91. Max

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Me parecía curioso que el idiota de Edgar estuviera tan pendiente de Suhail. Esto porque desde que supo que a ella le gusta se sintió más importante de que lo que realmente era.

Según él, lo que hacia era burlarse de ella. Pero su conducta iba va más allá. Lo miraba y sabía que iba vas más allá.
La miraba durante largo rato y estaba pendiente de lo que hacía o decía Suhail.
Y yo me daba cuenta porque también estaba pendiente de....
Olvídenlo.

Es que como si al hablarle de los sentimientos de ella hacia él un foquito se prendiera dentro de su horrible y grande cabeza y ahora, aunque no lo admitiera, estaba interesado en Suhail.
Me preocupé.

Esperé a Sam para salir juntos a receso.

—Tienes que ayudarme —le dije.

—No le diré a Sylvi que ya no te llame. No soy tu mensajero.

—¡No, esta vez no es eso! —juré.

Seguí al gordo por el corredor. Su culo enorme nos abría paso facilmente.

—¿Entonces qué es?

Había algo más aparte de lo de Sylvi.

—Suhail —admití.

El gordo rodó los ojos. —No volveré a hacer el ridículo con Ling por ti. Me debes muchas, Max. Te has alejado y por andar de idiota le prestas menos atención a la banda.

—¡Pero ensayo todas las tardes!
—me disculpe.

Intentaba seguirle el paso al gordo, que a pesar de ser gordo era bastante rápido. O sólo era que no quería hablar conmigo.

—Para poder estar con Suhail —me acusó.

—Claro que no —dije, pateando de mala gana una bola de papel que encontré a mi paso.

Gente iba y venía del patío, otros salones y de la cafetería.

—Claro que sí.

—Claro que no.

—¡Qué sí! Suhail es tu puerto seguro.

—Deja de hablar tan filosófico
—me burlé—. Eric hasta me preguntó si crees que por estar en una banda puedes fumar mota.

Sam puso los ojos en blanco. Llegamos al final del corredor y vimos en redondo el patio y la cafetería. Busqué con la mirada a Suhail. Ahí está. Caminaba junto a Ling hacia la cafetería.

—Por favor, Sam —le volví a rogar al gordo, condeándolo—. Eres mi amigo para solaparme, no mi mamá. No me sermonees.

Sam sacó de su bolsillo un chocolate y con un gesto accedió a escuchar mi petición.

—Necesito que alejemos a Edgar de Suhail —dije.

—¿Ellos están juntos?

—Todavía no pero a ella le gusta él y estoy casi seguro de que ese chimpancé se está colando por ella.

—¿Y cómo piensas alejarlos?

Sam me miró de forma burlona. Lo ignoré.

—Habla en plural —dije—. Cómo "pensamos" alejarlos... Y no sé. No tengo muchas ideas.

El gordo lamió cada uno de sus dedos ahora repletos con chocolate.

—Ya sé —dijo—. Ve a orinar alrededor de ella para marcar tu territorio.

Entrecerré mis ojos y torcí mi boca para hacer notar mi asco al imaginar eso:

—Esto es serio, Sam.

—Pero Suhail tiene derecho a salir con chicos.

Me crucé de brazos. —Pero no con Edgar —sentencié y me volví un poco para ver el patío del colegio. Evalué a varios candidatos—. Yo mismo le buscaré a alguien. ¿Qué te parece aquel idiota de lentes? —lo señalé—. Parece buen tipo.

Sam lo miró ceñudo. —Está en primero y es demasiado nerd.

—Ahí está. Perfecto para Suhail.

El gordo continuó saboreando lo poco que quedaba de su chocolate.

—A decir verdad tampoco me gusta Edgar para Suhai —admitió.

Miré otra vez de frente al gordo:
—¡Ajá! ¿Verdad que no?

—Y tú tampoco me gustas para ella. Es demasiado para ambos.

Abrí ligeramente mi boca y miré a Sam con nuevos ojos.

—¿Perdón?

—He estado leyendo poesía —dijo, pensativo—. Y concluí que Suhail es poesía mientras que tú eres una canción de rock...

—Hay poesía en el rock —me defendí.

—Dejame terminar —Sam cambió su peso de un pie al otro—. Eres una canción de rock, sí. Pero de esas tan escándalosas que casi no se entienden a menos que la escuches poniendo toda tu atención en ello.

¿Yo era Heavy metal

Moví mi madíbula, sintiéndome molesto.
—Deja de leer tanta basura, Sam —dije, porque no sabía con que más atacar. El gordo me hacía sentir que no tenía derecho de alejar a Edgar de Suhail.

Y es que no tenía derecho a alejar a Edgar de Suhail. Pero es que...

—Le va a hacer daño —le dije a Sam, como última oportunidad para convencerlo de que me ayudara.

Sam me miró pensativo. —Pero a ella le gusta. Algo bueno tuvo que ver en él.

—Y Bill Didier me lo pidió —continué —. Ya sabes, que vigile a Suhail. Eso incluye ver que Edgar no se acerque.

—Max —me dijo el gordo, girando sobre sus pies—. En vez de preocuparte por cómo ve Edgar a Suhail, resuelve tú tu mierda con ella.

Y se fue.
Abrí mucho mi boca. El gordo acababa de usar la palabra mierda. Lo que quería decir que era una petición seria.
Y me dejó solo.
Se fue y me dejó solo con mi mierda.

—¡Sam! —lo llamé—. Maldita sea... ¡Sam!

Pero no volvió. Comprendí que también estaba molesto porque Eric y yo, por salir con chicas, le poníamos menos atención a Los Raptores.

Me abrí paso hacia la cafetería y cuando llegué busque una mesa cerca de donde estaban Ling y Suhail.
No puedo, me dije.
No puedo acercarme a ella y decirle que siento "cosas" por ella. "La cosa". Me reí y decidí que era buen nombre para poner a mis sentimientos por Suhail.

Tenía catorce años y lo que sentía por Suhail abarcaba más espacio que lo que me hicieron sentir alguna vez Jessica, Sylvi, Olivia y Angie juntas.
Y me daba miedo. Tanto miedo que no me sentía capaz y lo suficiente valiente para lidiar con eso.
Y por ende, me frustraba.

Era como sentir vergüenza de reconocer publicamente que te gusta la espinaca. Todos dirían "Ay no, ¿te gusta la espinaca? La espinaca es fea".
Porque es fea. Casi a nadie le gusta la espinaca.

Así era como me sentía. Estaba malditamente confundido. Era demasiado para considerar siendo aún tan joven. Sin embargo, eso no evitó que me pusiera de pie lentamente al ver a Edgar sacar con valentía el pecho y sentarse en la misma mesa que Suhail. Al lado de Suhail.
Busqué con mi mirada a Sam pero no lo vi por ningún lado. Le quería decir que lo de orinar alrededor de Suhail ya no me parecía tan mala idea.

No sabía cómo, pero tenía que alejar a Edgar.



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Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora