Espero que comenten mucho en este capítulo. Es especial 7u7
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Esa misma noche, recordaba haber ido a la cama.
La noche era tranquila, oscura, sin luna y demasiado silenciosa. Realmente recordaba haber ido a la cama, cerrado los ojos e incluso tenía en la mente mis últimos pensamientos. Pero, entonces, si creía haber hecho todo eso, ¿cómo podía encontrarme aprisionada entre el cuerpo de Sauto y un árbol de tronco grueso?
Desconocía qué tan cerca o lejos estaba de casa, pero tampoco sentía la necesidad de ir ahí. Simplemente me había enfrascado en este momento, sin saber la razón exacta para dejarme llevar por el cosquilleo de mi cuerpo a causa de su cercanía. Debería huir de él. Quizá me infundía seguridad o tal vez quería verlo una vez más, sin tomar en cuenta la situación que me había arrastrado a este punto. Era Sauto, saberlo era más que suficiente para quedarme.'
A mi alrededor todo se encontraba en silencio y de un negro aterrador. No veía nada, al menos, nada que mis ojos mundanos podían permitirme mirar en esta noche extraña; sin embargo, podía observar cómo nunca antes lo había hecho.
No veía el rostro de Sauto, ni siquiera la posición que adoptaba su cuerpo, pero de alguna forma, sabía que su expresión era inescrutable, que tenía los ojos vendados por un pañuelo blanco; además, él me observaba con detenimiento aun con la restricción de sus ojos y se mantenía inclinado con las manos apoyadas sobre el tronco del árbol a mi espalda, de modo que me tenía aprisionada. Él fácilmente podía cerrar todo espacio existente entre nosotros. Podía hacer todo lo que él quisiese con mi cuerpo, podía con facilidad explorar a mi lado sensaciones desconocidas sin obtener ninguna réplica de mi parte; y fue una sorpresa para mí el pensar que no lo detendría si optaba por cerrar el espacio que separaba nuestros cuerpos. Solo que Sauto jamás se propasaría conmigo ni intentaría hacerlo algo indebido.
Tragué saliva con dificultad, todavía con la sensación rara que se abría paso en mi estómago.
Entonces él sonrió.
Sonrió de la única manera que jamás lo había visto hacer.
Me ofreció una cálida sonrisa, envuelta por lo que parecía ser nostalgia, como si le doliera hacer ese pequeño gesto, como si reviviera los peores y mejores momentos de su vida a la vez. Era una sonrisa cargada de tanto sentimiento que resulté afectada de mil maneras porque guardaba secretos, secretos que susurraban en mi oído despacio.
"No puedo contenerme. Duele."
—La vi sonreír —dijo él, irrumpiendo mis pensamientos—. Por más que he pensado sobre el tema, no logro saber la razón... o si fue un comentario del panadero lo que la hizo sonreír.
Guardé silencio.
—No es que sea algún degenerado por verla a escondidillas. No pude evitarlo... lo siento —agregó en susurro, claramente apenado.
No entendía muy bien la razón de su actuar y aunque no conociera a Sauto como quisiera, sabía muy bien que verme sonreír no representaba ningún crimen cometido o que mereciera la pena recibir disculpas por ello.
—Gracias —respondí—, por todo.
—Sonría. —Fue lo único que dijo en respuesta. No sonreía ni expresaba nada, tan solo se mantenía inmóvil, a la espera de mi reacción.
Lo cierto era que mi sonrisa de la tarde había sido inesperada, que brotó de mis labios sin siquiera ser consiente, y no fue hasta sentir la calidez que embriagó mi corazón me percaté de haber sonreído.
No había sido por el regalo de Fausto, en gran medida se debía a la bondad y la amabilidad de los dos Sauto. Recién me daba cuenta que Jhören no era bueno con las palabras, mientras que Jhüen podía decir las cosas exactas en el momento exacto; y Jhören actuaba de manera un tanto brusca algunas veces, pero también era gentil y podría decirse que se expresaba más con acciones. Si no fuera por todo eso, dudaba poder encontrarme en donde estaba ahora, rodeada de personas como Lorenzia, don Florentino y Fausto.
Había sonreído porque gracias a todos ellos poco a poco comenzaba a forjar mi futuro, mi felicidad. Comenzaba a creer en mí y a dejar de darle valía a las palabras que me tacharon de ser un objeto con valor. Que era importante para ciertas personas; era querida, era amada, no por lo que podría ofrecer sino por ser Rías, por ser yo. No necesitaba a una gran cantidad de personas a mi alrededor, solo la compañía necesaria para sentirme plena, bastaba tener a mi lado las personas correctas.
Ahora lo comprendía muy bien.
"Lo desea, todo el mundo quiere un amor. No podría tener una familia si usted no sabe amar o si usted misma no se permite ser amada"
Me prometí agradecerle a Jhüen la próxima vez que lo viera, ahora entendía sus palabras a la perfección.
—Gracias, Sauto —volví a decirle a él.
—Solo esta noche, me gustaría que me tratara con más confianza —pidió.
Me apresuré a limpiar las pocas lágrimas que comenzaban a brotar de mis ojos, e intenté en vano detener mi repentino lloriqueo para evitarle a él un momento incómodo, pero sentía más la necesidad de hacerlo mientras más reprimiera las ganas.
Sauto se alejó. Al hacerlo, las hojas caídas y las ramas de los arboles crujieron bajo su peso y el movimiento súbito.
—Lo siento —contestó, apenado—. ¿Hice algo mal?
Sacudí la cabeza en negativa. No podía hallar las palabras para describir cómo me sentía en este preciso instante. Él volvió a acercarse, tomó una de mis manos y tiró de ella, su acto me sorprendió y perdí el equilibrio pero la recobré justo en el regazo de Sauto. Él permitió que apoyara mis dos manos sobre su pecho, mientras uno de sus brazos se apresuraba a sostener mi cuerpo por la cintura.
—No tiene por qué llorar tanto —susurró él en mi oreja, su tono era calmado mas no aliviado—.Me hace sentir mal.
Al pronunciar lo último, no logré descifrar cómo se sentía o qué quería transmitir con sus palabras. Sauto comenzaba a guardar sus sentimientos.
—Sonría —volvió a decir—. No ha hecho más que menospreciarse estos días.
Aquello probablemente era cierto.
—Venga conmigo. Deje que le muestre algo bueno.
No me dio tiempo para responder. Él me apretó más a su cuerpo y en un abrir y cerrar de ojos —literalmente—, ambos nos trasladamos a un lugar desconocido. Tampoco conocía mi posición anterior, pero este nuevo sitio era sin duda algo irreal, mágico, que no podría hacerle comparación a ningún otro.
Él me soltó despacio. Elevé la mirada hacia el rostro de Sauto para ver lo que antes había percibido de él. En efecto, sí tenía vendado los ojos.
—¿Por qué la venda? —le cuestioné.
Él formó una media sonrisa.
—¿Para no abrir los ojos? —respondió sin tomar en serio mi pregunta.
—Nunca los ha abierto. —Refunfuñada, me giré sobre mis talones para hacer el intento de ignorarlo.
—Usted sabe que eso no es cierto. No me gustaría volver a ponerla en una situación similar al anterior, eso es todo.
Solté un suspiro. A tan solo unos pasos, un rio fluía tranquilo, lento, y parecía guardar en el fondo de su caudal pequeñas piedras resplandecientes que le otorgaba vida y luz al agua. No solo era eso, en el aire flotaba una infinidad de luciérnagas, que convertía el ambiente en algo espectacular; como si las estrellas, tan diminutas, hubiesen bajado del cielo para quedar suspendidas en este sitio. No se escuchaba ningún sonido. El ambiente permanecía en un silencio sepulcral.
Avancé a unos pasos, con la intención de explorar todo a mi alrededor. Mi movimiento alertó a los insectos y revolotearon sus alas para alejarse, pero entonces todo cambió. Las luciérnagas se convirtieron en pequeñas manchas blancas, que comenzaron a caer uno por uno con delicadeza sobre el césped, sobre el rio y sobre nuestros cuerpos. Elevé la mirada al cielo.
"¿Nieve?" pensé.
Me giré para ver a Sauto anonadada por el cambio repentino del ambiente. Él no estaba sorprendido, se mantenía inmóvil, con la cabeza girada en mi dirección. No tenía idea de lo que podría estar pensando.
—Siga observando. —Me instó con tranquilidad.
Eso hice. La caída de la nieve también fue algo momentáneo, una ligera brisa se llevó el escenario para abrirle paso a otro evento sobrenatural. En nuestro entorno, toda planta floreció, la nieve se convirtió en pétalos y flores que el viento parecía haber desprendido con ligereza de las ramas de los árboles. Todo era un espectáculo. Me tenía fascinada.
—Es un circulo —habló Sauto mientras se situaba a mi lado—, a veces al azar. Las flores se secan, vuelven como luciérnagas, luego cae nieve y después florece. Es algo raro.
—¿Siempre viene aquí?
—Me gusta el lugar. Tal vez usted no lo recuerde, pero esta es la segunda vez que viene aquí. Ahora la llevaré de vuelta.
Abrí la boca para decirle algo, pero Sauto con un movimiento ligero de la cabeza, me instó a ver más allá de los árboles, más allá de los cambios de ambiente solo para mostrarme algo más extraordinario.
Era un paisaje lejano, pero muy perceptible. Era el castillo de Sauto lo que se imponía a la lejanía. Entonces lo recordé. Esa vez, Sauto me había llevado a un lugar desconocido donde se podía mirar el castillo en todo su esplendor... y él me había dejado olvidada justo ahí.
Aunque me inquietaba, no dije nada al respecto. Me limité a observar los cambios del lugar tantas veces como me fue posible. Sentía que podía quedarme a disfrutar de este momento sin cansarme. Provocaba cierta emoción en mí, como si me pidiera a gritos que recordara, que remembrara mis deseos más tiernos y sacara a relucir mis sueños felices. No tenía nada de mi pasado que pudiera hacerme feliz, pero sí había algo de mi presente que merecía la pena recordar. Mis labios comenzaron temblar en una media sonrisa. Caminé a pasos apresurados sin rumbo alguno, moviéndome entre el ambiente con la alegría de quien apenas abrió los ojos por primera vez.
Como si un mundo nuevo se desplegara ante mí.
—Todo es hermoso, Jhören. Es como si estuviera en un sueño —expresé, girándome a verle el rostro.
—Jhören, ¿eh?
Él soltó una pequeña risa contenida. No se burlaba, más bien, parecía esconder algo en su gesto.
—Al fin se ha reído —comentó—. Quédese así para siempre.
Quizá era eso.
—Me cansaría —le dije con tono juguetón—. Para siempre es mucho tiempo. Mis mejillas dolerían y mi rostro se arrugaría pronto.
Él rio por mi comentario y tan solo le restó importancia.
—Es hora de volver —avisó, con cierto recelo en la voz—. Ha sido un placer verla esta noche, señorita. Gracias por su agradable compañía.
—¿Volver? ¿Tan pronto? —pregunté apresurada, sin la menor intención de querer irme de este lugar o de apartarme de su lado.
—Quería despedirme como es debido... y disculparme con usted por todo el mal que le he estado ocasionando. Este pequeño espectáculo no remediará mis palabras en el pasado, pero quiero que sepa que las llevo conmigo para mortificarme.
—¿Qué trata de decirme? —inquirí, atónita, sin darle razón a los pensamientos que pronto se arremolinaron en mi mente—. No tiene que pensar en el pasado. Ya no tiene importancia.
—Su amabilidad no tiene precio. No olvide que una sonrisa de su parte puede cambiar todo, incluso podría lograr lo impensable. Podría robar el corazón hasta del más temible monstruo si sonriera más a menudo. Jhüen decía que los humanos poseían armas letales que ni siquiera las bestias más feroces pueden evadir, podría decirse que soy testigo de ello.
—Sauto...
Él ladeó la cabeza a un lado, observándome en silencio. Esbozaba en sus labios lo que parecía ser la sombra de una sonrisa triste.
—Jhören —lo nombré, con la esperanza de que escuchara mi imploro. Deseaba que tomara mi mano, que lo sostuviera y entendiera mis ansías de seguir viéndole, quería que comprendiera mis deseos de no partir de este lugar sin él a mi lado.
Pero él solo se quedó viendo, con la mirada apagada, con una expresión sombría que fácilmente sería malinterpretado como algo aterrador. Pero no era así. Sauto no era así en absoluto. Mis pies permanecían inmóviles y todo a mi alrededor se movía a una velocidad espeluznante. Todo se esfumaba, alejándome cada vez más de Sauto.
—Sauto... quiero —mascullé despacio con lágrimas en los ojos—, no quiero irme. No me deje.
Podía escuchar el zumbido del viento a lo lejos mientras me perdía en una profunda oscuridad, tuve un sueño en el que me veía a mí misma al lado de Sauto; a veces caminando, otras veces sentado o riendo, durmiendo, haciendo muchas cosas a la vez.
Podía en mi sueño ver a un Sauto con los ojos cerrados o vendados, podía verlo con el semblante serio, frío, sin expresión alguna, pero en el fondo sabía que guardaba una alegría que muy pocos tenían acceso; podía no sonreír ni hablarme, mas escuchaba el sonido de sus risas cerca de mi oído para después susurrarme palabras que ninguna otra mujer podría tener el privilegio de escuchar.
Sin embargo, solo era un sueño. Una terrible ilusión que la abrumadora noche tuvo la osadía de mostrarme, de jugar conmigo, con mi mente y, tal vez, con mis sentimientos y deseos.
Y, de alguna forma, desperté ese día con un dolor arrebatador en el pecho y con pequeñas lágrimas en los ángulos de mis ojos. Jamás había tenido un sueño tan vívido, tan peligrosamente hermoso y aterrador al mismo tiempo. Era la primera vez que recordaba siquiera un sueño. Quizá solo era eso, lo único que debía hacer era dejarlo pasar, ignorarlo, porque todo había sido una completa fantasía, producto de mi imaginación; mas el sentimientos de nostalgia e incertidumbre seguía embaucando mi alma y corazón, porque mis sentimientos y emociones eran reales.
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