Se vienen fuertes declaraciones 7u7
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Me encontraba nuevamente espiando la puerta, deliberando la posibilidad de entrar sin que nadie pudiera verme. Llevaba días haciendo lo mismo, dando muchas vueltas sin parar en el pasillo, temiendo y queriendo entrar con desesperación, pero era tan cobarde que no conseguía empujar la puerta.
Había creído que esta tarde sería como los días anteriores, en las que me sumía en mi propia cobardía y en mis intentos inútiles para empujar la puerta. Había creído que acabaría regresando a mi habitación para caer rendida en mi cama, desesperada y melancólica. Había creído todo tipo de posibilidades, sin embargo, nada me preparó para lo que verdaderamente sucedió.
—Jhüen dijo que aún no era tiempo... —escuché que alguien decía en el interior de la habitación. La voz se asemejaba a la de Nord, pero al escucharse bastante quebrado, perturbado y tembloroso me hizo dudar respecto a mis conjeturas, pues el señor Nord era un hombre muy seguro.
—A lo largo de los días me he estado preguntado quién soy yo y quién eres tú... —Era la voz de Sauto, sonaba, como de costumbre, calmado pero molesto... sobre todo, molesto—. Aunque, podría pasar desapercibido esta rebelión con el festín que prepararon para mí. No debieron molestarse.
Sauto rio. Su carcajada no era en absoluto feliz ni amable, era una risa cargada de pésimas intenciones.
—¿Festín? ¿Qué dices?
—El aire huele a... humanos, a mujeres humanas para ser específico. Puedo olerlas incluso si duermo profundamente. Hay algo diferente... —Silencio. Silencio. Me pegué más a la puerta para escuchar mejor—, dos muchachas huelen diferente al resto. Huelo mi sangre, la de tu tonta esposa y la de Jhüen.
De nuevo, silencio. La pausa se extendió por varios instantes, me daba miedo moverme, respirar o tragar y ser descubierta ante el más mínimo movimiento.
—¿Sacrifican a sus propias hijas? —indagó Sauto entonces, imperturbable.
—¿Sacrificar? Con festín te refieres a...
—Por eso están aquí, ¿cierto? —comentó con una tranquilidad amenazadora—. No concibo otra razón para que mujeres humanas e híbridas estén en mi castillo sin mi consentimiento.
—Son tus prometidas...
Haciendo caso omiso, Sauto prosiguió:
—Por fin algo aplaca el hedor del castillo, por fin saciaré el apetito que crece día tras día. Jhüen y tú, tonto Nord, por fin pensaron en algo bueno para expiar sus pecados. Tengo demasiada hambre, quizá empiece con tu hija.
—No debes levantarte, Jhüen dijo que debes descansar.
—¡Muévete! —bramó.
Lo que sucedió después era incierto. Escuché que algo caía al suelo seguido de unos gemidos agonizantes. Al asumir lo que pasaba dentro de la habitación me aparté de la puerta, dispuesta a ir a cualquier otro sitio, encerrarme en mi habitación era una opción que mi mente consideraba. Sauto estaba enojado y en este momento esa no era una imagen que me gustaría ver.
Retrocedí unos pasos. Giré mi cuerpo en la dirección opuesta a donde mantenía la vista clavada.
Quedé petrificada en el acto al toparme con el cuerpo fuerte e inmóvil de un hombre que impedía mi avance hacia mi aposento.
—Me hubiese gustado desde hace días que empujara esa puerta. Todo el tiempo la estuve esperando.
Requirió de un breve instante para estar enfrente de mí, y en ningún momento vi que la puerta se abriera o moviera un poco, lo que era imposible; pero era Sauto. Solo un momento le bastó para estar ahí, impidiendo mi huida.
Estaba a una distancia escasa, podía alzar mi mano hacía él, podría tocaría su ropa y percibir a través de mi su tacto los movimientos de su cuerpo en cada respiración; y ese mismo espacio que nos separaba resultaba tan dolorosa y asfixiante, tan agotante y difícil de cerrar.
No alcé la vista a su rostro porque temía verlo molesto. Espiar una conversación ajena era una mala idea desde el principio.
—¿Alguien la lastimó? —preguntó—. No se siente ni se ve feliz.
Comencé a sentirme nerviosa. No se siente... feliz... algo en lo que dijo resultaba inquietante. Cuando empecé a hablar, toda mi aflicción se concentró en mis palabras.
—Llevo cuestionando quién me está lastimando más. Usted no me da respuestas, no confía lo suficiente en mí y, al parecer, mi presencia es una molestia, un estorbo para los demás; un fastidio para los planes que Jhüen tiene para usted. Y me alegra que haya despertado, porque de esta manera podrá aclararme lo que pasa y decirme a quién debo obedecer y esperar. Esto es... agotador.
—Sabe que soy un monstruo, es lo único que importa.
Sonreí con incredulidad. ¿Era lo único? ¿Tanto rodeo por eso?
—Jhüen dijo que iba a morir, ¿es eso cierto?
Él se removió inquieto.
—Puede ser.
La misma respuesta vaga de todos los tiempos, la misma molesta y tonta respuesta que había estado diciendo ante mis preguntas. No cambiaba nada en él.
—¿Puede apartarse de mi camino? —inquirí, molesta. Si antes deseaba verlo con desesperación, las ganas se esfumaron lejos. Estar cerca era sofocante e insoportable en estos momentos, quizá por la simple y sencilla razón de hallar razón en las palabras de Jhüen y de confirmar que no soy lo suficiente para él.
—¿Y si no quiero? —Me desafió, riendo con diversión—. ¿Qué pasará si me niego a apartarme?
—Hay otros caminos libres, Sauto. Puedo ir por los lados, rodearlo será suficiente.
No esperé su respuesta, hice justo lo que le dije que haría. Mis intenciones de entrar a la habitación fracasaron enormemente cuando Sauto me tomó de las manos y me arrastró a su lado, pegándome a su pecho en un fuerte abrazo. Sentí la calidez de su aliento cerca de mi cuello expuesto, abriéndose paso por mi cabello negro suelto.
—Suélteme —insistí con debilidad.
—¿A qué le tiene miedo, Jamilé? —indagó con suavidad, pronunciando mi nombre como si de un secreto frágil se tratase. Su mano se deslizó por mi cintura con delicadeza, causándome cosquillas exquisitas en esa zona—. Es usted mi señora y mi persona ahora. ¿No confía en mi palabra?
—Pero desaparece todo el tiempo.
—No puedo evitarlo. Por mucho que quiera estar, por su bien y por el de mis monstruos, debo hacerlo. Bestias como Jhüen y Nord no comprenden nada, buscan prometidas que no deseo, creen saber lo que quiero, piensan que busco desesperadamente la salvación. ¿Pero lo estoy? —Hizo una breve pausa—. ¿Usted qué piensa?
—Explíqueme —supliqué—. Lo apoyaré, no iré a ningún lado.
—La quiero a usted, quiero a mi señora a mi lado y que espere por mí. La quiero aquí, porque solo de esta manera tengo una razón para volver. —El rio contra mi cuello—. Pero si eso no es suficiente... entonces yo no sé qué podría ofrecerle para darle una razón a quedarse.
—¿Y esas muchachas que esperan por usted? ¿Qué pasará con ellas?
—Yo no las traje. Desaparecerán de una u otra forma, y no será causa mía.
—¿Por qué no?
—No es aconsejable que mis criaturas se vean amenazadas, en especial si de mujeres humanas se trata.
Reí.
—¿Amenazadas?
—Celos —respondió con calma—. No tengo que intervenir para que ellos intercedan a mi favor. Una buena parte, la rechazan por su naturaleza humana, pero la otra es porque creen que usted puede alejarme de ellos. En pocas palabras, tienen miedo. ¿No son adorables?
—Cuando me acepten y comprendan que no pretendo alejarlo de ellos, le diré si son adorable o no. Por el momento son molestos, la mayoría quiero decir.
Sauto rio. Ya esperaba esa reacción, por supuesto que sí, él no comprendía el sentimiento del rechazo y el desprecio. Él era querido por todos y muchos querrían entregar su vida por su bien.
—Nord... —comencé a decir—, no he visto que saliera de su habitación.
—Usted tampoco me vio salir y estoy aquí.
