129. Escoria

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El camino a través del empantanado bosque fue tal como Lincoln vaticinó para si, salvaje, pedregoso y cruento. Los siete fieros y fornidos guerreros y las cuatro majestuosas pero letales guerreras que les custodiaban imponían el suficiente temor como para no intentar nada que pusiese en peligro las vidas de Clarke y su madre.

El dolor que cruzaba su pierna irradiando todo su cuerpo mientras de tanto en tanto era empujado desde atrás para que no se detuviese ni un solo instante empezaba a resultar insoportable.

Abigail que no quitaba el ojo de encima a Clarke a la cuál llevaban inconsciente sobre su hombro uno de los más altos guerreros llevaba las manos completamente atadas con férreas cuerdas cuyo extremo daba a la mano de otra de las guerreras que jalaba firmemente dando tirones de cuando en cuando cuando la sentía no avanzar.

Su mejilla sangraba y la sangre resbalaba con la ahora insuficiente lluvia por su cuello humedeciendo aún más su camiseta la cual continuaba pegándosele al cuerpo. Sin atreverse a preguntar de nuevo por temor a un nuevo golpe Abby trató de volver la cabeza para mirar a Lincoln que arrastraba su pierna por el esfuerzo a poco más de un metro tras ella.

Le había escuchado intercambiar palabras en un trigedasleng mucho más arcaico del que ella reconocía y después de eso, más golpes y manos atadas a la espalda al tiempo que les conducían entre la maleza por el bosque.

Cuando llegaron a una especie de llanura entre los quebrados árboles y el pequeño e improvisado campamento apareció ante sus ojos Abigail tembló. Clavadas en picas habían cabezas en estado de descomposición, otras más recientes parecían apostarse a los alrededores.

—¿No te gusta esto, sucia skykru? —le espetó con burla uno de los guerreros al ver la reticencia y el horror a avanzar en el rostro de Abby, sonriéndose ante su miedo con cómplice satisfacción—. Tranquila, si no das problemas no tendrás porque acabar así.

Una risotada se extendió entre los guerreros mientras veían las carpas y las lonas apostadas por el campamento a lo lejos y la humareda de las hogueras que luchaban por no apagarse con la lluvia. Habían algunas jaulas altas de madera enterradas por el lodo que el agua había arrastrado hasta allí, y unos pocos trikrus hacinados dentro, temblorosos y fatigados aguardando un destino incierto.

Lincoln cerro los ojos concentrándose antes de sentir el último empujón que le hizo caer al suelo junto a Abby y a Clarke frente a la tienda principal cuya entrada permanecía descubierta.

—¡Andros! —ladró uno de los hombres quitándose la aterradora mascara de metal y hueso de la cara—. ¡Eh Andros, sal aquí fuera y mira que hemos traído!

—Sin duda, la captura del día —se sonrió cruelmente una de las mujeres lanzando al suelo las mochilas contra el cuerpo inconsciente de Clarke—. ¡A esta deberíamos despertarla a base de golpes, nos ha hecho cargar con ella todo el camino!

—¡Andros! —gritó otro yendo a sentarse sobre un tronco partido junto al fuego.

—¿Qué son todos esos gritos? —se escuchó decir a una grotesca voz desde dentro de la tienda.

Abigail que abrió los ojos arrodillada en el suelo viendo como una amenazadora y robusta figura emergía de la tienda trago con fuerza. Lincoln cambió su rostro súbitamente reconociéndole al aparecer imponente ante él.

El corazón le galopo con fuerza en el pecho. Andros llevaba puerta una máscara de acero ornamentada con pinchos y trozos de huesos de animales. Cuero viejo y gruesas pieles cuelgan de su peligroso atuendo y su desgreñado cabello oculta una cara vil y llena de cicatrices de guerra.

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora