Princesa de un castillo de mo...

By Bermardita

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Una indefensa joven llega a un castillo encantado para casarse con el amo de las bestias. Además de las lamid... More

SINOPSIS
PRIMERA PARTE
1. Esencia de bestia
2. Única en un mundo roto
3. En el bosque Kejo
4. Sonrisas
5. Los señores del castillo
6. Atrapada en un castillo lúgubre
7. Al amo le fascina las mujeres bonitas
8. Sauto Jhören
9. Pequeño monstruo
10. Verdaderos monstruos
11. Sauto Jhüen
12. Linda mascota
13. Márchate
14. Fuera de lugar
15. Indivar
16. Fiesta de disfraz
17. Sauto Nord
18. En el pueblo
19. Ama
20. Una joven poco agraciada
21. Las manos de una doncella
22. Pretendiente inesperado
23. Niño gato
24. Mentirillas
25. Jamilé
26. Rías
27. Un nombre repulsivo
28. Monedas de oro
29. Nombre real
30. Con los pueblerinos
31. "TORPE"
32. Algo se siente incorrecto
33. En el bosque
34. ¿Sauto?
35. Vestidos y joyas
36. Promesa
37. En una noche lluviosa
38. Veneno
39. Magüen, un gato peculiar
40. Irreal
41. Pensamientos frágiles
42. Culpa y dolor
43. Curiosidad
44. Naseen
45. Engaño y recuerdos
46. En el abismo de los recuerdos
47. Una niña de ojos alegres
48. Despertar
49. Como si fuera la primera vez
50. Lo que un ser humano jamás debe olvidar
51. Cambios bruscos
52. La peor aberración
53. Eres deliciosa
54. Su obscenidad, su lado oscuro
55. Éfar
56. Princesa de un castillo de monstruo
57. Somos tres...
58. Sucumbir a la soledad
59. Los verdaderos deseos del amo
60. Inesperado y veloz como un suspiro
61. Como mi señora
62. Más cerca de ti
63. Beso apasionado
64. Lo terrible de Sauto
65. Prometidas
66. Festín
67. El secreto bajo la rosa
68. Promesa
69. Castigo
70. Gael
72. Pulsera
73. Enormes criaturas
74. Alguien de pocas palabras
75. Sin este molesto vestido
76. Pesado
77. La señora del castillo
78. El titiritero
79. El peso de una promesa
80. Devorar
81. Condena y amor
82. Sin vida
83. Ki y Suo
84. Último suspiro
85. Perecer como el monstruo más fuerte
86. Miedo, tristeza e ira
87. Monstruo imprudente
88. Criatura sin rostro
89. Hacer esto y aquello
90. Ilusión cruel +18
91. No te comeré si no quieres.
92. El pecado de Nord
93. Poder superior de la Sra.
94. Sirviente fiel
95. Energía agresiva
96. Instintos salvajes
97. A merced de la noche
98. A merced de las bestias
99. A merced de la luna
100. Hijos de la luna
101. Bestia sedienta de sangre
102. A ese monstruo amable
103. Puedes llamarme Sauto
104. Hija de la luna
105. Lamidas descaradas
106. Dominar a las bestias
Sauto (capítulo especial)
107. Monstruo indiferente
108. Más caliente y profundo
SAUTO (capítulo especial 2)
109. Eres mía
SAUTO (explícito deseo +18)
110. Lujuria
111. Monstruos y linaje
112. Lascivia 🔞
113. La oscuridad de Sauto
114. El pecado de Sauto
115. Obscenidad 🔞
116. Niños monstruos
117. Deseo y placer
118. Reina de la noche
119. Deidad caída
120. Gael, el cuervo rojo
121. En una posición de poder
122. El tabú de los cuervos
123. Una criatura que fue olvidada
124. La tumba del señor
125. Antes muerto que ser una bestia
126. Cementerio de monstruos
127. Suo y Ki
128. Una bestia es una bestia
129. Noches de luna nueva
130. Bestia sin raciocinio
131. Mientras exista el deseo
132. Lo inmoral
133. Lo obsceno
134. Caprichos y deseos
135. Sensualidad masculina
136. Noche de luna llena
137. Bendición del cielo
138. Horror y miedo
139. Quinta reverencia

71. Lo que fue

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By Bermardita


Disfruten el capítulo, monstruitos. 

***


Gael era el primer monstruo que encontraba bastante curioso hasta el momento. Parecía poseer la indiferencia y desinterés que caracterizaba a Sauto, al igual que su elegancia.

Por su ropa oscuro, podía percatarme que era el mismo hombre que había entrado sin previo aviso a mi habitación el día que Jhüen golpeó mi rostro; y por su voz, sabía que se trataba del mismo hombre que había interrumpido mi almuerzo tranquilo el día anterior.

Él vestía completamente de negro, poseía una mirada fría y aburrida, aunque con cierto brillo curioso que parecía ocultar con dificultad. Lo más extraño en su apariencia eran las marcas extrañas grabadas en su piel. En una primera impresión parecía ser bastante serio y huraño, pero durante el tiempo que había estado dentro de mi habitación, se expuso fisgón y más platicador que cualquier monstruo.

Sin embargo, ignoraba a mis doncellas, como si ellas no existieran para él.

—Parece bastante feliz —dijo él. Gael veía con atención los objetos apilados sobre el tocador y, cuando dirigió su mano hacia uno de los perfumes, Quïïn lo aporreó. Ante ese acto, cada una de mis doncellas dejó de moverse, completamente horrorizadas.

Había pasado lo mismo el día anterior durante el almuerzo. Esa tensión formándose en el ambiente, ese escalofrío que poco a poco ascendía por la espalda con un dolor molesto. ¿Qué figuraba Gael en el castillo?

Gael me miró, arqueando una ceja. Le sonreí en mi intento para aligerar la pesadez en el ambiente y me aclaré la garganta antes de hablar.

—Sauto dijo que hoy usted iba a estar de buen humor, es evidente que también iba a estar feliz. Además, saldremos del castillo.

—Él me obligó a estar de buen humor —lo escuché balbucear para sí mismo. Soltando un bufido, sonrió en mi dirección y preguntó, impaciente—: ¿Nos vamos ya?

—Casi —le respondí.

Mis doncellas recuperaron el aliento; más tranquilas, prosiguieron sin articular palabra alguna. En esta ocasión, no prepararon un velo como el día anterior, en su lugar, se les ocurrió que era más ideal y práctico llevar algo que me protegiera del sol y cubriera mi rostro al mismo tiempo. Un artículo que cumpliera con esos dos objetivos por si decidía salir del carruaje.

—¿Ya? —insistió Gael, más inquieto.

Luego de recibir los últimos detalles tanto en mi vestimenta como en mi rostro, nos dirigimos en las afueras del castillo, encontrándonos con Sauto, que le hablaba a un hombre de baja estatura. Tan pronto se percató de mi presencia, él se volvió hacia mí con una media sonrisa.

Caminó con elegancia y tranquilidad en mi dirección. Cuando estuvo cerca lo suficiente y ver la aflicción en su rostro, le pregunte:

—¿Todo está bien?

—Puedo quedarme —habló Gael a mi lado—, incluso Jhüen podría llevarla o el pequeño Magüen sabría cuidarla mejor que cualquier adulto.

—No digas sandeces —farfulló Sauto. Él me rodeó con sus brazos fuertes mientras dejaba un beso en mi frente, luego me observó con angustia—. No se preocupe, todo estará bien —dijo, sonriendo.

No lo parecía. En absoluto.

—Puedo ir otro día, no es necesario que sea hoy. ¿Quiere que hagamos algo juntos? —sugerí, con la esperanza de que accediera—. O podríamos ir juntos... —Tomé su mano con las mías, entrelazándolas.

—Este día no —espetó.

—¿Por qué?

—Debo atender ciertos asuntos. —Se llevó mi mano a sus labios, plantando un beso en el dorso—. Éfar irá con ustedes.

—¿Qué? —Gael no parecía agradarle la idea—. Él no. Sauto, considera esa idea tan nefasta. No será ameno para nadie.

—Él está tranquilo, Gael.

Gael soltó una risa incrédula.

—Como si pudiera creerlo —farfulló, malhumorado. Caminó a zancadas directo al sitio donde permanecía el carruaje—. Nos vamos de inmediato, antes de que me arrepienta de hacer esta locura. —Sin que me lo esperara, volvió a aparecer en un instante a otro, arrebatándome del lado de Sauto. Tomó mi mano y me llevó al carruaje a pasos apresurados—. Lo sé, lo sé, no necesitas repetirlo.

Miré hacia atrás para ver a Sauto, sin embargo, lo único que vi fue Jhüen apoyado en una pared, con una expresión que no sabía cómo interpretar. Busqué a Sauto a los lados mas no lo hallé. Había desaparecido. Entendí que las últimas palabras que Gael pronunció había sido la respuesta de un mensaje imperceptible de Sauto.

Tan pronto di mi primer paso dentro del carruaje, noté a Éfar, sentando en un extremo, tan molesto e inquieto como de costumbre. Tanto Gael como Éfar chasquearon la lengua, evadiendo mirarse el uno al otro.

Me senté en medio de ambos, deseando que el viaje fuese tranquilo. No quería que este día se arruinara por el humor de estos dos monstruos. El carruaje comenzó a moverse y, acompañado de esos movimientos inestables, Gael fue el primero en hablar.

—Rata.

—¿Qué dijiste, cuervo?

—Lo que oíste.

Éfar volvió a chasquear la lengua. Cada uno hablaba con un tono agrio, viendo hacia la pequeña ventada del carruaje que tenían cada uno al lado. No me atreví a comentar ni articular palabra alguna, temiendo empeorar la situación.

Durante el viaje, el ambiente se sumió en un tenso silencio insoportable. Deseé que nuestro destino pudiera acercarse para poder librarme de la sofocante presencia de ambos monstruos, lo que resultaba imposible y bastante absurdo, teniendo en cuenta que estaban a mi lado para ofrecerme protección y compañía.

Me causaba curiosidad la evidente rivalidad que Gael y Éfar parecían tener, mas no tenía la suficiente valentía para preguntar al respecto o romper la burbuja de silencio. Además, tenía la impresión de que nadie me daría una respuesta concreta, si conocía a Éfar como creía conocerlo. No sabía mucho de Gael, pero dudaba que permitiera que se entrometieran en sus asuntos.

Comenzamos a escuchar murmullos fuera del carruaje, una clara evidencia de nuestro avistamiento en pueblos humanos.

—¿Un día completo entre humanos? —espetó Éfar para sí mismo, malhumorado.

—¿Es mucho para ti? —respondió Gael, incrédulo—. Oh, es cierto, prefieres permanecer escondido como la rata que eres.

—¿Buscas pelea?

—¿Quiere explorar los alrededores, Rías? —dijo Gael, ignorando a Éfar por completo—. Nord comentó que pronto habrá un festival y que en los pueblos grandes andan alborotados al respecto.

—Por supuesto —accedí.

¿Podría ser el festival que había mencionado Nord a su esposa en aquella ocasión? Suponía que la pareja de esposos sabía de las costumbres humanas, aunque yo fuese una simple mortal, estas cosas escapaban de mi conocimiento. Nunca salí de mi casa ni me informaron de las fiestas que los pueblerinos organizaban. Ni sabía para qué servían o qué veneraban esos días en específicos.

El carruaje se detuvo luego de que Gael diera leves golpes en el techo con los nudillos. Él extendió lo que parecía ser una especie de sombrilla de un tamaño considerable, con adornos que caían en todo su entorno para cubrir mi rostro. Debía ser el artículo que mis doncellas hablaban.

—Baje con cuidado —dijo él mientras me extendía la mano con gentileza.

Éfar bufó en su asiento por varios instantes antes de seguirnos.

Lo primero que noté al pisar el suelo empolvado fue la pequeña multitud curiosa que empezó a mirarnos. Los murmullos no tardaron en escucharse en nuestro entorno. Alcanzaba a distinguir preguntas como "¿Quiénes son?" "¡Cuánta extravagancia! ¿Son forasteros? Sus joyas, ¡mira sus joyas y ese vestido!, ¿de qué casa vendrá?" "¿Serán esposos?" "¡Qué hombres más bellos!" "No veo el rostro de la mujer...".

No hice más que tragar saliva por la presión y los nervios. Los comentarios siguieron. No era la única que se incomodaba, Éfar parecía inquieto y más molesto; Gael lucía indiferente, solo hacia oídos sordos, como si nada importara.

—¿Seguimos? —preguntó Gael—, podemos detenernos si se siente incómoda o insegura. Podemos volver al carruaje.

—No tendría sentido salir si estaré todo el tiempo en el carruaje. Puedo con las miradas curiosas y la habladuría de la gente. —Esa fue mi respuesta. No era tranquilo en absoluto, pero era una situación a la cual estaba acostumbrada. No era nuevo ni relevante.

Tras esas palabras, avanzamos. Gael permaneció a mi lado, sin embargo, Éfar desapareció y no vi en qué momento.

—¿Y Éfar? —quise saber.

—No se preocupe por él. Solo está vigilando en un sitio tranquilo.

—¿Por qué lo haría? Es de día todavía, los monstruos no cazan.

—Los salvajes no —rectificó él—, nosotros no somos los únicos con la capacidad de adquirir una apariencia humana... ni mucho menos los únicos monstruos en este mundo. Hay bandidos y humanos retorcidos.

No lo había pensado de ese modo.

—Últimamente, Sauto ha tenido más enemigos que vasallos. Aunque las joyas que lleva puesto funcionan como protección contra los salvajes, no asegura su bienestar contra quienes son similares a nosotros o contra codiciosos humanos.

Miré a Gael por el rabillo del ojo, luego las joyas que llevaba en el cuello, alrededor de la mano y en la oreja.

—¿Las joyas son especiales?

—Tiene sangre del amo —empezó a decir—, aquí... —Señaló una pequeña cristalería negra que apenas se distinguía entre la pieza de oro—. Los salvajes jamás se atreverían a atacarla si se percatan de ese detalle. No es la joya, es el hombre que se la dio. ¿Entiende?

—¿Por qué dice que solo funciona contra los salvajes? ¿Por qué Sauto tiene más enemigos?

—De la misma manera que Sauto adquiere forma humana, hay otros que también lo hacen; aunque sean débiles, habitualmente subestiman al amo. Él es el más fuerte y eso lo convierte en el centro de atención, porque si es vencido, podrá proclamarse ser el más poderoso de entre los monstruos. Por supuesto que él evade cualquier tipo de pelea, ¿por qué debería esforzarse? Nadie es rival para él.

Escuchaba atentamente su explicación. Nadie había sido tan amable conmigo como Gael para atender a mis preguntas. Lo de las joyas se aclaraba y adquiría sentido, pues la bestia que atacó a Mika me ignoró por la pulsera que llevaba ese día. Ahora comprendía la razón de su pregunta.

"Es joya, humana, ¿quién te la dio?"

De pronto perdí el equilibrio, por lo que sostuve a Gael por los brazos, tomándolo desprevenido.

—¡Erín, te dije que tuvieras cuidado! —recriminó un hombre muy cerca.

Por fortuna no caí al suelo, aunque sí que me llevé un buen susto. Algo me había empujado por detrás de improviso, haciendo que por poco cayera. Me gire levemente y pude encontrarme con una niña pequeña de cabello dorado y ojos azules.

—¿Estas bien, pequeña? —le pregunté, sonriendo.

Vi a la niña comenzar a llorar, con una expresión horrorizada que me dejó desconcertada. Gael reaccionó al instante, empujó a la niña fuera de mi campo de visión con una brusquedad inhumana.

—Ella me vio, ¿no es así? —le pregunté a Gael, todavía impresionada—, la niña... se asustó al verme.

Silencio.

—Papá, papá. —Una voz aguda resaltó por encima de la gente que empezó a murmurar en nuestra contra, tras la reacción violenta de Gael.

—Erín, discúlpate. Tú tuviste la culpa...

—¡Papá!

Estaba estática en mi sitio, con la respiración acelerada. Para cuando reaccioné, distinguí el cuerpo de un hombre enfrente

—Disculpe a mi niña, no fue su intención empujarla.

—No... no hay problema —susurré con voz débil. Libré la mano que sostenía a Gael y la bajé a los lados—. Vámonos —le ordené.

—Espere... —dijo el hombre, de nuevo—. ¿Puedo... puedo ver esa joya que lleva en la muñeca, señorita?

—¿Eh? —Otra sorpresa me llevé cuando mi brazo se elevó al aire contra mi voluntad.

—¡Insolente! —Éfar apareció, alejando la mano del hombre con molestia—. Vuelve a tocarla y te arrepentirás.

—No pasa nada —me apresuré a decir. Tanto Gael como Éfar ya estaban fastidiados, si no hacía algo para aligerar el ambiente, no sabía cómo iba a terminar el asunto. Los monstruos se ponían sensibles cuando de humanos se trataba—, solo quería ver esto, ¿no? ¿Pasa algo con la pulsera?

Pasaron unos instantes antes de que el hombre me extendiera una joya similar a la que llevaba puesta.

—¿Lo reconoce? —preguntó—, ¿podría verle el rostro una vez?

—No, no puede —respondió Éfar por mí.

—¿Por qué quiere verla? ¿Por qué tiene esa joya? —Gael se apresuró a lanzar las preguntas que también me carcomían.

Alcé la mano en su dirección, tocando la joya que una vez me había pertenecido. Lo reconocí al instante. ¿Por qué no lo haría? Lo usé por mucho tiempo. Varias interrogantes acudieron a mi mente, las mismas que Gael había formulado. ¿Por qué lo tenía él? ¿Cómo había llegado a él?

—Perteneció a alguien muy apreciado para mí. Por eso, si no es mucho pedir, déjeme verle el rostro... usted lleva joyas similares a esta. ¿Podría ser que usted tenga información? Sé que es extraño pero...

—Su... su nombre, dímelo —ordené, interrumpiéndolo.

—Fausto. Fausto Marken, tengo una panadería en el pueblo vecino.

Fausto... ¿Fausto?

—Fausto... —musité. Miré a la niña colgada en sus piernas, recordando el momento en el que lo había llamado como su padre... recuerdo que me hizo cuestionarme el tiempo exacto que pasé dormida luego del ataque.

—¿Lo conoce? —balbuceó Gael, de modo que solo yo pudiera escucharlo.

Asentí.

—Quizá Sauto haya planeado esto desde un principio —dijo él sin tantos ánimos.

—¿A qué se refiere?

—Nada. Solo tonterías que vienen a mi cabeza —De nuevo, él volvió a suspirar hastiado—. Venga con nosotros —le ordenó Gael a Fausto.

—¿Qué? —inquirió Éfar, disgustado.

—Mi señora creer reconocer su nombre, quizá deba acompañarnos entonces para... —hizo una breve pausa—, conversar.

—Tengo razón, ¿no es así? —La voz de Fausto se quebró un poco—. Es usted, ¿no es así, señorita? No he visto a nadie que use joyas tan costosas y peculiares. Fue doña Lorenzia y don Florentino quienes me dieron la pulsera.

Al notar que Fausto se movía en mi dirección, retrocedí un paso casi al instante. Gael se dio cuenta de mi reacción, se posicionó delante de mí, ocultado mi cuerpo con el suyo.

—Verás, hoy es un buen día para estar de buen humor, y puedo suponer que visitar la casa de un hum... de alguien como tú será más entretenido que vagar entre esta gente. Bien, ¿Dónde queda tu casa? ¡Guíanos ahí!

Abrí los ojos por la sorpresa. ¿Realmente Gael quería ir a la casa de un humano? Además, Gael ni siquiera había pedido permiso a Fausto para visitar su casa, su forma de hablar y actuar precipitado me daba entender que era el tipo de persona que no aceptaba una respuesta negativa o del que estaba acostumbrado a dar órdenes, esperando ser obedecido al instante. Solté un suspiro.

—Al menos deberías tener un poco de delicadeza al pedir las cosas, Gael —dije.

—¿Delicadeza? —espetó con genuina inocencia—, ¿por qué? ¿Qué es él para mí?

Sacudí la cabeza en negativa. Gael no iba a entender por mucho que le explicara, aparte de ser un monstruo, era uno de los sirvientes fieles de Sauto, y eso parecía significar respetar solamente a su amo.

Fausto rio, nervioso.

—Queda en esa dirección —señaló detrás de nosotros.

—Tonto Éfar ve por el carruaje —ordenó Gael.

Éfar rechistó pero no se negó. Se fue balbuceando maldiciones por lo bajo mientras obedecía la orden de su compañero.

Era demasiado tarde para negarme. 


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Miren quienes volvieron :0

Así es, Fausto... y Éfar.

A que no saben qué pasará después :(

Muchos me preguntaban por ellos dos, por fin aparecieron. 

¿Qué les parece Gael? 

¿Cuál es su primera impresión de este monstruo?

Mireeeen, tenemos un club de lectores en instagram jajaja. Sigan la cuenta, no sean malitos. Además, cualquier persona que haya leído al menos una de mis historias, puede llamarse "monstruo o monstruito", ¿les gusta?

Si eres un monstruito hecho y derecho, no te puedes perder esta cuenta jajaja. 

¿Por qué?

Herón es un demonio = monstruo.

Sauto es un monstruo. Sauto llama a sus criaturas como monstruitos, asi que sigan la cuenta jajaja.

Leon es un asesino psicópata = monstruo.

Ivar es un humano y asesino = monstruo.

Margo se cree un monstruo. ;(

¿Leyeron alguna de estás historias?

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