117. Larga, Larga Noche

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La tempestad azota incansablemente la Torre más alta de Polis, en una de sus plantas Aden contempla a través del marco como la lluvia golpea a lo lejos contra el desvencijado suelo del mirador de la habitación que comparte con otros natblidas como él.

Cuatro de los siete niños duermen provechosamente a pesar de la dura tormenta que tiene lugar fuera, ha sido otro día duro de entrenamiento pero él sería incapaz de dormir en estos momentos.

Aranae que está sentada sobre su cama le observa mientras saca brillo a su mejor espada. Treior por su parte permanece sentado en el suelo entre almohadones mientras remienda una de sus botas.

—No temas Aden, Heda no permitirá que muera —le dijo él mientras plegaba la piel de la bota—. Estoy seguro de ello.

—A mi tampoco me preocupa —repuso la joven chica con un gesto mirando ahora su reflejo en la hoja—. La muerte no es el final. Volverás a verla algún día.

Aden que tenía a Natshana sobre sus piernas dormida acariciaba su lomo muy lentamente sin dejar de contemplar caer la lluvia fuera. Cada gota era como una lágrima del cielo que lloraba por la inminente partida de Halena y eso perturbaba su alma.

Treior que le dio una mirada a la chica al escucharla decir eso se la quedo viendo para que guardase silencio.

—Lo que Aranae quiere decir es que Halena no morirá, sucederá a Heda y...

—¿Creeis que si vive será en realidad ella quién la suceda? —preguntó Aranae de pronto al caer en la cuenta deteniéndose de abrillantar su espalda antes de mirarles—. ¿Podría eso pasar?

Treior que guardó silencio al escucharla se la quedo viendo ahora un tanto confuso al respecto.

—No lo sé...

Aden que no dijo nada al respecto tampoco tenía mucho más que decir sobre ese tema. Probablemente el espíritu de Heda le escogería a él para comandar pero sería Halena quién heredaría el legado de Lexa. Ella era ahora su hija. No sangre de su sangre pero si su hija, su heredera al fin y al cabo.

De no conocer de antemano la voluntad de Heda podría asegurar que no le disputaría el Pueblo Arbóreo ni la Coalición a la chica. No porque lo mereciese más que él sino porque sus acciones la habían llevado hasta allí y Aden no era quien para cuestionar eso. Además, durante el poco tiempo que la había tratado se atrevería a decir que no albergaba mala intención ninguna ni escabrosas ambiciones que la revelasen a sus ojos como una seria amenaza hacia su Heda.

—Pero no es una de nosotros, ¿no? —preguntó con desconcierto ella mirando ahora a Aden—. ¿Pudiste ver su sangre, Aden? ¿Es negra?

—No lo era —murmuró Aden al recordarla brotando lentamente de su nariz y los lacrimales de sus ojos corrigiendo al darse cuenta de que habló en pasado—. No lo es. Su sangre es roja como las rosas que crecen en primavera en las praderas Trikus y en los verdes campos Yujledas.

Aranae que se sonrió débilmente al oír nombrar ese clan, recordó que antes de ser enviada a la capital hacia ya algunos años ella una vez perteneció allí.

—Si que debe ser roja si —murmuró Treior ya que por todos era sabido de la legendaria estampa de los grandes campos Yujledas donde las flores crecían tan libres y salvajes como las yeguas en Plains Raider de donde procedía Treior.

—¿Creeis que es cierto lo que dicen? ¿Qué lo ha hecho Wanheda para vengarse por la traición de Heda en la Montaña?

Aden volvió la cabeza de inmediato mirando a su camarada al oírla hablar así.

—No vuelvas a decir eso, Heda no traicionó a nadie. Hizo lo que tenía que hacer para mantener a su gente con vida.

Aranae bajó la mirada sabiendo que había hablado de más.

—Resulta inútil debatir quien traicionó a quien, eso no cambia lo que sucedió allí —intervino Treior mirándoles a ambos—. Así que parad ya los dos.

—Si, paremos —repuso Aden contemplando a Aranae largos instantes—. Será una noche muy larga para todos.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora