Sujeté la mano de mi madre mientras que ella me sonreía suavemente. - ¿Cómo te va con Justin? - me preguntó.
Me encogí de hombros. A veces parecía que Justin quería recorrer el mundo junto a mí y otras veces parecía que quería hacerlo solo. Así que no sabía exactamente como nos iba. Tampoco sabía que era lo mejor.
- Bien - le sonreí. - Me pagan por estar allí. Eso es maravilloso.
Ella rio sin fuerzas. - El trabajo de tu vida. Intenta que no juegue contigo de nuevo.
— Lo intentaré.
— Necesito ir al baño. - dijo.
La ayudé a levantarse y apenas dio dos pasos cuando le dieron arcadas. - Tráeme el cubo.
Mi hermano, que estaba allí, me acercó el cubo y ella lo sujetó con sus manos para empezar a vomitar. La ayudé a sentarse en el sofá mientras su cabeza seguía metida en el cubo.
Sujeté el cubo con ella y le aparté el flequillo de la cara. Cogí papel que había encima de la mesa y se lo di para que se limpiara. Ella jadeó y volvió a recostar su espalda contra el sofá.
— ¿No sería conveniente que estuvieses en el hospital?
Mi madre no abrió los ojos y mi hermano me miró. - Han dicho que está mejor, que mientras tanto se quede aquí. Si empeora, la volveremos a llevar.
Suspiré y cogí el cubo. Tiré el contenido al vater y lo lavé. Me quedé apoyada en el lavabo y me miré al espejo. Cerré los ojos con fuerza y apreté el lavabo con mis manos temblorosas.
Me lavé la cara y salí de allí para ayudar a mi abuela a hacer la comida.
- ¿Cómo está el abuelo?
— Bien. - suspiró. - Aún no sabe que tu madre tiene eso. Está mayor y no sé cómo le puede afectar. Él cree que tu madre tiene un virus y por eso vengo tanto.
— Algún día tendrás que decírselo.
— Lo sé - suspiró. - Ni siquiera yo lo he asimilado. Deberías estar aquí.
— Abuela, ya sabes cómo van las cosas. Él ha pagado el tratamiento y tengo que devolverle el dinero, sea como sea. Es eso, pedir un préstamo o prostituirme en una esquina.
Mi abuela cogió el trapo y me dio en mi trasero. Reí y la abracé. - Te quiero - besé su mejilla.
— Y yo a ti, cariño. Pero ese chico no me gusta para ti.
Le sonreí.
Observé a mi madre mientras dormía. Su rostro pálido y sus pómulos más marcados. Estaba adelgazando mucho y estaba asustada.
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Diego me esperaba en el aeropuerto de Madrid para pasar la última noche que me quedaba libre allí, ya que tenía que coger un vuelo a Berlín el día siguiente. Lo vi y lo abracé. – Hueles raro. – le dije. Me separé de él. – Un perfume dulzón. – arrugué mi nariz. Mi amigo se encogió de hombros.
— No me digas que acabas de venir de estar con una chica.
— Has acertado, amiga mía. – cogió mi maleta. – No me ha dado tiempo a ducharme. ¿Te quedarás con Teresa? ¿Sabes que ya está viviendo con Fernando?
— ¿Sí? No me ha dicho nada. – me encogí de hombros. – Quieres que vaya a tu casa. – lo miré.
— Eso es, y salimos mañana directamente.
— Está bien.
Una vez en el coche, Diego volvió a hablar. - ¿Y tu madre? ¿Cómo está?
— Está bien – suspiré.
— ¿Cómo te han ido estos días?
Me encogí de hombros mientras mi vista seguía fija en un punto delante de mí. – Bien, supongo.
— Te sacó a bailar al escenario. Let me loooove you- cantó.
Reí un poco – Sí... todo va bien.
— ¿Y respecto tus sentimientos hacia él? – lo miré y él frenó en el semáforo en rojo.
— Lo estoy superando. – me miró. – En serio. – reí ante su mirada.
— No sé qué tiene ese chico.
— Yo tampoco.
— Luces cansada.
— Estoy agotada, no he dormido nada. – me apoyé en la ventanilla.
— Ahora duermes.
Ni siquiera había podido conciliar el sueño en ese cómodo y caro colchón en Islandia, no iba a poder hacerlo en la cama de Diego. Pero me equivoqué. Era tanto el sueño que apoyé la cabeza en su almohada y me quedé dormida.
Olí a pizza y me desperté. Diego sostenía una pizza de queso al lado de mi nariz. Sonreí de lado. - ¿Qué haces?
— Es hora de cenar. Decidí despertarte con el rico olor de la pizza.
— La de queso es mi preferida.
— Lo sé, por eso la pedí.
Sonreí y me levanté con ganas de hincarle el diente a la comida. Me senté en el sofá y no tardé en coger un trozo de pizza y morderlo. Lo saboreé y miré a Diego. – Gracias.
— No tienes que darlas. – mordió su trozo de pizza. - ¿Sabes que Tamara ha dejado a Víctor?
— ¿Sí? – dije con la boca llena. - ¿Por qué?
— Decía que estaba cansada de él, que no le dedicaba el tiempo que se merecía.
Alcé una ceja y bebí del vaso de agua. – Increíble. Víctor siempre ha sido muy atento con ella, ¿no?
— Sí, por eso Víctor estaba hecho mierda.
El timbre sonó y Diego se levantó para abrir. Seguí comiendo y fijé la vista en el programa que estaban echando en la televisión. Miré hacia atrás para ver a Víctor entrar. – Hey – dije levantándome.
Víctor se acercó y besó mi mejilla. – Hola, no sabía que estabas aquí.
— Me voy mañana. – el asintió y se sentó a mi lado mientras que Diego fue a ocupar el sitio de antes.
— ¿Qué ocurre? ¿Fuiste a hablar con Tamara? – preguntó Diego.
Víctor suspiró pesadamente. – Sí, pero no quiso hablar conmigo. No la entiendo. De la noche a la mañana me deja, sin ningún motivo aparente, estábamos bien.
— ¿Has bebido? – le preguntó Diego.
— Un poco – suspiró Víctor. - No entiendo a las mujeres – me miró.
— A mí no me mires, yo no entiendo a los hombres. – Víctor sonrió de lado. ¿Qué país toca mañana?
— Alemania.
— Alemania – susurró Víctor. – Tiene que ser muy bonito. Sobre todo si te pagan la estancia allí.
— Sí – susurré. – Pero es aburrido.
— ¿Aburrido?
Asentí. – Muy aburrido.
Aburrido porque me llevaba todo el día en la habitación del hotel hasta que llegaba la hora de ir al estadio. No tenía a nadie allí con quien poder ir a visitar la ciudad, y había pensado seriamente en unirme a los bailarines en el tour que hacían por la ciudad.
Diego recogió la caja de pizza y fue a dejarla en la cocina. Víctor cogió un mechón de mi pelo y me quedé quieta, mirando la televisión mientras el liaba el mechón en su dedo. Mi corazón empezó a ir rápido y lamí mis labios. - ¿Crees que hice algo mal, Abby? – susurró.
- No lo creo – murmuré.
Víctor suspiró y soltó el mechón cuando Diego apareció. - ¿Cerveza? – yo negué con la cabeza y Víctor aceptó otra.
Fui a ducharme mientras ellos hablaban en el salón y me puse el pijama. Esperé tener algún día un mensaje de Justin, pero no lo tuve. Si quería volver a conseguirme, no sé qué estaba haciendo.
Salí de la habitación y Víctor estaba de pie, despidiéndose de Diego. - ¿Ya te vas? - Víctor asintió.
— Lo llevaré a su casa. No está en condiciones de conducir. No sé dónde narices he puesto las llaves. - murmuró.
Fue a su habitación a buscarlas y Víctor me atrajo hacia él, para abrazarlo. Era la primera vez que lo abrazaba. Me separé de él y le sonreí.
Esperé a Diego sentada en el sofá con la televisión encendida mientras miraba mi móvil. Entré en el Instagram de jbcrewdotcom y vi fotos de Justin en Ibiza con su padre, Jeremy. Aguanté la respiración, ese hombre nunca me había causado mucha confianza. Siempre se había mostrado distante conmigo y me miraba de una forma que no me gustaba un pelo.
Diego entró y suspiró. - ¿Vamos a la cama? - asentí y me levanté. Apagué la televisión y lo seguí a la habitación.
No era la primera vez que dormía con Diego. En nuestro viaje a Florencia, tuvimos que dormir los siete en cuatro camas. Que yo durmiera sola no era factible, y Teresa quiso dormir con Tamara solo para molestarme y que durmiera con alguno de los chicos, ya que "necesitas relacionarte con hombres."
Me acosté y Diego no tardó en meterse, sin camiseta y con unas bermudas. - ¿Podrás dormir? - me preguntó.
— Por supuesto, estás hablando con la señora marmota.
Diego rio y lo observé poner sus manos tras su cabeza y mirar hacia el techo. - ¿Qué piensas?
— En todo el trabajo que tengo para mañana.
Diego era informático y le iba muy muy bien, por eso podía permitirse vivir solo.
— Siento tener que hacerte levantar tan temprano.
— No lo sientas. Me gusta llevarte. - le sonreí de lado y cerré los ojos.
_____
Estaba de nuevo en el aeropuerto, mirando la gente que había esperando para pasar el control de seguridad. Estaba cansada de cargar con la maleta de un lado a otro. Miré a Diego, que tenía metida sus manos en los bolsillos mientras miraba hacia el frente. Bajó su vista para encontrarse con mis ojos y sonrió.
— Ten cuidado.
— Lo tendré. Aún queda tiempo. ¿Por qué no compramos algo para desayunar?
Facturamos la maleta y después fuimos a desayunar. Estábamos en una tienda, comprando alguna chocolatina. Había gente delante de nosotros, así que esperamos en silencio. Diego pasó su brazo por mis hombros y rodeé su cintura con mi brazo. Me apretó contra él y levanté mi mirada. Diego me miró y se acercó a mis labios. Dejé que sus labios se posaran sobre los míos, sintiendo la calidez de su abrazo y sus labios. Se separó de mí y escondí mi rostro en su cuello.
¿Por qué siempre aparecía alguien en mi vida cuando Justin lo hacía?
Apareció Adrián y Justin volvió a mí. Apareció Christian, y el destino quiso que volviéramos a encontrarnos. Y ahora Diego.
Pagamos la chocolatina y fuimos de nuevo al control de seguridad. - Llámame cuando llegues.
— Vale - mordí mi labio.
— Ten un buen vuelo, Abigail.
Le sonreí. Diego puso su mano en mi cuello y acercó mi rostro al suyo. Miré sus ojos. - Deja de llorar por quien no te merece, ¿vale? Estaré aquí cuando vuelvas. - besó mi frente y me dejó ir, dejándome confusa. ¿Por qué ahora?
El vuelo se retrasó dos horas y quise tirarme de los pelos de la desesperación. Apenas me quedaba batería en el móvil y odiaba esperar.
Llegué a Alemania a la hora de comer. Cogí el bocadillo que tenía en la mochila y empecé a comérmelo mientras el hombre encargado de llevarme al hotel me guiaba hasta el coche. Comí en el coche y miré por la ventana.
Les envié un mensaje a Diego y a mi hermano de que había llegado bien.
Me tumbé en la cama de ese lujoso hotel y entré en instagram.
Diegowolf: Cuando abbycruz se cuela en lo que podía ser una de tus mejores fotos.
Sonreí y llamaron a la puerta. Me levanté y dejé el móvil en la cama. Abrí la puerta para ver allí a Justin. – Hola – me saludó. - ¿Cómo está tu madre?
— Está bien.
Justin asintió. - ¿Me dejas pasar para que hablemos más tranquilos? – me aparté de la puerta y Justin entró. Miró hacia mi móvil encendido, lo cogió y miró la foto. Tiró el teléfono a la cama y se puso a mirar por la ventana. – Mi padre está aquí. Esta noche saldré con él a dar una vuelta. – se giró para mirarme. Sus manos estaban en sus bolsillos.
— Vale
Justin ladeó la cabeza, observándome. – ¿Has comido?
— Sí, he comido. – él sonrió y miró mi móvil encima de la cama. Lo cogió y miró la pantalla frunciendo el ceño.
Me acerqué a él y vi que era Diego. Le quité el móvil y lo cogí. – Después te llamo – colgué y miré a Justin.
— ¿Quién era?
— Un amigo.
— Un amigo – repitió. - ¿Diego? – Asentí. - ¿Tienes algo con él? – negué con la cabeza.
Cogí mi bolso y lo miré. - ¿Vamos? - dije señalando la puerta de la habitación.
- ¿Donde vamos?
- Tú, no lo sé. Yo a ver Berlín, no me puedo creer que esté aquí - sonreí abiertamente.
Justin frunció el ceño. - ¿Sola?
- Tengo un mapa. - saqué el mapa del bolso y lo abrí, enseñandoselo. - Mira, estamos aquí. - Justin aguantó una parte del mapa y señalé nuestro hotel. - Y lo que está con una cruz es lo que tengo que ver en estos días. He buscado información de como ir, y las paradas de metro que tengo que coger.
- ¿Cuando lo hiciste?
- En casa. En Islandia me aburrí mucho y apenas vi nada. Voy a viajar por Europa y tengo que aprovechar las oportunidades. - cerré el mapa.
- Pero no puedes ir sola.
Lo miré. - No me pasará nada - le sonreí suavemente. - ¿Confías en mí? Además llevo un palo selfie - lo saqué del bolso. - Para hacerme fotos. - miré el reloj de mi muñeca. - Uy, vamos - caminé hasta la puerta, cogiendo antes la tarjeta de la habitación.
Justin salió y me miró mientras guardaba la tarjeta en el bolso. - Has cambiado - le dije.
Frunció el ceño. - No he cambiado.
Puse mi mano en su mejilla viendo como él no era el de antes. Su actitud, su mirada sin maldad, ya no estaba. Ahora siempre estaba a la defensiva, preparado para atacar. - No eres el mismo chico de siempre. Te enviaré fotos - sonreí emocionada. - ¡Adiós! - me despedí.
______
Me llevé toda la tarde visitando la ciudad y pedí la cena para que me la subieran a la habitación cuando llegué.
Estaba cenando cuando llamaron a la puerta. Justin se encontraba allí, sin camiseta y con su portatil. - Vengo a invitarte a ver una película. Imagino que no sabes alemán.
Sonreí. - No, aun no lo manejo. Pasa.
Lo dejé entrar y Justin miró con aprobación mi comida. - ¿Cómo fue tu tarde de turismo?
- Bien - cogí una patata frita y la metí en mi boca. - Vi la Puerta de Brandeburgo, la catedral, un museo judio... - me encogí de hombros. - Es impresionante la de cosas que hay aquí.
Me senté a su lado en la cama. - ¿Vienes mañana conmigo al centro comercial? También pensé en hacer skate o jugar al baloncesto... - se encogió de hombros.
- Te acompañaré al centro comercial - me apoyé en su hombro para ver que película estaba poniendo. - ¿Qué película es?
- Es de intriga, para que no te quedes dormida.
Reí y me metí entre las mantas. - Bien pensado.
Justin se metio entre las mantas, a mi lado, apoyandose en el cabecero con almohadas y cojines detrás para estar cómodo y él abrió su brazo, para que me apoyara en su hombro.
Apagué la luz y me recosté en su pecho. Había frases que no entendía en la película, y me costaba coger el hilo a veces, así que mis ojos se fueron cerrando poco a poco.
Sentí a Justin rozar mi mano y abrí los ojos para ver como sus dedos cogían sutilmente los míos. Su otra mano empezó a acariciar mi cuero cabelludo y eso es lo que necesité para quedarme dormida.
.*.
Parece que Justin no sabe como hacerlo. ¿Se quedará Abby con Diego? O ¿Su corazón tirará a otro lado? ¿Traerá Jeremy algún problema?
Ahora viene el drama :3 votos y comentarios para el primer capitudrama!
Canción: Rebecca Black - The great divide.