12. ¿En Qué Te Has Convertido?

826 86 34
                                    


En apenas minutos las primeras luces del alba acariciarían el cálido cielo del amanecer. 

Los centinelas y guardias apostados en el interior y en el exterior del perímetro amurallado, parecían ser los únicos que se mantenían despiertos a aquellas horas en el campamento de Arkadia.

Clarke caminaba sigilosamente por uno de aquellos estrechos y metalizados pasillos. 

Su cabello no era ya el que una vez fue. Ahora luce salvaje, largo y trenzado en algunas partes, rojizo como el color de la sangre derramada en nombre de su gente. Su rostro luciendo aún marcas oscuras de camuflaje que las ropas que Octavia, no han podido contrarrestar su peligroso aspecto a día de hoy.

No tardó mucho en encontrar la sala de mandos, donde seguramente encontraría a Kane o a su madre. 

Ni siquiera es consciente de qué va a decirles, de cómo va a explicar su inexplicable ausencia después de tantas semanas sin dar ninguna señal. 

No sabe si la perdonarán, aunque eso es lo que menos necesita ahora.

En cuanto puso la mano sobre el tirador de la puerta y se dispuso a abrir con cautela, sintió como una fuerte mano se cerraba sobre su hombro desde atrás, e instintivamente tardó media milésima de segundo en dejar caer la afilada hoja que guardaba atada en su muñeca bajo la maga hasta atraparla entre sus dedos al tiempo que se volvía pegando con fuerza a su atacante contra la pared trasera por el cuello, tomándole totalmente desprevenido.

—Inténtalo —le retó fría y amenazadoramente ella antes de clavar su mirada en sus oscuros ojos.

—¡Por favor, no! —suplicó alarmado Kane alzando las manos en señal de paz, sintiendo la cortante hoja presionar contra su cuello.

Clarke que tardó unos segundos en asimilar quién era, y que no suponía ninguna amenaza para ella pensó el soltarle muy lentamente hasta que escuchó la puerta abrirse, y se sobresaltó de nuevo.

—¿Clarke? —preguntó sumamente impactada Abby nada más verles así.

La salvaje Wanheda, la Comandante de la Muerte, Cazadora de la Montaña se tensó ligeramente antes de volver la cabeza despacio enfrentando la figura de su madre de pie en el alfeizar de la puerta. 

Clarke continuó sosteniendo prietamente el cuchillo sobre el cada vez más enjorecido cuello de Kane.

La expresión de Abigail pasó de la sorpresa a la alarma, y de la alarma al temor en apenas una milésima de segundo al entender en lo que su pequeña se había convertido. 

Clarke ya no era Clarke. 

Ahora era una completa desconocida para ella. Una muy peligrosa al parecer.

—Clarke, soy yo, Kane —quisó apaciguarla él hablándole muy despacio—. Sabes que nunca te haría daño, lo sabes. Por favor, suelta eso. Me estás haciendo daño.

Clarke que miró a uno y a otro con una inquietante mirada empezó a comprender que estaba a salvo allí. No era ningún cazarrecompensas buscándola, no era un mercenario cazandola. Aquella era su gente, su verdadera gente. Kane no quería asustarla, no quería amenazarla. Llevaba demasiado tiempo en guardia y esa costumbre aunque ahora quisiese no podría erradicarla. Kane buscó los ojos de Abby y Clarke tragó saliva mientras apartaba con lentitud la hoja de su cuello y le soltaba a él.

En cuanto la hoja resbalo de su mano y cayó contra el suelo. Abby no se lo pensó y se acercó a ella abrazandola como nunca antes había hecho. Clarke también se sintió abrumada por la emoción.

—Cómo me alegra ver que te encuentras bien —murmuró Abigail compungida al tiempo que se separaba y la tomaba de la cara para examinar su rostro—. ¿Dónde has estado? ¿Estás bien? ¿Estás bien?

Kane que se separó de la pared se llevó instintivamente la mano al cuello frotandolo un poco para alejar esa sensación de él sin quitarles los ojos de encima. No recordaba que Clarke fuese así.

—Estoy bien —repuso Clarke sin emoción en la cara detectando la angustia en los ojos de su madre.

—Dios, estás tan distinta —acariciándole el rostro tiernamente con preocupación fijándose bien en cada parte de ella—. Estaba tan preocupada por ti, tan preocupada Clarke. Había comenzado a pensar que te había perdido para siempre —dijo Abby abrazándola de nuevo con fuerza.

—No tienes porque preocuparte, mamá —dijo Clarke con la mirada vacía respondiendo a ese abrazo demasiado afectada para poder admitirlo—. Ya estoy aquí...

Abigail que intercambió una mirada con Kane continuó abrazandola sin poder contener las lágrimas por la emoción del momento. Su niña, su niñita al fin volvía a casa.

Eso era Wanheda para ella, solo una niñita.

La suya...

Continuara....

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora