encoge de hombros—. Estabas tan ocupada tratando de pegarme que no sentiste cuando te lo puse. Ahora, ¿a dónde ibas?

—Al baño —miento y para tratar de hacerlo más convincente señaló hacia el lugar.

—Parecías tener mucha prisa.

—Me estoy orinando idiota, no esperes que vaya despacio.

—Vayamos pues —se pone a mi lado y me ofrece una mano—. Sino se va hacer un charquito y no quiero que se manche mi tapete.

—Idiota —no acepto su mano y termino de hacer mi camino hacia el baño.

Al entrar le cierro la puerta en la cara y cuando camino la cadena se tensa.

—Creo que tendrás que dejarme pasar —habla y aprieto la mandíbula.

—Creo que tendré que cortarte el tobillo.

—Me gusta más la primera opción.

—A mi no —abro la puerta y casi se cae Tarik. Antes de que pueda reaccionar, jalo otro poco de la cadena y cuando está por levantarse vuelvo a cerrar la puerta en sus narices—. Gracias.

Me muevo y me siento en el trono fecal. Trató de pensar cómo puedo deshacerme de Tarik sin que se de cuenta, pero mi cerebro parece estar seco.
¡Dioses benditos!

—No escucho que esté sonando la cascadita —canturrea y pongo los ojos en blanco—. No me des motivos para entrar.

—Si me sigues molestando me puedo quedar aquí —vocifero—. Ahora, ¡cállate y déjame hacer del baño en paz!

Me estiro y trató de alcanzar la pequeña copa que dejé hace unos días. La lleno tratando de no hacer mucho ruido y con cuidado la vierto haciendo que suene.

—Ya decía yo que te estabas tardando —vuelvo a escucharlo y mi enojo surge—. Ahora sal que tengo que dormir. Un príncipe no puede tener ojeras.

«Que el duat me perdone si mando a Tarik antes de tiempo pero en verdad el chico me está sacando de quicio.»

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora