Capítulo 43

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Me despierto por la luz y cuando recorro con mi mano el otro lado de la cama, me llevo una sorpresa cuando donde debería de sentir piel caliente, encuentro la frialdad de las sábanas.
Me levanto estrepitosamente y miro a mi alrededor paranoica, pero mi corazón vuelve a la normalidad cuando distingo que me encuentro en la habitación donde duermo.

Escucho el repiqueteo de algo al caer, y al mirar a un costado, distingo a las chicas que me ayudan a vestirme.

—Lo lamento, señorita. No queríamos despertarla —se apresura a decir y niego rápidamente.

—Esta bien, ya era hora de levantarme —niego, y salgo de la cama.

—Ya hemos preparado su ropa, espero no le moleste...

—No, no, adelante —asiento y veo como se acercan y comienzan a trabajar.

Mientras me ayudan a vestirme, trato de recordar que hice ayer... y sí, recuerdo estar en la habitación con Tau y cuando estábamos bebiendo de la jarra del abuelo y nos encontrábamos en el sillón, y de ahí...

Me ponen ropas distintas a las que usualmente llevo y cuando estoy a punto de preguntar sobre este cambio, uno de los guardias me informa que el primo Narah solicita verme.

Cuando llego al lugar en el cual solicitaron verme, me encuentro al abuelo, Tau y Narah montados en camellos.

—Pequeña Zaya —me sonríe el abuelo y uno de los guardias se pone a mi lado listo para ayudarme a subir a mi propio camello.

—Buenos días —sonrío mientras me acomodo, cuando estoy segura de que no voy a caer, una palma me resguarda del insufrible sol—. Y, ¿a dónde vamos?

—Los llevaré a pasear por el reino —dice Narah y con un suave movimiento hace que se mueva el camello y los demás le siguen, pero me quedo quieta.

—¿Zaya? —el abuelo me mira y trago saliva.

—No se andar en camello —admito y las mejillas se me colorean.

—Puedes venir conmigo —me ofrece Tau y miro nerviosa a Narah.

—Si te hace sentir más segura, puedes hacerlo —me sonríe tranquilamente—. Llegando a donde tengo planeado llevarlos a desayunar ahí podríamos enseñarte.

—Esta bien —acepto y el mismo guardia me ayuda a bajar y a subirme en el camello de Tau con él a mis espaldas.

Estoy un poco nerviosa por como estamos sentados y por ir sobre camello y cuando nos comenzamos a mover, me agarro con fuerzas.

—Tranquila —siento la sonrisa de Tau cerca de mi oído—. No dejaré que te caigas.

—¿Cómo llegue a mi habitación? —susurro solo para nosotros.

—Yo no te lleve ni pedí que lo hicieran —me mira extrañado—. Antes de que cayera dormido, todavía te tenía entre mis brazos.

—Le pusieron algo al vino.

—No creo que lo hayan hecho —niega—. Lo llevó el abuelo y él...

—Tal vez él sepa algo al respecto.

—Tendremos que preguntarle.

Guardamos silencio y admiro al pueblo y el camino que hacemos a una muy bonita casa de campo donde hay sombra y agua.
Nos enteramos que la idea de visitar los alrededores se le ocurrió al abuelo, y cuando estuvimos en la casa y le dijimos sobre el descubrimiento del vino al abuelo, el admitió que había puesto un pequeño somnífero para que no nos alocaramos y cometieramos un error antes de la boda.

Me enseñaron a montar el camello y cuando por fin deje de temblar cada vez que se movía, decidimos regresar para llegar a tiempo para la cena.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Where stories live. Discover now