148. Suhail

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Nota de la autora: Me parecen interesantes los comentarios sobre la reconciliación entre Eric y Max. Más porque la gran mayoría de ustedes, a mi pesar, recuerda más lo que Eric le hizo a Max que lo que Max le hizo a Eric. ¿En serio sólo Max tenía que perdonar? Analicemos eso. 

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El camión con la mudanza llegó a las cuatro de la tarde de un sábado. Finley no tiene muchas cosas, pero la mayoría, por ser delicadas, debían trasladarse con precaución.  Pedirle que se mudara conmigo fue... una garantía. Max llegaría en dos semanas a Londres y evitaba sentirme insegura, necia o débil. Max era mi pasado y ahí había que dejarlo. 

Él fue ese amor apasionado, precipitado e incauto. Finley es mi refugio y, si no me quiero ahogar, debo aferrarme a él como si fuera un flotador en medio del mar.

¿Qué garantía me ofrece Max Solatano si, volviendo mi mirada atrás, con tristeza encuentro que cada que tuvo la oportunidad de lastimarme, lo hizo? Llega el día en el que todo ser humano dice "Basta, ahora debo hacer las cosas bien". Para eso nos sirve la escuela de la experiencia. 

Finley me pidió no bajar y desde la ventana de mi apartamento le miré bajar del camión sus cosas para después subirlas a mi piso. En mi mano tenía mi teléfono móvil que mostraba un mensaje de Laura.

12 y 13 de junio :D ¿A cuál fecha vamos?

Tenía que inventar alguna excusa. No podía ver a Max.

Suspiré y con teléfono en mano caminé hasta la puerta cuando escuché a Finley acercarse. Abrí y le dejé entrar a él y a los dos muchachos que cargaban con más cajas y objetos resguardados en plástico de burbuja y papel. 

—Perdón por tener muchas cosas —se disculpó Finley y le sonreí para que no se sintiera juzgado. 

—Está bien —dije, mirando a los muchachos colocar todo a un costado de mi sala. Más tarde acomodaríamos Finley y yo todo.

Era una nueva etapa. Era el comienzo de una vida completamente adulta. Era lo que siempre soñé tener: Estabilidad.  

Al terminar de bajar y subir todo, Finley remuneró a los muchachos y los despidió agradeciendo tratar con cuidado su mudanza. Después abrió una caja y sacó de esta un poco del plástico de burbujas.

—Hay mucho de esto por si también quieres —dijo, haciéndome reír. Me entregó el plástico que tenía en sus manos y sacó de la misma caja otro para entretenerse él.

Nos sentamos sobre un par de cajas que no tenían aviso de "Frágil" y comenzamos a aplastar cientos de  burbujas. 

Finley sabe cómo disfrutar de las cosas más pequeñas de la vida: Pasear con el perro o nosotros solos, cenar, cocinar, conversar... Por eso sé que estaremos bien.

Estaremos bien. 

—Últimamente estás muy callada —hizo notar, mientras yo aún ponía atención al plástico en mi mano—. ¿Problemas en la Editorial?

Negué con la cabeza. —Ahí todo marcha bien.

—¿Entonces que... ?

Lo miré. Su mirada, su tono de voz y su interés eran legítimos... pero no quería hablar con él. La noche anterior había llorado hasta quedarme dormida y hay cosas en mi cabeza y en mi corazón a las que no sé cómo nombrar. Yo, Suhail Didier, apasionada de las palabras, no sé qué nombre poner a cómo me siento respecto a Max. ¿Le tengo miedo? Porque lo que siento se asemeja mucho a eso. 

Max. No era justo que volviera para desordenar una vez más mi vida. Para robarse mi estabilidad y aprovecharse de mi conscendencia y lealtad. Y dolía... Dolía no saber qué pensar o cómo actuar.

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora