El primer lugar a donde quería refugiarme era la cabaña de don Florentino. Sentía el impulso de expresarme. Sabía que yo era alguien demasiado dependiente, que fácilmente podía dejar recaer mis obligaciones en una persona que se ofreciera a ayudarme, sin embargo, también era consciente que si de sentimientos se trataba, debía guardarlos para mí y nunca exteriorizarlos. Lo que sentía o sintiera, eso al mundo no le interesaba. A nadie le importaba si sonreía o lloraba, si era feliz o era miserable, lo que verdaderamente valía para el resto era el bien que podía hacer por ellos.
Era curioso que ahora sintiera la necesidad de contar con alguien, de querer expresarme, de sacar a relucir hasta mis deseos más oscuros por mi bien, ya no el de nadie más. El sentimiento que comenzaba a florecer en mi interior no sabía si me hacía débil o alguien fuerte, pero tenía certeza de que el gran paso que estaba dado poco a poco podría liberarme de las sombras de mi padre.
Tras conocer a don Florentino y a Lorenzia, sentía que las ideas con las que fui instruida podrían quedarse atrás. Sentía que estaba bien poder decir cómo me sentía realmente, que estaba bien no engañarme a mí misma y que no estaba mal ser egoísta con los demás de vez en cuando; pero también tenía dudas al respecto. Ellos parecían aceptarme, por lo que podría seguir dependiendo de ellos, mas desconocía hasta qué punto podían soportarme o saber si era o no una carga.
Estaba a punto de entrar por la cabaña cuando una voz me detuvo.
—Espere, por favor —demandó alguien desconocido. Era un hombre—. Vaya, sí que corre rápido, ¿o soy muy lento?
Me giré para verle el rostro al recién llegado.
—Señor Sauto —mascullé al saber de quién trataba.
—¡Qué cruel, señorita! —expresó frunciendo los labios, no sabía si el gesto era genuino o si solo estaba jugando—. Puede llamar a Jhören y a Jhüen por su nombre, ¿pero a mí no? ¿Le parece que soy el más viejo de los tres para decirme señor?
—Lo siento, es que...
Él carcajeó e inclinó su cuerpo ligeramente, quizá para contener la risa o para intentar recobrar la respiración. Tras un instante de espera, él se volvió hacia mí con una expresión divertida.
—Dígame Nord, como todos. Debe saber que no soy tan quisquilloso con mi nombre. Nada de Sauto, dejé de serlo cuando abandoné el castillo hace tiempo —aclaró con una sonrisa juguetona. Su cabello negro comenzó a alborotarse por el viento que azotó el lugar.
Mi primer encuentro con él había sido en la fiesta de disfraces y, aunque solo tuve la oportunidad de tratar con el señor Nord una vez, él me había parecido un hombre bastante amistoso y alegre, tanto que infundía cierta seguridad y confianza de una manera impresionante.
—Si usted lo dice —respondí.
—No sea tan reservada conmigo, no la comeré o algo por el estilo.
Él volvió a carcajear, esta vez con más fuerza; yo solo lo miré sin encontrar la gracia en sus palabras.
—Mala broma. Lo capto.
—¿Necesita algo de mí? —inquirí, nerviosa. Era más amistoso del que hubiera imaginado, daba miedo—. No recuerdo haberlo visto en la casa. ¿Dónde apareció?
—Estaba ahí, Rías, sentado en uno de los sillones. ¿Realmente no me vio? ¿No destaco en nada?
—Lo siento —me apresuré a decir—. Soy muy despistada, es culpa mía no haberlo notado antes.
—No se preocupe. —Él meneó la cabeza con ligereza—. Solo quería decirle que no se inquiete por nada. Hizo bien al decir la verdad; de haber mentido por esa señora, Jhüen se habría molestado.
—Jhüen es alguien muy amable, tanto que me es imposible imaginarlo de mal humor. Además, no sería capaz de traicionar su sinceridad.
—Pero si lo hubiese hecho, seguro él sabría cómo comprenderla.
Solté un suspiro profundo. Me alejé de la puerta e invité a Nord Sauto a que me siguiera a un punto más tranquilo, justo detrás de la casa, donde hablé con Sauto una vez. No quería que don Florentino se despertara por culpa de nuestra plática.
—Estoy causando muchos problemas, ¿no es así? —escruté. No di espacio para recibir una respuesta, y me apresuré a listar hechos que mi boca no quería callar—. Ayer hice que Sauto fuera al bosque por mí, hice que se tomara muchas molestias por mi bien, incluso involucré a Jhüen. Podrá ser que Sauto no vino hoy por mi culpa, ¿tal vez no quiera verme porque lo hice pasar un momento vergonzoso?
—Se preocupa muy rápido, señorita —me interrumpió. Tenía una media sonrisa en los labios, dejándome saber que mis palabras era una exageración de lo que realmente pasaba. De alguna manera, sus ojos verdes parecían tener cierto brillo melancólico y tranquilidad al mismo tiempo. Él prosiguió, viéndome a los ojos—. Déjeme decirle que esas cosas son insignificantes —comenzó a decir y su sonrisa se amplió—, a juzgar mi propio existencia, está bien hacer preocupar a alguien de vez en cuando, está bien causar problemas; de ser lo contrario, nadie estaría lo suficientemente vivo.
»Si no hubiera alguien en nuestras vidas, si alguien no estuviera a nuestro lado aunque sea para alborotar y desordenar nuestro día, solo dejaríamos traslucir nuestra propia soledad y miseria al mundo. Seríamos meras sombras sin pasión ni emoción. No seriamos nada. Por eso, señorita, no se sienta mal. Estoy seguro que Sauto lo ve como un regalo y no como una molestia o un problema.
—Yo no quiero molestar a nadie o causar problemas —contesté sin hallarle lógica a su comentario. Aunque podía decir que cada palabra que salía de su boca era su propia experiencia. La sonrisa que alegraba su rostro se debía a los buenos momentos de su vida, porque quizá él recordaba a su esposa, Indivar. La recordaba a ella, por eso podía sonreír de esa manera. Porque recordaba a alguien especial, él podía pronunciar esas palabras, como si hablara de un tesoro—. No quiero ser una molestia para nadie —agregué, rendida, sin saber la razón.
Quizá Jhüen decía la verdad al decirme que todos ansiaban ser amados. Al verlo a él, que pensaba en su esposa mientras me hablaba, me hacía desear ser amada con la misma intensidad con la que él amaba.
—Pues Sauto necesita a alguien que le cause muchos problemas, y a usted le hace falta crearlos —dijo entonces—. ¿Quiere que le sugiera cómo provocarlos? Gracias a mi esposa tengo muy buenas ideas —agregó con una emoción sorprendente, como si acabara de tener la idea más brillante del mundo.
Me horroricé. Estupefacta, me le quedé viendo un instante. ¿Qué tenía él en mente?
—¿Qué le hace pensar que Sauto acudirá a resolver mis problemas? —le pregunté. Sentía curiosidad por lo que pasaba en su mente, quería saber sus motivos para querer que le cause problemas a Sauto—. No. No. No —dije rápido.
—Sauto no es de las personas que regalan o se tomen la molestia de hacer algo por otra persona —comentó, con el semblante serio—. Por darle una ejemplo claro, si Jhüen o yo le diéramos un regalo, sería muy diferente a que Sauto lo hiciera. ¿Comprende?
Al ver que no estaba dispuesto a decir algo al respecto, él prosiguió.
—Estoy seguro que si se trata de usted, él acudirá, él la ayudará sin importar qué tan complicada sea la situación. Es lo que un Sauto puede hacer. Todos lo saben.
"Es lo que un Sauto puede hacer"
Esas palabras parecían estar burlándose de mí al repetirse en mi cabeza más de una vez. Aun así, él no podía hablar por Sauto.
—¿Sabe por qué Jhüen se molestó tanto cuando esa mujer le quitó el regalo que Sauto le dio a usted? —preguntó, alzando la cabeza al cielo—. No es la prenda o la joya lo que importa, porque eso se puede reemplazar, más bien es el gesto que Sauto por primera vez hizo por alguien.
Comencé a entender a qué iba la conversación. Como una chispa que se encendió en mi cabeza, logré captar las intenciones del señor Nord. Con esas últimas palabras me dio una clara idea de lo que podría estar pensando. La posibilidad de que Nord y Jhüen hubiesen malinterpretado las acciones de Sauto era más palpable ahora tras escucharlo.
—Aquí hay un error. Está malinterpretando todo —le respondí, muy segura—. Sauto hizo lo que hizo porque sintió lastima por mí.
—¿Así lo interpreta?
—¿Por qué sería de otra forma?
El señor Nord dejó caer la cabeza en sus dos manos, rendido. Me sentí un poco mal por arruinarle sus ilusiones.
—A ver —él comenzó a decir, recobrando los ánimos para hablar. Quizá recordó algo que le faltó decirme—. Voy a ponerlo de otra forma. Sauto es de esas personas que aunque viera una persona moribunda en la calle, no le daría un pan...
—¿Entonces Sauto es cruel? —lo interrumpí, casi horrorizada.
Volvió a dejar caer la cabeza en las manos, meneándola de un lado a otro. Le estaba causando problemas, lo podía sentir.
—No me dejó terminar —agregó.
—Lo siento.
—Como sea, quizá si me excedí con ese ejemplo. Lo que quería decir es que él jamás haría algo tan rastrero como dar algo por lastima —finalizó con una sonrisa en el rostro. Me dio la impresión de que se sentía triunfante, como si yo no pudiese contradecirlo.
—Entonces... —volví a refutarlo—, lo hizo porque se considera mi hermano. Dicen que entre familia se deben cuidar mucho. Eso fue lo que hizo.
—Usted es realmente increíble —dijo, no sonó como un cumplido—. Sauto no me ha hecho un regalo desde que lo conozco y se supone que es mi familia.
—Ah.
—¡Así es! —exclamó con euforia—. Ya me va comprendiendo. Muy lento, pero seguro.
—Nord... ustedes tres... no son familia de sangre, ¿cierto? Hace mucho que quería preguntarlo, es que los tres son tan diferentes.
El rostro de mi acompañante se desfiguró. Un escalofrió me recorrió el cuerpo entero. A juzgar por la mirada de pocos amigos que él me dirigía, de inmediato supe que había dicho algo indebido.
—¡Increíble! —exclamó—. Muy increíble. ¿Quiere llevarme la contraria, señorita?
Consideré la idea de salir corriendo.
—No, por supuesto que no. —Tomé una respiración profunda, luego lo fui soltando por la boca despacio—. Corríjame si estoy mal, pero es que me parece extraño que usted quiera pintarme un Sauto diferente, como si usted quisiera que lo viera de otra forma. ¿De casualidad... busca que lo acepte?
Silencio.
Parpadeé un par de veces, viendo fijamente su rostro para encontrar la respuesta que tanto buscaba. Necesitaba confirmar las sospechas que hacía un rato me andaba rondando en la cabeza. Su silencio podía interpretarlo de muchas formas. A lo mejor ya lo había exasperado o bien podría haber acertado en mi pregunta. Él tan solo se mantenía impasible enfrente de mí.
—¿Teme que no pueda aceptar Sauto por ser un monstruo? —pregunté con curiosidad. Eso captó su atención. Él parpadeó varias veces para salir de la ensoñación que se había inmiscuido ante mi anterior pregunta.
—¿Eh? —Fue lo único que balbuceó. Parecía bastante asombrado.
—Eso dijeron unos monstruos de él.
—¿Y qué piensa al respecto?
Él cambió de postura, apoyó el peso de su cuerpo con un solo pie. Sostuve su mirada por un largo rato, mientras consideraba mi respuesta. Hasta este momento no me había detenido a pensar sobre lo que escuché la noche anterior, no porque no me pareciera interesante o que fuera un tema que no mereciera considerarse un par de veces, porque lo merecía, pero simplemente no me había dado tiempo para detenerme a pensar en ello. En realidad, tal vez porque me parecía absurdo e imposible.
—Es mentira —concluí—. No podría serlo. Tengo en claro que tiene sus secretos, hace cosas que yo no podría hacer... además, no es algo que me incumbe. Pero sería mentira si le dijera que él no me intriga, en especial sus ojos.
—¿Por qué cree que Sauto no podría ser un monstruo? ¿Porque ha sido bueno con usted o porque no aparenta ser una bestia salvaje? —volvió a cuestionar sin dejar espacio entre cada pregunta. Su rostro extrañamente se había puesto serio y sus ojos verdes que hacía un instante brillaban se habían opacado por la incertidumbre.
—No es un monstruo. Los monstruos que yo conozco son salvajes y no razonan. Quizá fácilmente podrían malinterpretar la actitud de Sauto algunas veces... pero él también es muy amable a su manera. Soy consciente de que no lo conozco lo suficiente, y solo digo lo que mis ojos han visto.
Él soltó un suspiro, entristecido. Tal vez esperaba otra respuesta de mi parte, y la actitud que adoptó me hacía querer deliberar sus preguntas y mis respuestas una vez más. Parecía insatisfecho, como si sus planes hubiesen sido frustrados de la peor manera. No sabía en qué había fallado al responder o si había dicho algo fuera de lugar.
—Sobre los ojos de Sauto —comenzó a decir, soltando un suspiro—. Suceden varias cosas cuando él los abre... Aunque temo que no sea la persona indicada para contárselo.
—No tiene por qué contármelo si no quiere —recalqué. Él asintió con la cabeza—. Solo quiero saber si es bueno que los abra —dije. Recordé esa conversación con el niño de cabello blanco, él mencionó que Sauto había estado abriendo los ojos desde mi partida.
—Eso depende mucho —respondió él, pensativo—. Depende muchísimo a quién se lo debe enseñar o la razón que lo impulsa abrirlos. Es bueno en algunos casos y malo en otros, generalmente siempre es malo para Jhüen.
—¿Por qué?
—No creo que sea prudente de mi parte decirle.
—Está bien. Lo siento.
—Solo tenga en mente que si usted no siente nada por él, asegúrese de que él no vuelva a prometerle algo. Las promesas para nosotros adquieren un sentido diferente a como habitualmente usted o lo suyos pueden verlo. O se cumplen o se cumplen, así funciona, y tendemos a morir por no consumar una promesa que por otra causa. Por eso, si él está aquí porque le prometió algo y no por sus deseos, sería mejor que se cumpliera pronto.
»Yo la aprecio muchísimo porque me recuerda a mi esposa, pero por encima de cualquier cariño, siempre estará Sauto. Perdone si malinterpreté todo, pero últimamente él ha estado actuando extraño y creí que sufría de algún mal de amor. —Él se llevó una mano a la cabeza y rio—. Veo que no es así. Perdone. Quizá se deba a otra cosa.
No sabía qué decir. Era más información del que habría querido escuchar. Hablaban de promesa siempre, pero la única que recordaba que Sauto me había hecho era esa ocasión cuando el castillo fue atacado, o ayer en la noche, cuando me prometió que don florentino estaría bien. Era consciente que mis acciones podían entorpecer todo. En el pasado y en el presente, hacía más mal que bien.
—Mejor cuénteme sobre el hombre enfermo que Sauto mencionó. ¿Podría verlo? —cuestionó él, instantes después—. Acompañé a Jhüen a esta casa porque Sauto dijo que debía comprobar algo.
—¿El qué?
—Solo son suposiciones porque Sauto no pudo verlo personalmente, pero dijo que sospechaba que el hombre podría haber sido atacado por una bestia.
—No lo creo. Si una bestia hubiese atacado a don Florentino, ¿no lo habría devorado?
—Hay más de una forma de atacar, Rías. Comer no lo es todo para las quimeras.
Resoplé.
—Parece que sabe mucho de ellos —dije un poco molesta. Sentía que Nord veía a las bestias de una manera diferente a la mía.
—Todos nosotros lo sabemos.
Me tranquilicé.
—¿Por qué Sauto no vino? —inquirí para cambiar de tema.
—Ah —dijo, restándole importancia al asunto—. Está por ahí cumpliendo una promesa... creo.
Me quedé en silencio para dar por finalizada la conversación. Luego lo invité a seguirme hacia la cabaña de don Florentino y que viera el estado en el que se encontraba. Cualquier ayuda que podríamos recibir para salvarlo sería bien recibida; pero tan pronto Nord entró en la pequeña casa y vio el cuerpo debilitado de don Florentino, salió corriendo, quizá despavorido.
No comprendí su acción. Él solo se marchó sin despedirse, corriendo hacia el carruaje estacionado en la entrada de la casa principal como si hubiera sido apresurado por un ente invisible. Intenté seguirlo y preguntarle qué había sucedido o si sabía lo que le pasaba, pero luego Jhüen también se fue de la misma manera. Era imposible alcanzarlos.
Ambos se marcharon dejándome con muchas dudas.
Y justamente esa noche, comenzó a llover fuerte; pero el clima no fue lo que me sorprendió, más bien la visita que recibí.
Él no hacía una visita formal como acostumbraba, no era a la señorita Rosseta a quien buscaba, sino a mí. Tocaba con un débil movimiento los vidrios de la ventana de mi habitación, y me sorprendía mucho que un hombre como Sauto estuviera esperando a que le abriera en un lugar donde el lodo para los cerdos era más prominente.
A simple vista, podía percibir su cansancio, y no fue hasta dejarlo entrar que noté la gravedad del asunto. Sauto estaba herido.
***
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