Princesa de un castillo de mo...

By Bermardita

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Una indefensa joven llega a un castillo encantado para casarse con el amo de las bestias. Además de las lamid... More

SINOPSIS
PRIMERA PARTE
1. Esencia de bestia
2. Única en un mundo roto
3. En el bosque Kejo
4. Sonrisas
5. Los señores del castillo
6. Atrapada en un castillo lúgubre
7. Al amo le fascina las mujeres bonitas
8. Sauto Jhören
9. Pequeño monstruo
10. Verdaderos monstruos
11. Sauto Jhüen
12. Linda mascota
13. Márchate
14. Fuera de lugar
15. Indivar
16. Fiesta de disfraz
17. Sauto Nord
18. En el pueblo
19. Ama
20. Una joven poco agraciada
21. Las manos de una doncella
22. Pretendiente inesperado
23. Niño gato
24. Mentirillas
25. Jamilé
26. Rías
27. Un nombre repulsivo
28. Monedas de oro
29. Nombre real
30. Con los pueblerinos
31. "TORPE"
32. Algo se siente incorrecto
33. En el bosque
34. ¿Sauto?
35. Vestidos y joyas
36. Promesa
37. En una noche lluviosa
38. Veneno
39. Magüen, un gato peculiar
40. Irreal
41. Pensamientos frágiles
42. Culpa y dolor
43. Curiosidad
44. Naseen
45. Engaño y recuerdos
46. En el abismo de los recuerdos
47. Una niña de ojos alegres
48. Despertar
49. Como si fuera la primera vez
50. Lo que un ser humano jamás debe olvidar
51. Cambios bruscos
52. La peor aberración
53. Eres deliciosa
54. Su obscenidad, su lado oscuro
55. Éfar
56. Princesa de un castillo de monstruo
57. Somos tres...
58. Sucumbir a la soledad
59. Los verdaderos deseos del amo
60. Inesperado y veloz como un suspiro
61. Como mi señora
62. Más cerca de ti
63. Beso apasionado
64. Lo terrible de Sauto
65. Prometidas
66. Festín
67. El secreto bajo la rosa
68. Promesa
69. Castigo
70. Gael
71. Lo que fue
72. Pulsera
73. Enormes criaturas
74. Alguien de pocas palabras
75. Sin este molesto vestido
76. Pesado
77. La señora del castillo
78. El titiritero
79. El peso de una promesa
80. Devorar
81. Condena y amor
82. Sin vida
83. Ki y Suo
84. Último suspiro
86. Miedo, tristeza e ira
87. Monstruo imprudente
88. Criatura sin rostro
89. Hacer esto y aquello
90. Ilusión cruel +18
91. No te comeré si no quieres.
92. El pecado de Nord
93. Poder superior de la Sra.
94. Sirviente fiel
95. Energía agresiva
96. Instintos salvajes
97. A merced de la noche
98. A merced de las bestias
99. A merced de la luna
100. Hijos de la luna
101. Bestia sedienta de sangre
102. A ese monstruo amable
103. Puedes llamarme Sauto
104. Hija de la luna
105. Lamidas descaradas
106. Dominar a las bestias
Sauto (capítulo especial)
107. Monstruo indiferente
108. Más caliente y profundo
SAUTO (capítulo especial 2)
109. Eres mía
SAUTO (explícito deseo +18)
110. Lujuria
111. Monstruos y linaje
112. Lascivia 🔞
113. La oscuridad de Sauto
114. El pecado de Sauto
115. Obscenidad 🔞
116. Niños monstruos
117. Deseo y placer
118. Reina de la noche
119. Deidad caída
120. Gael, el cuervo rojo
121. En una posición de poder
122. El tabú de los cuervos
123. Una criatura que fue olvidada
124. La tumba del señor
125. Antes muerto que ser una bestia
126. Cementerio de monstruos
127. Suo y Ki
128. Una bestia es una bestia
129. Noches de luna nueva
130. Bestia sin raciocinio
131. Mientras exista el deseo
132. Lo inmoral
133. Lo obsceno
134. Caprichos y deseos
135. Sensualidad masculina
136. Noche de luna llena
137. Bendición del cielo
138. Horror y miedo
139. Quinta reverencia

85. Perecer como el monstruo más fuerte

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By Bermardita


Disfrútenlo, monstruitos <3


***

¿Suo?

Si mal no recordaba, el Suo era la parte que confería a los monstruos su naturaleza salvaje y su percepción de miedo y deseo de vivir.

—De él le quería hablar —prosiguió Gael, haciendo una breve pausa para inhalar aire e irla soltando despacio—. Un suo concentrado puede ser peligroso incluso para mí. No tienen raciocinio, son solo bestias salvajes.

No me lo parecía. Realmente no parecía que fuese solo una bestia salvaje.

—¿Eso es cierto? —inquirí, dudosa.

—No tiene Ki.

—Pero dijiste que Sauto podía crear su propio Ki o Suo, lo que hiciera falta.

—Una versión de ambos.

—¿Entonces? ¿Y el Ki de Sauto está...?

—En la otra habitación.

Aparté las sábanas de inmediato dispuesta a bajar de la cama. Cuando creí haber entendido un poco cómo funcionaba el Ki o Suo, lo que fuese que eran realmente, me topaba con una pared enorme que me imposibilitaba llegar a la verdad. Parecía estar fuera de mis limites entender la verdadera naturaleza de los monstruos. ¿Cómo funcionaban realmente? ¿Todo se resumía en el Ki o suo?

¿La magia de los monstruos nacían de esos dos elementos?

¿Cómo funcionaban?

No. Quizá la complejidad del asunto aplicaba a Sauto nada más. Parecía ser que todas las leyes conocidas no le afectaban, ni se incluía en el mismo grupo que el resto de monstruos, como si él fuese hecho de manera distinta.

Bajé los pies descalzos al suelo, me acomodé el vestido de dormir de seda blanca para cubrir bien mis piernas.

—¿A dónde va? —preguntó Gael.

—Dices que dormí dos semanas, ¿Sauto sigue en la otra habitación?

Gael asintió, extrañado.

Me encaminé hacia unas de las ventanas abiertas, me atreví a mirar el exterior con una expresión triste. Descubrí el mismo escenario que la última vez. Nada había cambiado. Los monstruos permanecían aglomerados frente al castillo, soltado quejidos y caminando sin dirección alguna. De no ser por la información que Gael me proporcionó del tiempo, jamás me hubiese percatado de la cantidad de días que había transcurrido.

—¿Por qué no hacen nada? —quise saber, refiriéndome a los monstruos.

—Por desgracia, no poseo la sangre de Sauto para responderle esa cuestión. Sauto... estará bien —agregó no muy seguro.

¿Bien?

Tal vez necesitaba una nueva definición de lo que era estar bien. Los monstruos actuando extraño, la información del Ki y Suo, el monstruo escondido en una cueva, el sueño y el hecho de que el cuerpo de Sauto seguía en la otra habitación a pesar de estar muerto... todo eso era realmente imposible de creer y asimilar.

—¿Te importaría explicarte? —pedí.

—Creo haber dicho lo necesario.

—No, no es así.

Él soltó un bostezo bastante largo.

—Créame, si Sauto estuviera muerto... usted lo sabría. Yo lo sabría, ellos... —señaló los monstruos hacia el exterior—, se lo dirían.

—Lo sé.

—No, no, no me refiero a eso. Usted asimiló que él está muerto basándose en las reacciones normales del cuerpo humano. Sauto no es un humano, nada de él es humano. Sigue vivo, su corazón late todavía... aunque bastante débil.

Permanecí en silencio. Estaba segura de haber percibido bien... pero quizá sí me había equivocado.

—De cualquier forma, necesita escucharme y debe decidir qué hacer cuando le termine de contar lo que necesita saber. Permanezca en cama. Iré por su desayuno, comerá y luego procederé a contarle.

Asentí. Quería que iniciara a contar para por fin estar cerca de la verdad, pero conociendo a Gael, dudaba que fuera a hablar antes del desayuno. Debía consumir la comida no tan deliciosa que le gustaba preparar, negarme estaba fuera de mis limites o realmente ofendería a Gael. Por mi bien, no debía enfadarlo ni rechazar su comida.

Cuando él salió de la habitación, aproveché la oportunidad para escabullirme en la habitación de Sauto, donde encontré la misma figura masculina inerte sobre una cama. Caminé hasta él y noté que las sábanas poseían otro color, incluso la vestimenta de Sauto era diferente. Al llegar al pie de la cama, descubrí un recipiente de metal con varios trapos blancos húmedos.

Gael lo había estado cuidando y limpiado su cuerpo. No se me dificultaba imaginarlo al lado en esta cama, remojando los trapos e ir por más agua y repetir el proceso sin quejarse, sin soltar sus acostumbrados gruñidos o sus balbuceos quejumbrosos. Gael sentía una gran devoción cuando se trataba de Sauto.

No era solo Gael, todos los habitantes del castillo.

Las marcas en el cuerpo de Sauto seguían visibles. Quería tomar su mano con la mía, sentarme al lado de esa cama mientras tomaba su mano y acariciarlo; sin embargo, recuerdos de la última vez se arremolinaron en mi cabeza. No podía ni hacer eso.

Él me rechazaría.

Volví a mi habitación antes de que Gael se percatara que me había escabullido a este sitio. Me subí a la cama y me metí parcialmente bajo las sábanas. Apoyé la espalda sobre unas almohadas y miré a mi alrededor. Ahora lo recordaba. Analicé mejor mi entorno y noté que el lugar era más espacioso que de costumbre. Faltaban muebles. Él debió haber retirado y limpiado el destrozo que ocasionó en su entrada escandalosa.

Poco después, Gael entró con una bandeja y me preparé mentalmente para lo que fuese que iba a ingerir esta mañana. Lo dejó sobre mis piernas y me invitó a probarlo. Había una taza con una extraña sopa, café humeando a un lado y algo de aspecto... deforme.

Le sonreí con timidez.

Opté por iniciar por la sopa, lo cual no tenía mal aspecto... pero tenía la certeza que algo saldría mal si era Gael quien lo preparaba. Le di mi primer sorbo con un cubierto de plata. Salado. Era demasiado salado... como de costumbre.

—¿Cómo sabe?

—Está rico —mentí.

Gael hincó el pecho con orgullo.

—Como no sería de otra forma —dijo con presunción.

Probé el café, esperando que al menos tuviera un mejor sabor. No debí esperar mucho. Sabía amargo y demasiado dulce a la vez. Hice una mueca.

—¿Qué sucede?

Demonios.

—Me quemé. —Sonreí con nerviosidad.

—Torpe.

Él se acuclilló al suelo, retirando debajo de la cama un recipiente con agua. Tan pronto Gael se levantó y asimilé lo que eso significaba, el mal sabor del desayuno desvaneció de mi paladar. La vergüenza se hizo presente de sopetón. ¿Era lo que imaginaba?

Gael me observó, extrañado, siguió la dirección de mi mirada. La forma en la que intercambiaba la mirada entre el recipiente y él, en un vaivén cansino que acabó por dejar expuesto mis pensamientos. Sentí el rostro enrojecido y eso fue lo último que él necesito para comprender qué sucedía.

—Ah, si —dijo él con indiferencia—. Lo quiera o no, es la señora de mi amo, y es mi deber cuidarla en cuerpo y alma en su ausencia.

Cerré los ojos, deseé desaparecer por un instante. ¿Por qué tenía que ser así? Por suerte, en ese momento, Gael abandonó la habitación, dejándome sola y dándome el tiempo necesario para asimilar la vergüenza.

No me costaba imaginarlo limpiar el cuerpo de Sauto, pero que él se molestara en hacer el mismo proceso conmigo era una historia completamente distinta. No le agradaba, había visto mi cuerpo y... tocado. La sensación que se me instaló en el pecho no podía desaparecer. Entre la timidez y el temor, acabé mi desayuno como una forma de desahogo.

Poco después, entró Gael acompañado de Jhüen, actuando con indiferencia, como si nada hubiera pasado; y probablemente eso había sido para él: algo irrelevante y sin importancia. Toda vergüenza se disipó tan pronto vi a Jhüen con el semblante demacrado y débil. Lucía demasiado pálido.

—Jhüen —balbuceé.

—Parece que se encuentra mejor, señorita. Eso es bueno.

—¿Se siente... bien?

Tan pronto asintió, lo vi toser y dar arcadas, escupiendo sangre de la boca. Gael le pasó un trapo al instante, como si estuviera esperando ese ataque de tos. Era evidente que su salud no estaba en las mejores condiciones.

—¿Qué sucedió? —quise saber.

—Nada importante —contestó Gael, sonriendo—. Solo es un castigo delicioso.

Jhüen lo miró mal.

Gael carcajeó.

No dejé de observar a Jhüen y tampoco tuve el valor de ir a encontrarlo. Jhüen se cerró la puerta a su espalda, donde se recargó y fue deslizándose despacio sobre ella hasta caer sentado al suelo, con el trapo cubriendo su boca.

—Procedamos entonces —dijo Gael.

—¿Seguro que él estará bien? —insistí.

Gael soltó un suspiro exasperado.

—No morirá fácilmente, por desgracia —habló con evidente molestia. Desconocía si su enojo nacía por mi pregunta o por el hecho de que Jhüen no moriría con facilidad, con Gael nunca se tenía certeza el porqué de su enojo. Aunque debía agregar que Gael miraba a Jhüen por encima de los hombros con desprecio y con cierto aire de superioridad—. Ahora bien, ¿ya podemos hablar de lo que realmente importa? El hibrido puede cuidarse solo.

Quería preguntar más, saber de las muchachas, donde había estado Jhüen todo este tiempo, pero con el humor de Gael, parecía imposible obtener respuestas concretas.

Asentí con la cabeza, insegura.

—Si no se siente preparada, puedo contarle otro día —sugirió Gael con disgusto. Su atención puesta en mi debió haberle indicado algo y malinterpretar mi inseguridad por indisposición.

—No, tiene que ser ahora—me apresuré a decir—. He vivido huyendo toda mi vida... por favor, Gael, cuéntame más.

Escuché que Jhüen soltaba una risa.

—Haz silencio —le dijo Gael.

—¿Cree que algo cambiado? —preguntó Jhüen sin dejar de observarme—. Desde que salió de la casa de su padre, ¿ha cambiado algo?

—¿Eso importa? —interrumpió Gael.

Asentí con un movimiento ligero de la cabeza. Nadie más que yo podía conocer hasta qué punto había llegado a conocerme a mí misma, a descubrir eventos que desconocía de mi propia vida. ¿Había crecido? ¿Seguía siendo la misma mujer débil? Claro que sí. ¿Seguía en mí rastro de las enseñanzas de mi supuesto padre? ¿Qué tanto había avanzado?

¿Había cambiado algo?

No lo sabía y no importaba, mientras tuviera la certeza y creyera en mi misma, tenía la sensación de hacer tanto como quisiera. Debía aferrarme a mis ideales y no dejar que otra persona influyera en mis creencias y en mis sentimientos. Era libre de sentir y actuar. Ahora poseía libertad, era lo único que realmente deseaba.

Nadie más que yo podía limitarme; y si el asunto con Sauto salía mal, al menos, me iría con satisfacción. No era más una muñeca vacía, no era más una mujer con ataduras, no era más una muchacha hermosa con un precio.

Tenía nombre, un pasado, una vida y cicatrices. Reí. Era alguien. Contrario a lo que siempre creí, tenía una significancia y relevancia, alguien me escuchaba. Era la persona de alguien.

Gael soltó un suspiro exasperado.

—Perdón —le dije—, puedes seguir.

—Gracias —comentó, malhumorado.

—Sauto no puede verla —habló Jhüen para la sorpresa de Gael y mía—. Mientras controlé su cuerpo, había algo que jamás conseguí hacer. Sus ojos no pueden verla.

—¿Deberíamos partir justo ahí? —inquirió Gael, pensativo—. Pregúntele cómo vio el mundo a través de los ojos del amo.

Parpadeé.

—Te está escuchando, Gael —espeté. ¿Qué le ocurría de pronto?

—El mundo es exactamente igual. —Jhüen contestó, soltando una risa burlona—. ¿Cómo se vería el mundo para ti si no tuvieras ojos? Pero... —Guardó silencio un instante—, si tuviera que describirlo de algún modo, diría que... oscuro.

Gael soltó un bufido.

—No entiendo por qué pregunté.

—¿Puedo preguntar algo? —me dirigí a Jhüen, quien asintió—. Magüen dijo una vez que cuando Sauto abría los ojos... algo pasaba. Nord creo que dijo algo similar.

