73. Ante Ellas

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Era noche cerrada cuando la delegación del Pueblo Arbóreo llegó a Polis escoltando a la Heda de los Trece Clanes y a la recién nombrada Reina de Azgeda, Ontari kom Azgeda y su heredero Eilan. Habían cabalgado mucho atravesando largas extensiones de nieve y verdes llanuras hasta lograr alcanzar la capital.

El sonido del cuerno anunciando la importante llegada hizo que todo el mundo saliese a recibirles a las calles más próximas a la Torre a pesar de la hora que era. Titus y Roan aguardaban ansiosamente su llegada desde hacía horas aunque no eran los únicos.

En cuanto Lexa desmontó su cabalgadura viendo la imponente Torre alzarse ante ella volvió la cabeza para ver cómo Ontari que llevaba las riendas sujetas con una mano mientras que con la otra apretaba al dormido Eilan contra su pecho se aproximaba.

Los hombres de su guardia personal que iban a pie o a caballo se detuvieron circunvalando sus posiciones. Lexa que se fijó en la fatigada niña que iba montada a caballo junto a uno de sus más fieles jinetes hizo un gesto a sus hombres para que la ayudasen a bajar.

Las ornamentadas puertas de la Torre se abrieron y Titus salió a recibirlas casi como si intuyese su presencia más mediata.

—Heda —la reverenció él bajando los escalones para acercarse a ella, viendo a buena parte de la delegación de Azgeda por detrás de Ontari sin la compañía de la reina Nia.

Su expresión cambió súbitamente al ver el orgulloso y satisfecho rostro de Ontari clavar su mirada en él con una escondida sonrisa sabiendo que Titus la menospreciaba.

—¿Qué hace la delegación de Azgeda aquí? —preguntó abiertamente él temiéndose lo peor—. ¿Y la reina Nia?

—La reina Nia ha tenido un pequeño infortunio y por desafiar a quién no debía ha perdido la cabeza —repuso Ontari con indiferencia mientras su caballo se estabilizaba y sus hombres la ayudaban a bajar con el niño de él—. ¿No te inclinas ante la nueva reina?

Titus que palideció dirigió su mirada de inmediato hacia Lexa pidiendo explicaciones.

—Inclínate ante ella —repuso Lexa con un gesto mientras instintivamente deslizaba su mano sobre su costado sintiendo el vendaje algo suelto por el traqueteo del trayecto. De ningún modo discutiría sus decisiones con él.

—Pero Heda... —protestó Titus al instante viendo como ella volvía la cabeza fulminándole con la mirada. A Titus no le quedó más remedio que obedecer—. Si, Heda.

Volviéndose hacia Ontari y tragandose todo el orgullo del que siempre hacia tanta ostentación, Titus inclinó la cabeza reverenciando a la nueva reina de la Nación del Hielo para honrar su presencia en la capital.

Ontari que se sonrió para si hizo un leve gesto con la cabeza complacida. Si, sin duda podría acostumbrarse a eso.

La niña que piso la tierra dejando escapar un débil quejido, retrocedió impresionada por la temible presencia de aquel hombre que miraba con rechazo a la delegación del hielo y a todos sus miembros. Tembló al reconocer su atuendo y los tatuajes de su cabeza. Era el portador de la llama sagrada. El único fleimkepa.

Lexa que percibió su inquietud y temor caminó hacia ella colocando la mano sobre su hombro para infundirle fuerzas viendo a la niña rodeada por una áspera manta que uno de sus hombres había tenido la deferencia de tenderle.

—Titus, acercate —le pidió ella viendo al viejo maestre envararse nuevamente antes de dar sendos pasos hacia ellas. Sus oscuros ojos se posarón sobre los claros ojos azul hielo de la niña y la escrutaron con fijación—. Ella es Halena y se quedará conmigo aquí en Polis.

Titus que la escuchó dirigió sus ojos a la Heda de los Trece Clanes.

—¿Es una prisionera?

—Es una invitada —repuso Lexa tajantemente al oír con el tono de desprecio que el fleimkepa pretendía dirigirse a ella.

Halena se tensó ligeramente al sentir todo la repulsa que despertaba en aquel hombre y retrocedió un paso inquieta sintiendo la mano de Lexa soltar su hombro.

—Entiendo —dijo Titus creyendo comprender lo que eso significaba. La chica era una especie de trofeo arrebatado a la Nación del Hielo. Una posesión más—. Será marcada en cuanto sea desprendida de esos harapos y lavada apropiadamente.

Su mano fue acercarse al delicado y tembloroso rostro de la niña para examinarla cuando sintió la impetuosa mano de Lexa cerrarse sobre su muñeca con brusquedad antes siquiera de que pudiese tocarla. El rostro de la Comandante se torno tan frío y amenazador que Titus apenas pudo apartar la mirada de sus temibles ojos sabiendo que ese había sido un movimiento precipitado y erroneo por su parte. La niña tembló aún más tensa ante la escena.

—Nadie —siseo Lexa vehementemente en voz baja y amenazante—. Absolutamente nadie, tocará a esta niña Titus.

Ontari que se fijo en ese desafiante gesto cogió mejor a Eilan entre sus brazos no planteándose intervenir hasta ver el rostro del fleimkepa congestionarse de recelo.

—Disculpas, Heda he malinterpretado tus palabras —se excusó él haciendo una pequeña reverencia en señal de obediencia y sumisión—. Me ocuparé de ella como si de ti se tratase —aseguró Titus separándose unos pasos antes de proferir ordenes a los hombres de Lexa—. Subidla, que coma algo y entre en calor. Ha debido de ser un viaje largo y estará extenuada. Luego reuniros conmigo para disponer sus estancias.

—Heda —musitó temerosa Halena ante la imponente presencia de los hombres y las ordenes que ladraba el fleimkepa.

—Se quedará conmigo hasta que ordene lo contrario —dijo Lexa inflexible apartándose de ella para subir los escalones viendo el rostro de Titus cambiar.

—Con todos mis respetos Heda, no la conocemos —mencionó él con áspero recelo—. No sabemos nada de ella. Ha sido críada en la Nación del Hielo, y es una imprudencia mantenerla tan cerca.

Lexa que se disponía a subir el primer escalón volvió la cabeza para clavar sus serenos ojos sobre él.

—¿Quién te ha preguntado lo que te parece o no, Titus?

Ontari que se sonrió ante eso bajo la mirada al niño cubriéndole mejor con la manta. El maestro Titus, era un verdadero dolor de cabeza para ella, no sabía cómo aún conservaba la cabeza hablándole así a Lexa. Ontari hace mucho tiempo que se la habría cortado.

El rostro de Titus cambió súbitamente y se sintió menospreciado y ciertamente humillado ante los allí presentes pero su trabajo era advertirla de los peligros, protegerla.

—Solo digo que debes tener cuidado con ella, nada más —repuso lentamente el maestro sosteniéndole la mirada.

Lexa que volvió la cabeza para ver la vulnerable y frágil figura de la chica entre tanto guerrero hizo un imperceptible gesto cargado de seguridad.

—Siempre lo tengo...

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora