Respiré nerviosa y sentí su respiración en mi rostro. Cuando sus labios fueron a tocar los míos giré mi rostro haciendo que sus labios besaran mi mejilla.
— Mucha gente —dije en su oído.
Justin se separó de mí y volvió a ponerse la visera hacia delante. Mordí mi labio y volví a coger mi botella de agua.
Justin ni siquiera me miró en todo lo que duró lo del maldito club, ni siquiera lo hizo cuando estuvimos en el coche. Fruncí el ceño y salí del coche cuando pararon frente al hotel.
Me abracé a mí misma por el frío y entré en el hotel casi tiritando. Miré hacia el ascensor, pero mientras esperaba y no, coincidiría con ellos. Abrí la puerta que daba a las escaleras y empecé a subir. A mitad de camino me quité mis botas de tacón y me quedé en calcetines. Así era mucho más cómodo subir.
Llegué al cuarto piso sudando. Me dirigí con la respiración agitada hacia mi habitación y metí la tarjeta para abrir la puerta. Entré y suspiré dejando el bolso y los tacones a un lado. Me quité la chaqueta tirándola en uno de los sofás y me tiré en la cama boca arriba. Bostecé. ¿Justin se había molestado porque no había dejado que me besara? Bufé. A veces pensaba que le encantaba que montáramos drama.
No tardaron en llamar a la puerta y me incorporé un poco en la cama. No me quedó más remedio que levantarme y abrir la puerta para ver a Justin allí.
— ¿Por qué estas enfadada? —se quitó la gorra y pasó una mano por su pelo desordenado para después volver a ponérsela.
— Yo no estoy enfadada.
— Claro que sí, saliste del coche casi en marcha —frunció el ceño—. Lo que no entiendo es por qué estás enfadada.
Le dejé espacio para que pasara. Cerré la puerta. — Pensaba que tú estabas enfadado conmigo.
— ¿Por qué iba a estarlo? —preguntó confuso.
— Bueno, después de intentar besarme no me miraste ni me hablaste. Supuse que estabas molesto conmigo —me senté en el borde de la cama.
— ¿Por qué las mujeres lo malinterpretáis todo? —lo miré y le tiré un cojín que él cogió antes de que le diera.
— Eso es porque ustedes sois muy confusos —Justin me tiró el cojín de vuelta y puse mis manos en la cara para que no me diera—. ¿Entonces no estás enfadado conmigo? —mordí mi labio mientras pasaba mis manos por el cojín.
— No, claro que no —se sentó a mi lado—. Fue lo mejor, no debería ni haberlo pensado, fue un error.
— Si —susurré.
— Bueno, ahora que estamos solos, ¿Me cuentas por qué te salve la vida?
— Oh bueno...—mordí mi labio—, mi padre murió y tu música fue a lo que me aferré.
Resumí el dolor de años en una sola frase, cosa que me enorgulleció. No quería aburrir a nadie con mi pasado o mis problemas.
— Siento lo de tu padre —dijo suavemente. Me encogí de hombros porque eso ya era pasado y estaba sanada aunque su recuerdo siguiera dentro de mí.
Su brazo se puso alrededor de mis hombros y me estrechó contra él en un abrazo que recibí gustosa. — ¿Sabes? —Empezó—, A veces pienso que Dios quiso que te encontrara —alcé mi mirada para encontrarme con su mandíbula—. No creo que encontrarnos a mitad de la noche, en la puerta trasera de un club, sea casualidad.
— La verdad es que no había pensado sobre eso. Pero bueno supongo que Dios quiso que cumpliera mi sueño, y tú estabas de ánimo para cumplirlo.
Me separé de él. — Gracias por estos días, me lo he pasado muy bien.
— No tienes que darlas —sonrió.
— Quería decirte algo - mordí mi labio nerviosa.
— Adelante - me animó.
— He pasado poco tiempo contigo, y por lo que he podido ver, eres una persona increíble y humilde. No dejes que te hundan, y por favor, nunca te olvides de dónde vienes y gracias a quien estás aquí.
— Nunca lo haré —sonreí satisfecha—, pero... ¿Por qué esto me suena a despedida?
— Mmmm... Porque lo es. Vine a por mí móvil
— Claro, tú móvil —se tocó la nuca—. ¿No piensas volver a visitarme más?
— Bueno, a no ser que me toque la lotería y pueda perseguirte por todos los países, lo dudo —respondí con humor.
— Pero yo pue....
Lo interrumpí. — No quiero que me pagues billetes de avión para verte, es... realmente incómodo que gastes tu dinero en mí.
— ¿Me tomas el pelo? Abby créeme, un billete de avión y una estancia en un hotel no es nada, ni siquiera es el 5% de mi dinero, puedo hacerlo, y verdaderamente, aunque te suene raro oírlo, quiero hacerlo. No sé por qué, pero quiero seguir viéndote. Quiero seguir conociéndote, y algo me dice que tengo que intentar hacer todos tus deseos realidad.
— No eres mi hada madrina, Justin. Solo eres mi ídolo.
— No solo quiero ser tu ídolo, quiero ser tu amigo. Os quejáis de que nunca tengo relación con ninguna de ustedes, y cuando verdaderamente quiero hacerlo, te niegas —movió la cabeza de un lado a otro—. Chicas, ¿Quién las entiende?
— Nosotras no somos el problema —reí y le tiré un cojín—. ¡Espera! —dije haciendo que él se quedara a punto de tirar el cojín—, esa canción, la del club, ¿Es nueva? —él asintió sonriente.
— ¿Cuándo vas a subirla?
Se encogió de hombros.
— ¿¡Que no lo sabes!? —Hice drama—. Estarás bromeando.
— No —me tiró el cojín.
— Déjame escuchar de nuevo la canción.
— No, esperarás como las demás.
— Oh venga, por favor, ¿Qué más te da? Solo seré yo... —mordí mi labio.
— Mmmmm... No —sonrió divertido.
— Maldita sea Bieber —le pegué con el cojín—. Enséñame —golpe— la jodida —golpe— canción —volví a golpearlo con él cojín.
— Te dije que no —rió y me quitó el cojín para empezar a darme.
— ¿Vas a dejar que muera de la impaciencia? —intenté parar los golpes con mis manos.
— Algo así —se encogió de hombros.
Abrí la boca. —Quieres matarme —susurré alucinada.
— No quiero matarte —dejó de darme con el cojín.
— Mi propio ídolo quiere matarme de la espera —cubrí mi boca con mis manos.
— No seas dramática —me dio una vez más con el cojín, lo tiró a un lado de la habitación y se tumbó a mi lado.
— Entonces... ¿No me la vas a poner de nuevo? —lo miré.
— No
— ¿Estás haciendo nueva música y no me la vas a enseñar? Te odio —me giré y me puse de espaldas a él.
— No, no me odias —dijo divertido.
— Si, te odio ahora.
— No —rozó con sus dedos mi cadera, ya que mi camiseta estaba subida un poco. La piel se me erizó ante su tacto y mordí mi labio inferior intentando controlar mis pulsaciones. — No, lo haces.
Me quedé en silencio mientras sentía sus dedos acariciar mi cintura. Justin dejó mi cintura y suspiró. Sentí moverse la cama y miré hacia atrás viendo como Justin se levantaba.
— No podré verte mañana —se quitó la gorra. Me senté en la cama—. Salgo temprano de aquí. Espero volverte a ver pronto—. Me levanté, esta era la despedida—. Me ha gustado pasar este día contigo, y que sepas que la próxima vez, te ganaré al ping-pong —sonreí.
— Claro, siempre puedes seguir intentándolo —Justin se acercó a mí y posó sus labios sobre mi mejilla.
— Hasta pronto —se giró y lo vi salir de la habitación.
— Adiós —susurré.