—Tiene razón. —Solté una risa, él tenía razón. Debió haberse ido en alguna parte, pues al trabajar junto a Jhüen, si me viera con Sauto en esta posición tan prometedora, él no estaría tan tranquilo.
—¿No me invitará a entrar a su habitación?
—¿Quiere entrar?
Él se separó de mí. Tan pronto lo hizo, perdí el calor de sus brazos y el frío de su ausencia me hizo estremecer. Tomó mis manos con las suyas y juntos entramos. Sauto empujó la puerta que daba a mi habitación y tiró de mí despacio para que pudiera pasar.
Sauto caminó al otro extremo del cuarto, posicionándose al lado de una de las ventanas abiertas para ver el exterior. Caminé hasta él poco después al notar que su atención se concentró en algo particular afuera.
—Ellas son preciosas —comenté tan pronto vi que dos de las muchachas caminaban a la par de la otra en el jardín.
—Son... insuficientes.
Me volví hacia él de inmediato. Su expresión de completo hastío me desconcertó.
—¿Eso qué significa?
—Nada.
Una corriente de aire nos tomó desprevenidos, aunque, por un lado, el semblante molesto de Sauto parecía profundizarse más. Seguí la dirección que apuntaba su rostro justo en el momento que se movió para enfocar su atención en un punto concreto dentro de la habitación.
Una silueta femenina comenzó a materializarse a unos pasos de nosotros. Una bella figura se distinguió tras la corriente de aire gélido que se filtró en la habitación, para luego dejar ver un rostro realmente perfecto, con unos ojos verdes y cabellos del color del oro.
—Mi señor por fin está de vuelta —comenzó a hablar con tal delicadeza y elegancia—. Es grato verlo, estuvimos esperando su regreso con ansías, sobre todo yo.
Miré a Sauto con la intención de su reacción sobre ella. Era tan bella que los celos comenzaron a carcomerme despacio. Al no permitirme interactuar con las otras muchachas, desconocía el nombre de cada una de ellas. ¿Podría ser la hija del señor Nord... o de Jhüen?
Sauto, viéndose desinteresado, soltó un bostezo, sin apartar la vista de ella. No tardó mucho antes de regresar su atención hacia el exterior. Intercalé mi mirada entre Sauto y la muchacha, quien al no tener la atención de Sauto, se acercó con sigilo, con miedo, como si cuidara cada paso y acción.
—Señor —pronunció despacio. Alzó su mano al aire, con la clara intención de tocarlo y, mucho antes de que ellos establecieran contacto, una segunda figura apareció y tomó a la muchacha.
—¡Suéltame! —dijo ella.
—Si tu presencia no es relevante para el amo, tu existencia para mí es innecesaria. ¿Entiendes lo que digo? —espetó el recién llegado. Estaba de espalda, no lograba ver su rostro, pero su túnica lucía mucho más negras que las que Sauto acostumbraba a usar.
Malhumorada, ella logró zafarse del fuerte agarre. Antes de marcharse o esfumarse a la nada, me miró con unos ojos fieros inyectados de veneno.
—¡Todo este tiempo no hice nada! —Explotó el hombre de pronto hacia Sauto—, porque tú no quisiste que hiciera algo. De haber sabido que te enojarías tanto como ahora, podría haber sido útil.
—Esto parece importante... —empecé a decir—, los dejaré solos —avisé.
Él parecía tener asuntos pendientes que resolver con Sauto y no estaba dispuesta a soportar una conversación que no entendería nunca. La mejor solución que debía darle a la circunstancias era retirarme y esperar a que alguien milagrosamente se volteara a verme para hacer lo que nadie había hecho hasta el momento: darme explicaciones.
—Él ya se retira, querida, no es necesario que huyas.
—No estoy huyendo —protesté.
—Entiendo —habló el hombre sin voltearse. No veía su rostro ni nada que delatara de quién se trataba. Estaba ahí, de pie, hablando, pero su presencia misma infundía querer ignorarlo, casi como si se pretendiera no reconocer su existencia.
—Cuando llegue el momento —respondió Sauto mientras volteaba su rostro hacia mí, alejándose del recién llegado. Avanzó con tal seguridad que me congelé unos instantes, sin saber cómo reaccionar.
Sauto sonrió.
Miré al desconocido una última vez por simple curiosidad y logré ver el momento exacto en que asentía levemente la cabeza, en señal de comprensión, y eso me hizo entender que la sonrisa de Sauto iba dirigidas hacia él. Estaban teniendo algún tipo de plática silenciosa que era imperceptible para mí.
El hombre desapareció sin decir otra palabra.
Sauto, acercándose de manera sigilosa, tomó mi mano con suavidad. De inmediato traté de alejarme, sin embargo, me tuvo en sus brazos sin darme cuenta, me sostuvo por la cintura con una mano y con la otra presionaba mi rostro con la de él por mi cuello.
—Estamos solos por fin —susurró para mi sorpresa, tenía su frente pegada a la mía. Nuestros alientos se mezclaban y toda tristeza, inseguridad e inquietud que pudo haber aparecido se esfumó, se evaporó ante este instante íntimo—. ¿Hace cuánto que no lo estamos?
Las ventanas se cerraron con un estrepito fuerte a causa de una fuerte ventisca que azotó el lugar. Dirigí mis manos al rostro de Sauto, con la punta de los dedos comencé a acariciarlo con suma delicadeza. Apreciaba repasar el contorno de sus facciones y sentir la suavidad de su piel. Toqué la comisura de sus ojos, justo sobre la zona donde vi las líneas negras que surcaban su semblante el día que llegó en brazos de Jhüen.
—Quiero verlos —le dije.
—¿Se arriesga? —quiso saber, intuyendo con mis toques a qué me refería.
—Ya lo vi una vez, ¿no se acuerda?
El hizo un breve silencio, luego rio.
—Tiene razón —no paró de reír—. Lo haré, pero no tocará nada que provenga de mis ojos.
Asentí.
Sauto soltó mi cuerpo para ir a aprisionar mis manos con las suyas. Él respiró hondo, luego sus párpados comenzaron a separarse despacio. Intenté moverme, mas él me detuvo de inmediato.
—No me acercaré tanto —prometí.
Él aflojó su agarre y permitió que posara mis manos sobre su barbilla y unos cuantos dedos sobre sus labios. Comencé a dar leves toqueteos en esa zona que a Sauto le resultaron agradables, acunó sus mejillas en la palma de mi mano mientras mantenía su mirada obscura en los míos.
Me dejé guiar por la situación, por el estremecimiento extraño que sacudía mi el interior y por el cosquilleo que recorría mi cuerpo. Cada sensación me incitó a deslizar mi mano detrás de su cuello, donde lo tomé desprevenido al atraerlo más a mí, obligándolo a dejar sus labios sobre los míos. Él rio contra mis labios, más no se apartó.
—Quizá la sobreprotejo demasiado —fue lo único que dijo antes de que pudiera atreverse a volver a nuestra antigua posición, su mano se deslizó en un fuerte apretón en mi cintura. Solté un leve jadeo por la impresión de su movimiento brusco—. Quizá yo sea el único cobarde.
Reí.
—Pero ambos sabemos que no debió hacerlo —finalizó.
No entendí a lo que se refería hasta que la abertura de sus párpados se profundizara todavía más, sin dejar ver nada, solo una obscuridad descomunal y perturbadora. Las líneas negras serpentearon en la órbita. Mi concentración se esfumó al momento en que sentí algo afilado desgarrar la parte posterior de mi vestido.
Sentí sus labios moverse sobre los míos, seguido de una pequeña mordida inocente y gentil, capaz de hacerme sentir cosquillas.
—Puedo permitirme desearla ahora.
—¿Ah, sí?
—Un beso apasionado, ¿recuerda?
Volví a asentir.
—Un beso apasionado —repetí, sonriendo. Sabía lo que significaba, sabía lo que venía después... ¿pero hasta qué punto podía llegar él a controlarse conmigo? ¿Confiaba tanto en un monstruo que no reparaba en las consecuencias? —. Sé lo que significa —balbuceé.
Él rio con ternura, eso fue lo último que recuerdo con tanta nitidez antes de sumirme en lo salvaje y brusco sus acciones, en lo embriagador y cautivante que podía convertirse Sauto.
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Así, siendo sinceras, ¿qué piensan de Sauto?
¿Cómo es como hombre?
¿Y como monstruo?
Gracias por leerme, en verdad.
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