Disfruten el capítulo, monstruitos.
***
Gael comenzó a regañarme por mi actitud desinteresada y por mi falta de voluntad de huir ante un peligro inminente.
—Sabía que vendrías, ¿cuál es el problema? —le repliqué.
Entendía su punto, por supuesto que lo hacía. Tras una noche interrumpida de sueños alocados y deseos expuestos, era evidente que mi humor no sería lo mejor del día. Si no fuese una simple humana y tuviera algún tipo de poder como Sauto o los monstruos, probablemente habría reaccionado ante cualquier amenaza. Habría destruido todo a mi alcance. A comparación de mis imaginaciones sin preceptos y absurdos, me correspondía esperar ser rescatada y aceptar mi destino. Por eso compadecía a Gael en estos momentos.
Le afectaba de gran manera cualquier cosa que fuese a sucederme, pues se le había asignado la tarea de protegerme y cuidarme en todas las circunstancias posibles hasta el día de mi muerte. Conocer esa información, e incluso así, no huir cuando debía, me hacía sentir como una malagradecida e inútil en su totalidad. Las ganas no eran mi mejor compañía en este momento, ni siquiera para discutir.
Gael pasó el resto de la mañana enfurruñando, soltando maldiciones para sí mismo, seguro pensando que nada era peor que cuidar a una mujer caprichosa como yo. Ni desayunamos por culpa de la intervención de los bandidos, por lo que nos dedicamos a abandonar el sitio y seguir caminando. Sabiendo eso, me armé de valor para pedir disculpas.
—No volverá a pasar —le dije con tristeza—. Huiré o intentaré ganar tiempo la próxima vez —agregué.
Gael se detuvo y se volvió hacia mí con una expresión neutra.
—No habrá una próxima —comentó.
—¿A qué te refieres?
—Es culpa mía por no buscar un sitio fijo donde vivir. Estoy considerando la idea de quedarnos con los humanos.
—Podríamos volver al castillo —sugerí con inocencia, sin pensarlo.
Gael hizo cierto sonido con la boca, en señal de burla.
—¿Volver al castillo? —expresó con un tono fastidiado—. El castillo es el último lugar donde la llevaría. Es peligroso.
—¿Por qué? —insistí.
Silencio.
Noté que su rostro ensombrecía y evitaba cualquier contacto visual.
—¿Gael? —lo llamé, preocupada—. ¿Qué me estás ocultando?
De nuevo, silencio.
No insistí más, aunque quería averiguar los secretos que los monstruos estaban ocultando. Solté un suspiro profundo. Lo que fuese que estuviese sucediendo en ese lugar, Sauto encabezaba el misterio. Creía a Sauto cuando dijo que el castillo era el sitio más seguro tanto para monstruos y humanos por iguales, pero también creía en las palabras de Gael al decir que ahora era peligroso. A juzgar lo sucedido en el castillo y mi último vistazo del sitio antes de partir con Gael, era evidente que la situación había cambiado de manera drástica.
Aún recordaba las criaturas grotescas en el que se habían transformado los habitantes del castillo. Su figura humana habían sido sustituidos por diversas partes de animales, pieles y apariencias terroríficas; incluso Naseen y Magüen habían abandonado sus aspectos tiernos.
—También quiero volver —balbuceó Gael para mi sorpresa—. No hay regla que me lo prohíba.
—¿Qué te detiene? —inquirí.
—El deber. —Me miró acongojado. Aunque Gael solía ser bastante conciso con sus palabras y acciones, era la primera vez que mostraba una faceta que en los últimos días jamás le vi. La vez que me acompañó al pueblo andaba de curioso y platicador, pero en nuestro viaje sin rumbo él se limitaba a hacer los cosas precisas sin cuestionarme nada.
Las palabras no surgían ni sentíamos la necesidad de romper el silencio en donde solíamos sumergirnos. Comíamos, dormíamos y caminábamos en completo silencio. Y no era incomodo, las palabras no se sentían necesarias.
Soltando un suspiro cansino, Gael preguntó:
—¿Realmente quiere olvidar a mi amo?
Prefería no darle una respuesta concreta, pero al ver su aflicción y expresión sincera, opté por decir la verdad.
—¿Que si quiero? —inquirí. Su elección de palabras me intimidaba—. No lo sé. Pero es verdad que lo sigo amando.
—Prometió olvidarlo —mencionó.
—Menos mal que soy humana —le dije, riendo—. O esto acabaría mal.
Reí, nerviosa. Gael no lo hizo.
—Lo siento —dije.
Silencio incómodo.
Gael se desvaneció en el aire. Como humo que se iba desvaneciendo en el aire se marchó hacia el cielo, dejando una sombra oscura a su paso y una suave brisa, que hizo revolotear mi cabello al aire.
Luego de unos instantes, su figura corpulenta y vestimenta negra empezó a adquirir forma delante de mí. Todo indicio de su aflicción pareció evaporarse tras su breve viaje.
—Parece que estamos muy lejos de la entrada principal del castillo —comentó, pensativo. Comenzó a ver los alrededores.
—Eso es evidente —recalqué—, hemos estado caminado por varios días.
—No me refería a eso. ¿No escuchó cuando dije "entrada principal del castillo"?
Una sonrisa se desdibujó en la sonrisa del monstruo con astucia. El brillo de sus ojos negros implicaba intenciones bien planeadas e ideas de lo más interesantes.
Un destello de esperanza de pronto brillo para mí. Quería saber qué tenía en mente o qué había estado preparando o guardando en los últimos días.
—No me diga que todo este tiempo pensó que estábamos caminando sin rumbo —espetó con una decepción evidente.
Tragué saliva, apartando la vista. No quería admitirlo. Durante nuestro viaje no hacía más que pensar que nos estábamos limitando a caminar a donde nuestros pies nos llevaran. Pensaba que para evitar a los humanos era preferible ir por la frondosidad del bosque, sin considerar otra posibilidad.
—Pero acabas de mencionar la posibilidad de quedarnos con los humano... —mencioné.
—¡Sé lo que dije! —increpó—, esa es una opción que no puedo descartar todavía.
—Si hay una entrada más al castillo, deberíamos ir por ahí —insistí, con el corazón palpitándome con fuerza en el pecho. Albergaba la esperanza de que en realidad pudiéramos volver al castillo.
—No está muy lejos de aquí. Si mis cálculos son correctos, podríamos encontrar la entrada de la barrera en este espacio.
Le eché un nuevo vistazo a mi entorno, sin saber a qué debía atenerme o qué señal debía buscar para dar con la barrera. Quería ser de ayuda, quería poder aportar en algo.
—No coma ansias —musitó, riendo—. Generalmente la barrera se debilita en la noche, cuando Sauto permanece dormido. Ahora está en alerta por lo que no hay puntos ciegos en su burbuja.
—¿Entonces esperaremos hasta la noche? —le pregunté.
Gael sacudió la cabeza con pesar. Se desplomó al suelo, sobre unas plantas y hojas secas. Dobló las piernas y dejó los brazos sobre las rodillas, luego dejó caer la cabeza en las manos, meneándola en negativa.
—No irá conmigo.
Arrugué el entrecejo.
—Por supuesto que iré.
—Entonces déjeme preguntarle si le tiene miedo a los monstruos. ¿Cuánto aborrece a las bestias?
Me quedé en silencio. No tenía respuesta concreta para esa pregunta, era cierto que tenía cierto grado de aborrecimiento hacia los monstruos... pero también era verdad que amaba a uno. No sabía en qué se diferenciaban o qué tan descabellado era esa contradicción. Quería que Gael entendiera mi concepto, mas no había forma de explicarlo sin sonar que había perdido la cordura.
—Los monstruos en el castillo no hacen mucha diferencia con aquellos que viven fuera. Ahora son solo bestias salvajes irrazonables, solo piensan en atacar. Si ven a cualquiera que no lleve la sangre de Sauto... lo considerarán una amenaza contra su amo y no dudarán en agredir y asesinar.
—¿Incluso a ti? —pregunté, pero la cuestión perdió sentido cuando recordé que él también formaba parte del castillo—. Si tú vas...
—Incluso si voy, no dudarán en atacarme —dijo—. Yo no llevo la sangre de Sauto —admitió—. Incluso cuando le dije que estaba dispuesto a beber de su sangre para mostrar mi lealtad, él no quiso hacerlo. Recuerdo que me dijo que me necesitaba de esta forma y que después entendería la razón. Quizá por eso estoy con usted en este momento, porque de haber insistido, usted no tendría alguien que la protegiera... probablemente habría muerto en el castillo.
Bajé la cabeza.
—Él... me escuchó —le dije, recordando lo sucedido en el castillo antes de nuestra partida. Las palabras que Sauto pronunció aún retumbaban en mi mente—. No quiero decir que posea el poder de salvarlo ni pretender ser altanera al decir que podría cambiar el problema, solo quiero intentar estar a su lado.
—¿Acaso no ha captado lo que le he estado diciendo sobre los monstruos?
—Lo entiendo. Aun así, quisiera poder intentarlo. ¿No quisiera usted que Sauto volviera a ser el mismo? Porque yo tengo la esperanza. Sé que en el fondo está ahí, luchando con esa bestia en su interior, con su propia naturaleza. Porque sé que está ahí, quiero estar a su lado en este momento de oscuridad. Si yo no puedo hacer eso, ¿de qué sirve amarlo si huyo cuando más me necesita?
Gael me escuchó atento. Hizo cierto sonido con la boca que solo podía interpretarse como hastío e frustración. La indecisión se pintaba en cada uno de sus gestos y semblante. La manera en como mantenía la mirada fija en un punto muerto en el suelo y su expresión pensativo me dio a entender que estaba considerando la idea de ir.
—Mi único deber era protegerla... Sauto confió en que la pondría a salvo. ¿No estaría faltando a mi promesa si la llevo conmigo de vuelta el castillo y la protejo mientras tanto? Mi deber era sacarla del castillo, no hay regla que me prohíba regresar solo o con usted. No debería haber problema, ¿cierto? —Me miró con aprehensión—. No estaría incumpliendo mi promesa, ¿verdad? —Mas que preguntarme, parecía estar convenciéndose—. Siempre que la proteja, no habrá problema. Eso es. Quizá el amo pueda salvarse... ¿podré confiar en esta mujer inu...
Sus palabras se detuvieron. Me miró de pies a la cabeza con curiosidad antes de terminar la oración.
—Me pregunto qué ve el amo en ella.
Recién me percataba que estaba hablando solo, enfrascado en una conversación consigo mismo. Parecía observarme pero a la vez ignoraba mi presencia. Solté un suspiro. Los monstruos y sus peculiaridades.
—¿Y si tiene razón?
Gael pasó gran parte de la tarde charlando consigo mismo que prestándome atención. Me limité a quedarme a su lado, ignorar sus balbuceos y quejas constantes. Nos olvidamos del almuerzo, aunque ninguno de nosotros tenía hambre lo suficiente para buscar algo de comida en los alrededores.
Llegada la noche, Gael se levantó sin hablarme o pronunciar palabra alguna, se marchó, dejándome sola en el bosque. Me acurruqué en el sitio, abrazándome las piernas y sobándome los brazos en mi intento de protegerme del frío del atardecer. Poco tiempo después, Gael llegó sin causar el más leve ruido, abrazando un montón de ramas secas en las manos.
—Vámonos —ordenó, malhumorado—. Haremos una fogata a unos metros de aquí.
No lo cuestioné ni le llevé la contraria. Lo seguí sin hablar hasta llegar a un sitio frondoso del bosque, no había camino entre la maleza o los árboles, era un lugar abandonado. ¿Por qué me habría traído aquí? me cuestioné en la mente. El ambiente era oscuro, el sonido de las cigarras se escuchaban cercanas.
Gael dejó caer las ramas en el suelo, donde juntó algunas hojas secas a su alrededor.
—Estamos en los límites del castillo y este bosque, si tenemos suerte quizá podremos ver una abertura de la barrera.
—¿Eso cómo será? —quise saber.
—¿Recuerda cuando la barrera se desvaneció el día del ataque? —preguntó, a lo que asentí de inmediato—. Se verá una distorsión, como si las plantas y los arboles tambalearan o se distorsionaran. Como el reflejo de la luna en aguas turbulentas.
Creí entender a qué se refería.
—Gracias —le dije, sincera. Sentía que podría llorar en cualquier instante.
—No me agradezca, estoy viéndolo desde un punto de vista diferente al suyo.
—No importa.
—Pero tenga en claro que los monstruos ya no son como los recuerda. Incluso Naseen o el pequeño Magüen. Ellos no son unas criaturas adorables o tiernas.
—Lo tendré en cuenta.
Chasqueó la lengua mientras sacudía la cabeza en negativa. Quizá aún no se decidía por completo.
—Si pasa algo o si no consigo controlar la situación, deberá huir y esconderse. Recuerde que no puedo multiplicarme o lo que sea. No puedo protegerla y pelear al mismo tiempo.
—Huiré, entiendo.
—Además, ¿por qué demonios estamos haciendo esto? —volvió a decir con molestia. Volvía con su indecisión—. Quizá no debamos hacerlo. Es una idea terrible.