Él pareció pensativo.

—Las marcas que Sauto posee en el cuerpo se originan en sus ojos. No puedo controlar esas cosas, son indomables. Es como si tuvieran vida propia. No podía abrir los ojos tan descuidadamente o perdía el control total del cuerpo.

—¿Cree que Sauto tampoco puede controlarlas? —pregunté.

Jhüen sacudió la cabeza en negativa.

—Niña ingenua —habló Gael, riendo con burla e incredulidad.

Por el contrario, Jhüen se explicó con más claridad sin recurrir a la burla para humillarme y hacerme sentir menos por no comprender.

—Eso no es el problema. Cada vez que abría los ojos de Sauto, ciertamente el mundo se siente diferente; no sé cómo expresarlo. Él no abre los ojos no por la misma razón que yo no lo hacía. No es tan débil.

—Él no quería hacerlo —agregó Gael. Jhüen asintió—. A lo largo de mi vida, siempre consideré que no existía un oponente tan fuerte y poderoso para mí. Me enfrenté a monstruos enormes y que eran temibles. Bestias que ocasionaron el horror en la tierra. Sin embargo, mientras más salía vencedor en una pelea, más perdía, más aburrido se volvía las victorias. Hubo un humano que se atrevió a desafiarme por orgullo y por algo que llaman honor. Se suponía que era el humano más fuerte. Una barbaridad, una burla. Luego de eso, entendí que, en este mundo, no existía alguien más fuerte que yo, por eso decidí en su tiempo morir de una manera gloriosa.

»Iba a perecer como el monstruo más fuerte a mano del más fuerte.

Abrí los ojos por la sorpresa. Gael guardó silencio unos instantes. Aunque poseía dudas y preguntas sobre ese relato de él, no me pareció correcto abrir la boca ahora.

—En algo me equivoqué —dijo al fin tras esa pausa—. No soy el monstruo más fuerte ni el más poderoso. Decido a acabar con mi propia vida, sin esperanza alguno, de pronto percibí una presencia realmente aterradora... y a su lado estaba el monstruo más fuerte. Aparecieron de la nada.

—Recuerdo ese día —habló Jhüen—. Sauto y Nord caminaban a la par, no existía criatura en el mundo que fuese capaz de darles pelea.

—Así es. Lo entendí en el momento en que los noté. Yo era fuerte, pero no estaba al nivel de ninguno ellos. Ni siquiera pude moverme de mi sitio, solo me quedó aguantar la respiración esperando que no me notaran.

Gael soltó una risa, parecía feliz y nostálgico al mismo tiempo mientras rememoraba eventos pasados. De pronto me vi interesada en querer saber más. Quería conocer cómo había llegado cada uno de los monstruos al castillo, ansiaba saberlo. Tal parecía indicar que cada uno tenían algo para contar, una historia con Sauto que yo no sabía. Ansiaba poder escucharlo. Quería conocer más.

Si conseguía de alguna manera hacer que Sauto volviera y los monstruos regresaran a la normalidad, me prometí a mí misma preguntarles a ellos la historia que compartían con Sauto. Ver a Gael contar el suyo me dejando fascinada.

Gael endureció la expresión tan pronto me miró. Se aclaró la garganta y prosiguió:

—Si Nord es el monstruo más fuerte, Sauto es la criatura más fuerte y poderosa que existe en el mundo. Mi primer error fue creer que había recorrido sus recovecos. Mi segundo error fue pensar que podía plantarme a ellos cara a cara en una pelea cuerpo a cuerpo. ¡Qué ingenuo era!

—¿No puedes? —articulé.

Tan pronto hablé, temí haber roto la burbuja de la plática.

—No —respondió Jhüen—- Nadie puede.

¿Jhüen tampoco?

Ahora estaba confundida. Creí que Jhüen y Gael eran los monstruos más fuertes, pero temían estar frente a Sauto y Nord. ¿Qué tan poderosos eran esos dos?

—¿Por qué no?

—No es una sorpresa que usted esté confundida. Siempre ha estado en el castillo y dudo mucho que conozca el basto mundo que hay afuera. Es enorme. Y el amo jamás mostraría su poder a nosotros... y nunca se ha involucrado en peleas innecesarias. No, dudo mucho que haya peleado cuerpo a cuerpo con alguien.

