42. Lo Siento

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Roan que no asistiría a la celebración de la Expiración de las Tres Lunas tal y como estaba previsto entró en las estancias más que privadas que compartía con Lexa, y se quitó de la pesada chaqueta, la cual llevaba horas incordiándole.

Cuando lo hizo los cortes y magulladuras que tenía repartidos por toda su piel respiraron, y Roan con ellos al sentir el gran alivio que suponía tenerlos descubiertos. Debía reconocer que Lexa tenía mucha más fuerza, y bastante más reflejos de los que él creyó que tendría.

No era de extrañar que el espíritu de la anterior Comandante la hubiese escogido a ella.

Era inigualable.

Nunca había conocido a una mujer como ella, nunca y en cierta manera le resultaba fascinante.

La voz de Ontari interrumpió sus pensamientos.

—¿Pero qué te ha hecho...? —susurró ella dando un paso hacia él sin poder apartar su impresionada mirada de su cuerpo.

Roan que escuchó la voz se volvió nada más oírla quedándosela viendo.

—Nada que yo no intentase hacerle primero —musitó él irremediablemente, acercándose preocupado a ella—. ¿Qué haces aquí?

A Ontari le costo mucho reconocerlo pero finalmente admitió lo que la había traído hasta Polis.

—Soy un regalo de Lexa para ti —confesó viéndole a los ojos sin poder evitar llevar la mano a su magullado rostro acariciándole—. A Nia no le ha quedado más remedio que entregarme a ella.

Roan que se estremeció al sentir esa caricia no pudo evitar sentir asombro ante la inesperada revelación.

—¿Y Eilan? —se atrevió a preguntar él tras unos segundos de tensión intensa.

Ontari que se le quedo viendo a los ojos tragó por un instante antes de negar imperceptiblemente.

Roan que cerró los ojos apartó la mirada por un momento.

—Le sacaremos de allí, le recuperaremos —insistió Ontari intentando tranquilizarle—. La guerra de Lexa es contra Nia no contra nosotros.

—Después de lo que le he hecho...

Ontari dio un paso hacia él tomándole del rostro para que la viese mejor.

—Lo arreglaremos.

—¿Tú crees? —murmuró Roan algo vencido al respecto.

—Lo haremos —repuso ella asintiendo.

—Mi madre no le entregará sin pelear, ahora que te has ido es el único natblida de la Nación del Hielo no renunciará a él.

—Entonces pelearemos —dijo Ontari muy harta de todo aquello.

—No es tan fácil, ahora hay mucho más en juego —dijo Roan afectado viéndola a los ojos.

—Eilan es nuestro, no podemos dejarle allí Roan. No podemos hacerlo.

Sus ojos se humedecieron afligidos al entender que él no iba a atreverse a mover un solo dedo.

—Prométemelo, Roan. Prométemelo.

—Ontari...—murmuró él bajando la mirada unos instantes en silencio.

—Prométeme que tratarás con Lexa sobre ello. Es Heda, si me ha reclamado a mi también puede reclamar a Eilan.

Roan que elevó la mirada para verla poso los labios sobre su frente sintiéndola cerrar los ojos.

—No puedo hacer eso. ¿Tienes una idea de lo que le hará Nia si se entera de que hemos acudido a ella?

—Pero...

—No, Ontari no vamos a hacer eso —dijo él sacudiendo la cabeza para disgusto de ella—. No vamos a arriesgarnos de esa manera, no con Eilan.

Ontari que le miró dolida retrocedió un paso teniendo que controlarse mucho en aquellos momentos. Habían sido horas duras para ella, la verdad es que jamás creyó que sería libre del control de Nia alguna vez y ahora que lo había conseguido, Nia se había quedado con lo más importante para ella y Roan no iba a hacer nada al respecto.

Era una traición inesperada para ella. Un momento agridulce que nunca creyó poder vivir junto a él, pero así era.

Eilan pertenecía a Azgeda, a Nia, a su reina y si la desobedecían lo más probable es que le perdiesen para siempre.

Eso no era libertad, eso era otro castigo para ella.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora