Disfruten el capítulo, monstruitos.
***
Una cama ancha.
Ese fue el primer pensamiento que me asaltó tan pronto abrí los ojos. Unas sábanas oscuras cubrían mi cuerpo desnudo...
¿...desnudo?
Una risa en el cuarto atrajo mi atención al instante.
—¡Sauto! —exclamó—. ¿Qué significa esto?
—No se preocupe. No la vi en absoluto.
No iba a creerle. Nadie más qué él y yo usábamos el raciocinio en este castillo.
—¿Entonces quién me desvistió?
—Bueno, verá... —Su figura corpulenta comenzó a distorsionarse en una forma diferente y delicada. De pronto una mujer bella de rasgos suaves y con una expresión traviesa tomó forma ante mis ojos—. Yo lo hice —pronunció, sonriendo con una terrible inocencia.
De pronto sentí me acalorada, y solté un grito sofocado.
—Eso no cambia el hecho de que sigue siendo Sauto —espeté.
—¿No?
—¡Por supuesto que no!
—Pero me transformé en mujer.
—¡Pero eres un hombre!
Reí, incrédula. Me oculté bajo las sábanas para ocultar mi vergüenza y para ocultarme de él, lo que era bastante tonto. Mis acciones no iban a borrar nada, no iba a desaparecer el hecho de ser vista sin mi consentimiento.
Creí que el asunto no podría empeorar, pero cuando Sauto volvió a hablar, sus palabras fueron golpe invisibles que no pude evitar recibir.
—Las cicatrices en su cuerpo —dijo entonces—, de alguna forma, creo que sabía que pasaría.
Estaba apretando las sábanas con tanta dureza sin darme cuenta. Solo suavicé el agarre cuando escuché esas palabras. ¿A qué se refería?
—A diferencia de lo que yo creí, no se lo causé —agregó con un tono ronco, herido. Había vuelto a la normalidad, sin esa apariencia fémina y ridículamente bella.
—¿Por qué pensaría eso?
Sentí que la cama se removía. A pesar de que seguía oculta bajo las sábanas, imaginé a Sauto sentarse en la orilla.
—Solo lo consideré.
—¿Se estaba culpando por estas cicatrices?
Silencio.
—Era una posibilidad que no debía ignorar.
—No puedo entenderlo. —Sauto guardaba muchos secretos y misterios que se negaba a decírmelo. Pensaba que todo lo que guardaba en su interior causaba muchos problemas entre nosotros—. Quiero una explicación de lo que me dijo ayer antes de caer dormida.
—Solo creí que si la alejaba iba a mantenerla a salvo.
—¡¿A salvo de qué?! —bramé eufórica. Tiré con desgana la sábana y me obligué a verlo a los ojos—. ¿De usted?
Él sacudió la cabeza en negativa.
Si no era él a quien debía temer, ¿entonces quién?
—De lo que representa estar a mi lado. —Se limitó a decir—. La primera vez que la vi y la observé, no solo comprendí que usted llenaría ese vacío que llevaba en el corazón; pero al final, solo fueron fragmentos que no poseían un significado real.
—¿Qué quiere decir?
—Era un futuro realmente espantoso. —Sauto se mostraba tranquilo mientras hablaba. Alzó la mano en mi dirección y acarició con suavidad mi mejilla, siguiendo el contorno de mis cicatrices—. Un futuro en el que yo marcaba su rostro.
—Pero usted no fue.
—No, no fui yo. Pero por mucho tiempo creí que lo sería. Si yo no existía en su vida, si no hubiese forma de que nuestros caminos volviesen a encontrar, estaba seguro de que nada malo le sucedería.
—Por eso me dejó con ese hombre.
—No quería creer en un futuro en el que yo la destrozaba. No quiero destruir a alguien que me ama. —Hizo una breve pausa—. Tenía planeado ignorar esas imágenes, tenía el ingenuo pensamiento de que si me esforzaba en protegerla y cuidarla, podía cambiar el destino. Quería esforzarme en no lastimarla.
Soltó un suspiro e hizo silencio otra vez. Me miró con intensidad antes de proseguir.
—Iba a protegerla con mi vida. Lo quería hacer, y aún lo quiero, estoy desesperado por cumplirlo.
Se acercó más a mí y acunó mi rostro en sus manos.
—Quería protegerla alejándola de mí. —Sentí sus labios plantar un beso húmedo en mi frente, en mi cabello y fundirme en un abrazo fuerte—, incluso si era doloroso.
—No tiene que ser de ese modo.
No parecía escucharme.
—Pero era demasiado doloroso no tenerla conmigo... —Él rio con incredulidad—, pero tenerla lo es aún más.
—No tiene que serlo, ¿verdad?
—No importa lo que haga, usted siempre acaba volviendo a mí. Aunque me obligue a desaparecer, de alguna forma, al volver a abrir los ojos, usted está ahí nuevamente. Por mucho que me esfuerce en alejarla y soporte el dolor de no tenerla jamás, llega su olor y no puedo evitar ir a buscarla.
—No entiendo por qué quiere alejarme. Ambos deseamos estar juntos, ¿no?
—Porque llegará un momento en el que no cumpliré mi promesa. No sé cuándo o cómo sucederá, pero no podré protegerla.
Él se alejó, dejándome con un vacío debido a su ausencia repentino. Se sentía frío. Era doloroso que no confiara un poco en mí para aligerar su pesar. Sabía que no era tan confiable pero existía cosas que podía compartir conmigo, podía ser buena confidente si tan solo se me diera esa oportunidad.
—Le entregarán el desayuno en un momento —dijo antes de desaparecer.
Asentí. No importa si quería hablar, él no iba a dejarme hacerlo, había dicho más de lo previsto. Me dejó sola y tal como mencionó, entraron dos mujeres al aposento con bandejas de comida. Ayer no probé bocado alguno y no recordaba tener hambre siquiera, incluso así, mi apetito no parecía ser la mejor en los últimos días. Me esforcé en comer, debía alegrarme porque la comida tenía mejor aspecto y era más sabrosa que lo que Gael me hacía comer fuera del castillo.
Tenía motivos suficientes para estar alegre.
Al terminar, las doncellas me indicaron que me guiarían a un sitio particular donde me bañaría. Caminaban delante de mí en absoluto silencio, cual autómatas programadas para decir palabras particulares y a realizar limitadas acciones. Ambas llevaron a un sitio donde jamás había estado durante mi estadía en el castillo. Cerca de la entrada principal del castillo, una puerta abría pasos a unas escalinatas que parecían llevar a un lugar subterráneo. Había antorchas clavadas en las paredes para alumbrar nuestro paso, el camino era estrecho y la luz demasiado tenue para captar todos los detalles.
¿Esto estaba debajo del castillo? Quería preguntarle pero ninguna de ellas parecía con ganas de hablar o darme explicaciones.
Al final del esos escalones, me topé con una imagen realmente hermosa e inesperada. La distancia del recorrido había sido bastante duro pero si iba a tener semejante vista, creía que valía la pena cada paso.
El camino se expandía al final y había muchas luces. En el suelo había tres represas de agua, como pequeñas lagunas burbujeantes. Al lado de estas, clavados en el suelo, por el techo, por todos lados, emergía algo parecido a cristales que emitían sus propios brillos. Había de diferentes tamaños y formas.
—Desvístase y sumérjase en el agua de medio, por favor —habló una de ellas.
Asentí. No había nada vestimenta que pudiera retirar, solo una prenda que llevaba sobre el cuerpo. El vapor del agua llegaba hasta mi posición, envolvía el ambiente en una vista difusa. Noté que el primer estanque el agua emulsionaba, sacando burbujas en su exterior. Para prevenir que no estuviera tan caliente, introduje primero uno de mis pies, y al asegurarme de que estuviera a una temperatura adecuada, me sumergí lentamente.
A diferencia de lo que creí en una simple vista rápida, las paredes de la represa era suave y había donde sentarse en su interior. No era áspera ni resultaba doloroso para la piel reposarse en las piedras.
Lo estaba disfrutando. ¿Cuándo fue la última vez que recibía un baño increíble? No lo recordaba. En mi viaje con Gael me limitaba bañarme en ríos, con el agua helada, con temor de que alguien pudiera encontrarme. Las dos mujeres lavaron mi cabello y luego lo recogieron antes de marcharse, diciendo que me quedara sumergida un rato más para tener un efecto relajante.
Cerré los ojos y disfruté ese momento de placer, hasta que sentí que la superficie se movía de manera anormal.
Al abrir los ojos, encontré a Sauto a una distancia escasa con una bata puesta.
—Parece que lo disfruta —comentó.
—¿Qué hace aquí?
—Quería acompañarla. ¿No puedo?
Su pregunta parecía genuina. Por momentos como este, a veces Sauto me daba la impresión de que era un monstruo inocente y sin dobles intenciones, sin embargo, llegaba a mi mente sus actitudes libidinosas... entonces era imposible imaginarlo de otra forma.
Sauto era alguien que disfrazaba su perversión bajo una imagen inocente.
—¡No! —exclamé.
—¿No?
Mi negativa parecía incitarlo, a provocarlo, que se acercó demasiado en tan poco tiempo. Agradecía que llevara algo cubriendo su cuerpo, de lo contrario, habría sido realmente incómodo. Su rostro casi se pegaba al mío, con nuestras narices casi rozándose, y en toda mi vida, jamás vi sus ojos tan de cerca. Me acostumbré a verlo con los ojos vendados o cerrados, y ahora que los tenía abierto, me resultaba extraño.
E lo hizo lo que le gustaba hacer.
Una lamida en la comisura de mis labios.
Y otro.
Y otro.
—Tomé una decisión importante —dijo entonces.
—¿No puede decírmelo fuera de aquí?
—Podría.
—Entonces saldré. —Lo empujé levemente por el pecho antes de caminar y buscar donde fuera más fácil salir, pero mis planes fueron impedidas cuando él me tomó de la mano y se acercó, pegándose a mi espalda.
—¿No puede quedarse?
—No —le respondí al instante—. Estaba pensando en algo desde que hablamos, creo que es momento de decirlo. No puede pedirme que me quede solo cuando quiere hacerlo; si es tan doloroso para usted que estemos juntos, ¿no debería aliviar su dolor entonces?
Su agarre alrededor de mi mano se suavizó, me estaba dejando libre.
—¿Es lo que quiere? —inquirió.
—No.
—Entonces... no debería hacerlo. Nunca le dije que me molestara tenerla.
—¿Entonces por qué se empeña en alejarme?
Hizo una breve pausa.
—Creí que haciéndolo evitaría el futuro que estos ojos han visto.
—¿Qué futuro es ese?
—No importa, no necesita saberlo.
Reí, incrédula.
—Ah, olvidaba que usted no deja de decirme verdades a medias. ¿A qué le teme, Sauto? ¿A que sepa sus secretos o verdades?
—No hay secretos que valga la pena descubrir. Pero si tengo un miedo.
—¿Cuál es?
—La de ver a mi preciosa Jamilé sin vida en mis brazos.
Al pronunciar esas palabras, un par de brazos rodearon mi cintura con fuerza, luego la cabeza de Sauto se depositó sobre mi hombro derecho. ¿Eran temblores lo que sentía a través de su contacto? ¿Sauto estaba temblando?
Esa criatura temible que tanto pavor causaba entre monstruos, ¿estaba temblando?
No pude evitar preguntarme las visiones de Sauto. Debía ser tan horrendo para tener a Sauto de esta manera.
—Nada malo me pasará —intenté reconfortarlo, pero tampoco tenía la seguridad para afirmarlo con certeza.
—Quiero creerlo.
—¡Créalo! No me meteré en problemas. Pero si lo que vio es un futuro inevitable, no creo que esté mal, porque habré vivido sin arrepentimientos.
Él rio.
—No necesita decirlo. Todo estará bien si lo hace. No permitiré que nada malo le suceda a partir de ahora, me esforzaré para que ese futuro jamás llegue. Confié en mí.
Asentí.
—Todo va a estar bien —le dije.
Si Sauto se sinceró de esta forma, me hacía desear calmarlo y hacerle una promesa que tranquilizara su corazón y aplacara sus miedos. Iba apoyarlo y librarlo de sus preocupaciones.
Tenía la impresión de que algo realmente bueno había empezado, y quería creer que no existía forma de que se arruinara tan pronto. No ahora que por fin estábamos tan cerca del otro.
Todo iba a estar bien.
Nada malo iba a suceder.
Incluso así, estaba inquieta. Su actitud me inquietaba como nadie podría tener idea.
También tenía miedo.
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Espero que el capítulo lo hayan disfrutado tanto como a mí me gustó escribirlo.
Gracias por leerme. <3