No hablé. Lo que dijera no serviría en absoluto, admitía que no podía protegerme e ir por cuenta propia. Necesitaba a Gael para esto.
—No te obligaré a nada —admití. Deposité una mano sobre su hombro en señal de consuelo, quería que entendiera que los dos estábamos involucrados—. Si te retractas de tu decisión, no te culparé. Sé que es difícil.
—Lo es —aseguró—. Ni sé para qué vamos. Será una masacre. ¿Por qué regresamos al castillo?
—Tampoco lo sé —admití.
La respuesta era difusa. ¿Existía algo con sentido en este mundo? ¿Tenía lógica nuestro comportamiento? ¿Era cuerdo nuestras acciones todavía?
Era una locura completa querer hacer algo sin saber la razón que nos motivaba. Solo sentíamos la necesidad de ir, porque al final de todo, teníamos más adentro que fuera del castillo. Naseen, Magüen, mis doncellas, Éfar, Sauto, Nord, Indivar, Jhüen y los habitantes... todos ellos eran familia. Conocí sus facetas más tiernas, lo peor de ellos, su sonrisa, preocupación y todo lo que podía conocerse de alguien. ¿Por qué huir de ellos?
Aunque había visto un poco de ellos, no sabía su historia. Quizá cruzando la barrera nuevamente y volviendo al castillo pueda obtener las respuestas que siempre quise encontrar.
—Es una idea terrible —terminé diciendo—. Pero algo es seguro —empecé a decir, captando la atención de Gael—. Sauto tiene miedo y siente mucha tristeza en su corazón.
—¿A qué se refiere? ¿El amo con miedo? ¡Es absurdo!
¿O solo era mi impresión?
No. Debían haberse dado cuenta que Sauto tenía miedo de algo, aunque no sabía de qué exactamente. Pero quería averiguarlo.
Me quedé callada, pues no sabía cómo explicar lo que rondaba en mi mente. En mi cabeza rondaban ideas y ocurrencias en cada ocasión que pasé a su lado, en especial cuando me preguntó a quién preferiría si hubiese la posibilidad de que Sauto fuesen figuras diferentes, como bestia y hombre. El temor que vi en su rostro en ese momento no podía ser fingido o irreal.
El miedo estaba en él y mientras existiera, cabía la posibilidad de salvarlo.
—Es hora de irnos —dijo Gael, decidido—. Creo que usted ha visto algo que nadie más ha hecho. Así que, por favor, intente consolarlo o calmar su ira.
No necesitaba que lo repitiera.
—Lo haré —le aseguré. Y jamás estuve convencida de nada en mi vida, aunque no tenía certeza de los resultados, quería salvar a Sauto de la misma forma como lo había hecho conmigo.
Quería rescatarlo de él mismo.
—Le explicaré la razón de la ira de Sauto cuando crucemos esta barrera, ¿de acuerdo?
Sorprendida por ese ofrecimiento, asentí.
—Quizá le guste saber que hay algo más aparte de enojo en su corazón. Es algo que solo yo puedo decir. Ni siquiera Jhüen, Nord o el propio Sauto tienen consciencia de lo que sucedió. Es la razón de la maldición que el amo carga, el porqué desea tanto descansar... morir.
Una punzada de dolor me invadió el pecho.
Gael pateó las ramas secas del montón.
—Dejemos la fogata para después. Es hora de marcharnos.
No me dio opción a responder o a incorporarme, solo sentí que me tomaba de la mano y tiraba de mi cuerpo sin previo aviso. Sentí que algo rechazaba mi cuerpo, como electricidad recorriendo mi cuerpo, pinchando mi piel.
El bosque frondoso dejó de verse para ser sustituido por un escenario tétrico. El castillo jamás se fui tan grotesco y lúgubre, el ambiente en el castillo nunca se sintió tan pesado. La construcción se elevaba a la distancia con una elegancia increíble, alumbrado por la luz de la luna...
El castillo de los monstruos jamás lució tan solitario, triste... y silencioso.
Puedes buscarme en las redes sociales:
Instagram:@bermarditaa
Twitter: @Bermarditaa
Grupo de lectores en facebook: Lectores de Bermardita
¿Listas para saber más de Sauto?
Es hora de conocer los secretos de nuestro monstruo favorito. ¿Están ansiosas?
No soltaré los misterios de un solo, habrás cosas que se contarán de a poco. A partir de ahora, vamos rumbo al final y en picada.
Gracias por leerme <3