—Siguen sin responder mi pregunta —musité.

—No se puede hacer nada contra Sauto realmente —afirmó Jhüen—, el miedo paraliza a sus oponentes. A menos que no se tenga sentido de temor, quizá haya una posibilidad mínima de salir vivo en su presencia. Estar frente a Sauto como un oponente nos obliga a considerar una decisión importante: la de decidir plantar una pelea o huir como un cobarde. Elegir lo segundo sería lo más sensato.

—¿Es por esa razón me preguntan si tengo miedo de él? —inquirí.

Gael bajó la cabeza y Jhüen miró a otro lado.

Sus actitudes evasivas decían todo lo que quería escuchar. El miedo era clave. Comenzaba a comprender qué querían decirme y lo que deseaban de mí. ¿Pero lo lograría? ¿Podía hacerlo?

Si lo pensaba bien, esto era una completa ironía. Durante mucho tiempo pensé en las quimeras como seres repugnantes, sin considerar que terminaría enamorándome de uno. Unas bestias salvajes acabaron con mi familia, sin esperar que sería salvada por uno. La criatura más fuerte y poderosa se encontraba en problemas, y debía afrontar mi miedo por los monstruos para intentar salvarlo. ¿Qué podía hacer una muchacha como yo frente a una criatura como él?

Probablemente nada.

No podía hacer nada.

Solo era una humana.

Entristecida, bajé la mirada a mis manos y jugué con mis dedos.

—Él la escucha... —habló Jhüen—. Entiendo que usted se sienta insegura. Frente a un poder abrumador puede enloquecer a cualquiera, incluso a los más valientes. Pero poseo la certeza de que usted es la única persona que puede llegar a él. Sauto la escuchará.

—¿Cómo está tan seguro? ¿Qué podría hacer yo si ustedes no pueden hacer nada frente a él?

—Él no nos escucha —continuó Gael. Me volví hacia él—. En una pelea no podemos hacerle frente.

—Tú me dijiste que el monstruo en la cueva era la concentración del Suo de Sauto... ¿es con él con quien debo hablar?

Él asintió, con una expresión neutra.

—Dijiste que no tenía raciocinio.

—No lo tiene.

—¿Entonces?

—Iremos con usted. Si corre peligro, no la forzaremos más. La llevaré a un sitio lejos del castillo tal como debió haber sido desde el principio.

Tampoco quería eso.

¿Por qué era tan complicado?

—Háblenme más del Suo.

Gael asintió sin evadirme. La rapidez con la que aceptó seguir contando me sorprendió, ¡jamás era tan cooperativo conmigo!

—Ha existido una discrepancia entre el Ki y Suo de Sauto, como dos personas incapaces de ponerse de acuerdo.

—Como Éfar y tú.

Una comparación absurda que facilitaba relacionar. Gael rio y asintió, luego continuó.

—Esos dos elementos deberían concordar, ser uno mismo, pero con Sauto es diferente. Hubo ocasiones en las que predominaba el Suo en el cuerpo, entonces todo era más relajado, precavido, oscuro... lascivo, con una locura irrefrenable. —Gael sonrió, su semblante se volvió cálido cuando habló de la contraparte de Sauto—. Su Ki es tranquilo y amable, y... y... y aunque no debería ser posible, desarrolló temor por su propio Suo.

»No digo que sean entidades diferentes, solo que a veces se dejan dominar por el otro. Entonces comienzan un ciclo interminable, en donde el Ki disfruta de lo que hace el Suo y viceversa. Durante el proceso vuelven a unirse hasta que predomina uno. En ocasiones, el Suo controlaba varios días y, mientras estaba en libertad, realizaba un montón de obscenidades. Al ser incapaz de controlarlo, el Ki se inducía a un sueño profundo.

—¿Cómo ahora?

—No. Es diferente. Esta vez no fue el Ki. —Gael miró a Jhüen con desprecio—. Si no fuera por este hibrido imprudente, probablemente nada hubiera pasado.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando Sauto durmió, este titiritero encontró el cuerpo del amo como una marioneta que debía manipular.

Jhüen apartó la mirada.

—El problema que hubo con esa manipulación es que el Suo despertó primero.

—Mi manipulación es perfecta —añadió Jhüen apresurado—, no sé qué falló. Antes de darme cuenta, algo había cambiado y... hacía cosas obscenas —finalizó, apartando la mirada.

—Admítelo, un hibrido es un hibrido.

—El Ki despertó después cuando era demasiado tarde. Se enfureció, maldijo, lloró... y era el único culpable de su sufrimiento. Mi pecado es irreparable, mi castigo no será suficiente. —Jhüen cambió de posición. Se apoyó sobre sus rodillas y bajó la cabeza al suelo, humillándose—. Por eso, por favor, estoy dispuesto a darle mi vida para protegerla si solo intenta hablar con el Suo. Una vez basta. Solo una vez. No permitiré que algo malo le pase.

—Levántese. Levántese.

¿Por qué se estaba arrodillando? No era nadie para permitir que una persona se postrara ante mi como si fuera alguien importante. Solo era una humana.

—Debido a que el Suo despertó antes, mandó al Ki a dormir para siempre. Aunque ambos sean y deberían ser Sauto, el Suo no posee sentido de lealtad.

—¡No entiendo cómo figuro en esto! —Exclamé con ímpetu—. No entiendo. Ustedes no dejan de decir que él no tiene raciocinio ni lealtad, pero aun así pretenden lanzarme a él. Yo no quiero abandonarlo y tampoco tengo la certeza, la seguridad y la confianza de lograrlo.

—No le hará daño, le hizo una promesa. Además, él la reconoce. Yo sé que la reconoce.

—¿Por qué estás tan seguro?

Él seguía sin levantar el rostro. Una parte de mi lo agradeció, la otra parte quería ver el rostro de Jhüen al pronunciar sus siguientes palabras.

Unas palabras que acabaron por romper algo en mi interior.

—Yo organicé el ataque que le dejó esa marca en su cuerpo —comentó sin titubear.

Abrí los ojos un poco más, algo se apretó en mi pecho.

—¿Por qué? —inquirí.

—Sospechaba que algo andaba mal. Entonces decidí provocar a Sauto de diferentes maneras para ver su reacción.

No. No. No. No.

De todas las personas, ¿por qué tenía que ser él? ¿Por qué?

—Fue el Suo quien la salvó esa noche —añadió entonces—. Recuerdo que llegó al castillo desesperado e hizo lo imposible para mantenerla con vida. Fue el Suo. Siempre fue el Suo.

Llevé mis piernas a mi pecho. Tenía miedo de estas personas. Tenía miedo de sus acciones, de sus palabras... de mi sueño y cómo este Suo que parecía haberme salvado me mataba varias veces.

—No siempre estuvieron separados —siguió hablando Jhüen y no lo detuve, aunque ya fuese demasiada información que debía procesar y asimilar—. Ki y Suo fueron uno mismo en el pasado. Algo grande debió haber pasado para crear una distorsión enorme en Sauto.

—Ah, su pecado —habló Gael—. Ese pecado.

Pecado...

Recordaba que el monstruo de la cueva había dicho lo mismo. ¿Tantas coincidencias podía ser posible? No. Probablemente el sueño era real que de alguna forma y razón desconocida se mostraba ante mí. No poseía control alguno ni conciencia de lo que sucedía ahí, me limité a ser el anzuelo que debía quedarse sufrir en carne propias el terrible sufrimiento de morir incontables veces.

—Te amo...

—Muere.

—¿Qué sabes de eso? —Me dirigí a Gael, esperando que él me lo aclarara.

—No tengo permitido decirlo, no debo hacerlo. El amo me odiaría, no quiero que él me odie.

—¿Por qué?

—Puedo contarle algo en su lugar.

—¿Qué es?

—Así como Sauto no fue incompleto toda la vida, tampoco mantuvo los ojos cerrados siempre. Eso sucedió después de conocerla.

Extrañada, agregué:

—Explícate mejor.

—Después de dejarla a manos de ese humano, se arrancó los ojos.

¿Eh?

—¿Qué?

"Para no verla morir" dijo. —Fueron sus únicas palabras, salieron de su boca con una suavidad tan impropio de Gael. 



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Gracias por leerme <3 

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