85. Max

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No sé cómo justificarme. Es más, sería un insulto que intentara justificarme. La vi derramar lágrimas y no hice nada.

Aunque si les diré que las palabras que no dije me quemaron por dentro.

Ese día morí un poco. Ese día dejé de ser niño. Ignoré mis sentimientos y mi corazón, como castigo, se encogió un poco.

—Mírenla, está llorando —se burló Jessica de Suhaim entre risas. Ella y sus amigas.

Apreté mi puño. Era demasiado para mi. Me estaba comportando tan vil, tan cobarde... que poco a poco fui dejando morir mi inocencia.

Ling consoló a Suhail mientras yo daba pasos hacia atrás para alejarme.
Tenía muchos ojos sobre mi y, contrario a Suhail, no estaba acostumbrado a la presión pública y cedía facilmente a la presión de grupo.

Yo quería conservar a mis amigos. Yo quería ser genial.
Yo... tenía mucho que aprender sobre el amor, los amigos... y la vida.

Mientras me alejaba, Suhail, valiente, se limpió las lágrimas y se acercó a uno de los carteles:

—"Asqueroza" se escribe con S no con Z —dijo, mirando a Jessica.

¿Por qué tenía que empeorar todo y meterse con ella?

—A nadie le importa, fenómeno —le contestó Jessica, feliz de que yo no hiciera nada pese a que Suhail esperaba lo contrario.

Decepcioné a Suhail.

Me sentía como los mil demonios. Mis manos temblaban. Estaba molesto con Jessica pero, todavía peor, no era consciente de que me estaba convirtiendo en mi peor enemigo.
Hice las cosas mal y las seguiría haciendo mal.

Sam me alcanzó minutos después.

—Pensé que ayudarías a Suhail —dijo, confuso.

¿Por qué pensó eso?
Suhail y yo no somos amigos.
Suhail y yo... Es complicado.
Me gustaba estar con ella. Me preocupaba por ella. Y me gustaba pero... me avergonzaba de mis sentimientos.
Esa es la verdad.
No quería ser ridiculizado por mis sentimientos.

Le pedí a Sam que, sin preguntar por qué, me siguiera hasta la parte trasera del colegio.
Nos detuvimos en medio del espacio en el que el conserje acomoda los recipientes para la basura.

—¿Por qué es...

No dejé que Sam terminara su pregunta. Furioso, empecé a patear todo.

—¡MAX!

Sam me llamó un par de veces más pero lo ignoré. Él se veía asustado. No me importó. Necesitaba dejar salir mi ira...
No me calmé hasta sentir dolor en mis manos. Pateé y golpeé todo hasta el cansancio.
Estaba furioso conmigo y con Jessica.

—¡Pero me las va a pagar! —grité, colocando mis manos sobre mi cabeza.

Me odiaba. No quería pensar. No quería recordar a Suhail llorando.

—¿Que-quién? —preguntó Sam.

Él no podía dar crédito a verme tan furioso.

—Jessica —dije, frotando mis puños para calmar un poco el ardor—. Jessica y esas sanguijuelas a las que llama amigas.

—¿Que-qué vas a hacer?

—Ya verás, Sam. Ya verás...

Cuando regresamos a los corredores del colegio, me percaté de que los carteles con insultos hacia Suhail ya no estaban pegados en las paredes y tampoco habían fotocopias en el piso. Todos habían retomado su camino hacia los salones de clases.
Algún profesor intervino.

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora