—Quien diría que tienes sentido del humor —me burlo mientras tomo una taza de té.
—Quien diría que hubieras aventado a la chica a las fieras —se parte de risa—. La verdad no lo creí cuando lo escuche. Cuando me dijiste eso de matarme ayer estuve a punto de partirme de risa.
—Entonces... ¿si vas a ayudarme?
—No.
—¿No?
Lo fulmino con la mirada y por el rabillo del ojo veo a Stet paseándose por sus pies.
Estoy a punto de abrir la boca pero se me adelanta.
—Eso sería traición...
—¿Crees que no lo sé?
—Claro que lo sabes —se recuesta con una sonrisa ladeada—. Solo quiero saber si estás consciente del peligro en el que estás.
—Sí, se en lo que me estoy metiendo. Gracias.
—Perfecto, entonces sí te ayudo.
—Estoy pensando que lo que tú quieres es meterme miedo y así no mate a Tarik.
—No —se ríe—. Lo que más quiero es ver a ese mal nacido muerto. ¿En qué has pensado hasta el momento? ¿Decapitación, secuestro, tortura, quemarlo...?
—Veneno.
—Veneno —repite—. Ingenioso... sin pruebas ni testigos, ni rastro. ¿Cuándo piensas hacerlo?
—Todavía no estoy segura —me encojo de hombros—. Tal vez en unos días... semanas... años quizá.
—Si te pasas más del año te juro que lo mato yo.
—Que mente más perversa tienes —no puedo evitar sonreír.
—Por algo soy capitán y he ganado varias guerras y conquistas.
—Y por lo tanto eres mi nuevo mejor amigo, pero aunque me empieces a simpatizar creo que si vas a seguir hablando te invito a que lo hagas en otro lado —me levanto y camino a las puertas que dan al interior de mi habitación—. Es hora de que tome un siesta.
—¿No se supone que tienes obligaciones las cuales atender?
—Cuando eres la esposa del faraón y estas embarazada tu única tarea es dormir, comer y relajarte —miro sobre mi hombro—. Además, tengo gente que hace las demás tareas por mi.
Mis días pasan tranquilos y relajados y esto me sorprende.
Por lo general tengo a Tarik pululando a mi alrededor quejándose de todo, pero en estos días ha estado tranquilo.
Hay veces en las que ni siquiera nos topamos cuando nos levantamos ni cuando nos vamos a la cama.
A pesar de que me alivia, no puedo evitar sentir un deje de desconfianza.
¿Y si sabe de mí plan?
No puedo permitir que se me salga de las manos. Además, no puedo asesinarlo sin antes haber eliminado a Nea ya que ella sería la primera persona en alegar en mi contra.
Con Nea no puedo ocupar el mismo método, se vería un tanto sospechoso que el nuevo faraón muera de lo mismo.
—Nana —llamo a la mujer—. Manda a alguna doncella que vaya por el príncipe Tau y el príncipe Thabit, por favor.
—Claro niña.
Con lo de Tarik posiblemente tenga que idearlo de otro modo, en el cual necesitaré de Thabit, pero con Nea...
—Pero que gorda estas —la dulce voz de Thabit inunda mi sistema y hago un mueca.
—Pues estoy embarazada, ¿qué esperabas?
—No se, algo más... sexy.
—Cierra tu inmensa boca y escúchame —le miro y me sorprendo al solo verlo a él—. ¿Dónde está Tauti?
—Tauti —se burla y se parte de risa—. Qué nombre más...
—Dilo y juro que te lanzo por el balcón.
—No está —se encoge de hombros y se deja caer pesadamente sobre mi camastro para después picotear mi fruta—. No dijo a donde ni cuando regresaría. Creí que ya sabias.
—Pues no —gruño y le pellizco—. Tengo una pequeña tarea para ti.
—Soy todo oídos.
—Necesito un reo —la uva que se estaba comiendo parece tener dificultad para bajarle y no quiero en estos momentos una muerte.
—¿Alguno en especial?
—Sí, que este condenado a pasar el resto de sus días en las mazmorras.
—¿Para qué lo quieres?
—Ese ya es asunto mío, tú solo limítate a encontrarme uno.
—Para cuando lo quieres.
—Lo antes posible por favor —asiente y se levanta listo para marcharse pero antes de que salga me acuerdo y le detengo—. Por cierto, también has que lo trasladen aquí si es que no está y que por "casualidad" se escape. Eso sí, después de que haya hablado con él.
—Esta bien —suspira—. Eso sí, creo que estas verdaderamente loca.