124. Suhail

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Maratón Max & Suhail. 3/5

Escuché a Max a tragar saliva un instante después de abrir la puerta de la habitación de Sam. Habíamos recorrimos juntos los pasillos del hospital hasta llegar a la Unidad de Cuidados Intensivos, yo empujando la silla de ruedas. No fue fácil conseguir un permiso para ver a Sam. Por fortuna, el médico que atendió a Max accedió a darnos diez minutos, solo diez minutos.

Ling se incorporó al vernos. Ella estaba sentada en la silla junto a la cama de Sam, adormitada. Yo sabía que iba y venía de su casa a la universidad y de la universidad al hospital. 

—Ustedes —bostezó, al vernos y frotó sus ojos. Ling necesitaba dormir. 

Al callar todos, en la habitación únicamente se escucharon los sonidos de los aparatos a los que estaba conectado Sam. 

Por estar Max sentado en la silla de ruedas y yo empujando esta, no pude ver su primera impresión al ver a Sam; pero la deduje.

—¿Por qué tantos aparatos? —le escuché gemir.

Cerré mis ojos pidiendo a Dios fuerzas. —No es capaz de respirar solo y sin ese tubo en su boca corre el riesgo de asfixiarse —empecé a explicar.

Max sollozó. 

La cabeza de Sam estaba sobre una almohada, inclinada de tal forma que podíamos ver su rostro. Fue triste. Ése no era Sam. Nuestro amigo tenía una mirada expresiva, siempre alegre. Esa persona en la cama parecía muerta en vida con su boca y ojos ligeramente abiertos y completamente inerte. 

—Gordo —gimió Max y se apresuró a aproximar él mismo su silla junto a Sam. Ahí esperó en vano a que su amigo reaccionara—. ¡Sam! ¡SAM! ...Perdóname, Sam. 

Un dolor horrible invadió mi pecho.

Max, como pudo, se inclinó sobre Sam. Ling miró con molestia la escena.

—No —musité, al verle abrir un poco sus labios, temiendo que le fuera a decir algo cruel a Max.  

Ling negó con la cabeza. No iba a callar.

—Te juro que si vuelvo a saber que te quejas de tu condición —reclamó a Max, también llorando—. Te juro, Solatano, que... que yo misma te corto la otra pierna. 

Max no dijo nada. Lo único que hacía era llorar acerbamente, hablando al oído a Sam. —Perdóname, gordo. Perdóname...

Era la cuarta vez que miraba llorar a Max. La primera fue cuando murió su papá, la segunda cuando supo que perdió su pierna, la tercera cuando por fin reaccionó y comprendió su situación... y por Sam. Nunca imaginé ver a Max llorar por Sam.

Y lo que faltaba.  


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continuamos :)

Les comparto esta imagen que Glez Dianita publicó en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros, y los invito a leernos por allá

 Alonzo - Libros, y los invito a leernos por allá ♥

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Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora