103. Max

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—¿Qué diablos te pasa? —le pregunté al gordo al verlo tomarme una foto con su teléfono. Guardó el aparato en su bolsillo y se acercó a mi mesa.

—Es sólo que es raro verte leer —dijo.

—Creo que encontré el tipo de libros que me gustan —sonreí orgulloso y le pedí sentarse.

Todavía estaba en la mesa donde me dejaron Aitor y Suhail, quienes todavía continuaban su cita. Miré de manera significativa su mesa para que Sam también la viera.

—No empieces, Max —me pidió mi amigo. Es más, ¡me lo rogó!

Pinche gordo cobarde.

—Suhail es intocable —dije, remarcando "intocable".

Sam hizo una mueca. —¿Cómo iba aquel dicho? Ni pichas, ni cachas ni dejas batear.

—Tengo mis razones para no intentar algo con Suhail —le recordé—. Para todavía no intentar algo.

El gordo soltó una risa. —¿Qué ella no te quiere?

—¡Me quiere! —me defendí, dando un golpe al libro que tenía en mis manos—. Escucha esto —pedí—: La guerra es de vital importancia para el Estado. Yo soy el "Estado", gordo.
Es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio...

—¿Suhail es el imperio? —preguntó, burlón.

—¡Exacto! —dije y continué leyendo aquel libro chingón—: Es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que nos es mas querido —sonreí astuto—; y ello no debe ocurrir entre nosotros. El arte de la guerra se basa en el engaño. ¡En el engaño, gordo! —señalé, pero Sam hizo un gesto de aburrimiento. Algo me dijo que ya había leído el libro—. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar ha de aparentar incapacidad; y cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. ¡Ajá!

Él se cruzó de brazos. —¿Qué?

—Que aún sin leer el libro del chino este, yo ya actué bien, Sam.

—¿Sí?

—Sí —dije, orgulloso—. Le hice creer al soquete que me parece bien que salga con Suhail... porqué —señalé el libro—, escucha esto: Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca.

—Nunca imaginé que leer te haría daño —se quejó el gordo.

—No seas idiota —Empujé su hombro y continué leyendo—: Se debe golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte...

—Ay, Max.

Hice una seña para que no me interrumpiera:
—Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo. ¡AJÁ!

—¿Ahora qué?

—Que casi lo saqué de sus casillas hace un rato —sonreí—. Soy un maestro del arte de la guerra, Sam.

—Has leído poco. Yo que tú leería todo el libro antes de hacer cualquier estupidez.

—Es mi camino al éxito.

—Cuando un chico quiere "conquistar" a una chica, lee poesía, Max. No guerra.

—Suhail ya me quiere —aseguré, mirando la mesa en la que estaba sentada ella—. Ahora toca tomar mi territorio.

Me sentía el capitán de un ejército.

—¿Por qué ahora? —me regañó Sam—. ¿Por qué ahora que ella por fin se animó a salir con alguien?

Dejé caer un poco mis hombros. —Porque había dicho que no quiere estar con nadie —recordé—. Debiste ver sus ojos cuando me pidió que alejara tipos de ella. Yo... —Negué con la cabeza— Yo le iba a pedir que... No es que le fuera a pedir ser mi novia. En un momento yo quise... ya sabes, romper un poco el hielo. Pero ella —Miré con más intensidad a Suhail— me desmotivó. Yo iba con todo, Sam, pero...

—Pues yo la veo bastante a gusto con ese chico —dijo el gordo, que también miraba la mesa de ellos.

—Lo sé —gruñí—. Eso no me lo esperaba. Creí que... —Me sentía traicionado— creí que también lo alejaría. "Mi quitisti i mi nivii, Mix" —me burlé, imitando a Aitor.

—¡¿Le quitaste a su chica?!

—¡Que no me acuerdo quién es! —insistí, enfadado—. La cosa es que no permitiré que él me quite a la mía.

Cerré el libro y le indiqué al gordo que me siguiera.

—¿A dónde vamos? —preguntó y salimos juntos de la cafetería.

—Lejos. No quiero verlos.

Le lancé una última mirada de odio a Aitor. Me molestaba que Suhail se sintiera cómoda con él.

"Ni ilijis i sihiil di mi, Mix"

A Sam, por su anchura, le costaba seguirme el paso al caminar en medio de los grupos de estudiantes.

—¡Oye, yo no me puedo ir todavía! —dijo, preocupado y me mostró un libro que llevaba con él—. Ling me pidió que le trajera esto. Lo olvidó y...

—¿Eres su asistente?

Me reí. Sam bajó la mirada. —Es que...

—Quieres intervenir en el arte de la guerra cuando no te ha funcionado la poesía —me burlé y me fui a preparar mi batalla.


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Ay Max :/ 

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Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora