125. Jus Drein Jus Daun

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Las primeras luces del día apenas se distinguían entre las grandes masas de agua que se cernían aún sobre el penumbroso cielo de Polis. La incesante lluvia seguía golpeando incansablemente con fuerza cuando la Heda de los Trece Clanes fue llamada al patio exterior.

En la desnuda y solitaria explanada un par de caballos soportaban inquietos la implacable lluvia, Lexa que descendió las escaleras hasta el enorme portalón apenas cruzó el umbral pudo ver como el viejo maestro Titus era sacado a rastras por el Príncipe Roan de su guarida a pocos metros de la Torre.

Algunos hombres y mujeres, sobretodo siervos de la Torre contemplaban la escena a resguardo desde los vastos rincones o de las balconadas de la imponente Torre. Los natblidas, aplicados alumnos y discípulos del fleimkepa permanecían también de pie allí.

Los pocos embajadores que habían regresado de sus clanes y parte de sus delegaciones también habían sido convocados allí.

—¿Qué significa esto? —preguntó Lexa volviendo la cabeza hacia los centinelas y guardias apostados allí.

—Heda, Príncipe Roan ha requerido vuestra presencia y la de todos aquí para ser testigos de la suerte del Guardián de la Llama —repuso respetuosamente uno de ellos tras inclinarse ante ella reverentemente.

Los gritos del viejo maestro al ser arrastrado por el fango y la empapada tierra de la explanada mientras su sangre surcaba el suelo retumbó por todo el desnudo patio.

Lexa volvió la cabeza hacia el exterior al tiempo que veía como Roan le lanzaba con fuerza al suelo y agarrando la dura cuerda que sostenía atadas sus manos la enganchaba al caballo.

—¡Lexa kom Trigeda! —voceó Roan imponente bajo la lluvia volviendo la cabeza hacia la entrada de la Torre contemplándola allí—. ¡Comandante de la Sangre! ¡Heda de los Trece Clanes! ¡Precursora de la Coalición!

Lexa avanzó dos pasos a tientas viendo como le hablaba de esa manera.

—¡Mantengo mi juramento de sangre hacia ti y hacia los herederos que de ti desciendan! ¡Aquellos que se revelen a ti como tus enemigos, también se convertirán en los míos! —prometió Roan kom Azgeda alzando orgullosamente la barbilla bajo la lluvia sosteniendo las riendas del caballo—. ¡Pagaran con sangre cada afrenta que puedan causarte, cada gota de dolor que puedan provocar en tu corazón! ¡Sabiamente tu espíritu se mantendrá fuerte a mi lado y no se quebrantará porque tu voluntad es fuerte y porque yo velaré por cuánto te pase!

Titus que cayó de rodillas sangrando profusamente por los ojos y el costado trató de ponerse inútilmente en pie.

—¡Observa con atención la suerte que correrán quienes osen desafiarte, quienes osen conspirar contra nuestros herederos! ¡Jus drein jus daun será por siempre! —dijo él antes de azotar con fuerza al caballo que salió disparado bajo la lluvia arrastrando al maestro por entre las rocas, los charcos y los escombros que se cruzaban en su camino en su huída. Los gritos de Titus se elevarón por el aire mientras que era golpeado con fuerza contra todo lo que se cruzaba en el suelo en su camino mientras el clamor sofocados de algunos de los siervos que se llevaban las manos a la garganta desconociendo aún el porque de tal castigo era llevado a cabo como una humillación para el venerado fleimkepa se entremezclaban con el horror.

Lexa que permaneció completamente inmóvil en el sitio apenas distinguiendo en la lejanía la figura en movimiento del caballo y del fleimkepa que huía hacia el bosque recordó tantas y tantas veces que había estado en aquellos bosques con Titus entrenando, cuantas lecciones no solo de guerra sino de vida le había enseñado, cuanto pesar había soportado su corazón con su traición y apenas pudo siquiera hablar.

Titus lo merecía sin duda, lo que le había hecho a Halena, lo que le había intentado hacer a Clarke podría haber provocado otra cruenta guerra, otra contienda que masacrase a los Skykru sin compasión alguna. Su heredera podría estar muerta y Titus seguir a su lado que nada ocurría al menos otros veinte o treinta años más.

No, jus drein jus daun había sido siempre por un gran motivo. Porque funcionaba bien, porque desempeñaba un papel elemental en la cultura trikru, porque era la única cosa que mantenía el respeto, el honor y la integridad de la nación trigeda.

Lo que ocurría con Titus no era venganza, era justicia. Su justicia, la misma que el maestro se había buscado, la misma que obtendrían los enemigos que se revelasen contra Halena.

Justamente la misma...

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora