116. Suhail

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*suspira* No saben lo difícil que fue escribir esto. ¿Listos?

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Un día después del accidente Max cumplió dieciocho años. Lo pasó inconsciente. Estuve la mitad del día con él y después me alejé para pensar. Debo encontrar la manera de ayudarte, Max. 

¿Cómo ayudar? Era lego en ese tema y, como todos, tenía miedo de la reacción de Max. Pero busqué información y me documenté bien sobre terapias físicas y psicológicas, muletas y sillas de ruedas. Acosé a los médicos con preguntas y también le hice ver a papá y a Miranda que teníamos que acondicionar la casa a modo de facilitarle todo a Max. 

Salí de la clínica y compré flores para colocar en la habitación del hospital. También compré fruta para Miranda , pues ella no había comido. Mi propósito era hacer todo más llevadero. 

Tenemos que salir adelante. 

Visité la biblioteca y ahí me entretuve  buscando más documentación.  Al volver a la clínica, me emocionó encontrar a Max despierto, sin embargo, estaba llorando. Me partió el corazón verlo sufrir.

—Hola, Max —saludé procurando sonar casual, aunque golpeando tentativamente mi pie derecho con el izquierdo. Me sentía temerosa de lo que él diría al mirarme. Nuestros últimos encuentros habían resultado caóticos. 

En cuanto escuchó mi voz, abrió mucho sus ojos y, molesto, trató de ocultar su rostro. No quería que lo viera llorar. Max estaba sentado sobre la cama del hospital, apoyado en algunas almohadas. Pude notar lo mucho que se le dificultaba moverse. Por lo mismo, no pudo, pese a que lo intentó y mucho, ocultar de mi su dolor y sus lágrimas.

¿Por qué eres tan orgulloso, Max?  

Intenté acercarme. 

—Lárgate —me pidió, primero en voz baja. No hice caso—. ¡LÁRGATE! —gritó, esta vez.  

Lo rodeaban dos médicos, Miranda y papá. A ninguno le sorprendió cómo me recibió. 

Pese a eso. —Max, por favor... —le pidió Miranda, llorando. Asumí que acababan de decirle lo de la amputación de su pierna.

—¡Tú también vete! —la echó Max, temblando. Entonces comprendí que sus lágrimas no eran de tristeza, eran de furia... de impotencia—. ¡LÁRGUENSE TODOS!

Incluso le dolía gritar. Lo vi enfadado por no saber de qué manera colocar sus brazos y su pierna para que ya no dolieran. Ay, Max. 

Y ahí estaba yo, exigiendo a mi cabeza pensar en una forma de aliviar un poco su pena. 

—Te vamos a inyectar algo que ayudará a que te duelan menos las heridas —le dijo uno de los médicos.

Max lo miró con odio. —¡No quiero nada! —gruñó, apretando sus dientes—. ¡NO QUIERO NADA! ¡SOLO LÁRGUENSE! —Acto seguido, cogió una de las almohadas y se las lanzó a los médicos—. ¡FUERA, DIJE!

—Tiene que hacerlo entrar en razón, señora —le dijo uno de ellos a Miranda. 

Ella y papá procurando acercase un poco más a Max. —Max, cariño...

—Dilo, mamá —interrumpió Max a Miranda, mirándola con rencor. ¿Qué le pasa?—. Dilo... Dí que me merezco esto, di que es mi culpa.

Miranda, horrorizada, negó con la cabeza. —¡Max, Dios no!

Él la obligó a alejarse. —Dí que me dijiste que condujera ese coche con cuidado.

—Max...

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora