51. Max

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La secundaria no era tan diferente a la primaria. Yo tenía muchos amigos y Suhail... Bueno, en la primaria nadie quería acercarse a ella. Sin embargo, en secundaria parecía ser lo opuesto. Allí se lo ganaba. Entonces pensé que Suhail ama que la odien. No obstante, con los años me di cuenta de que estaba equivocado. Lo que pasaba es que Suhail no tenía miedo de ser ella misma. Y admito que siempre la he admirado por eso. Yo cuidaba mis palabras para no parecer estúpido frente a mis amigos. Callaba lo que realmente pensaba sobre muchas cosas para no perderlos. Suhail no.

Y lo demostró una mañana en clase de Español:

—¿Alguien quiere leer su ensayo sobre Discriminación? —preguntó el profesor. Miré de reojo a quienes tenía más cerca.

Silencio absoluto. Estoy seguro de que entre nosotros habían buenas propuestas sobre cómo disminuir la discriminación, pero ninguno quería arriesgarse a que lo vieran como tonto por querer pasar frente de la clase. Eso es algo interesante sobre los adolescentes: en el fondo son muy inseguros. Quieren sobresalir, pero la mayoría busca imitar a un líder que establezca cómo deber comportarse el resto. Y el que lleve la contraria no encaja. Así de simple. Esa era la dinámica social en la secundaria... con excepción de Suhail.

Ella se puso de pie y pasó al frente con su ensayo en la mano.

—No esperaba menos, Suhail
—dijo el profesor.

Muchos rieron, pues tomaron como burla el halago del profesor. ¿Por qué? No lo sé. Hay que reírse de lo que diga el profesor. Eres tonto si lo tomas en serio.

Suhail aclaró su garganta y empezó a leer:

—La discriminación es un problema de desconocimiento. Más que odiar, le tenemos miedo a lo que desconocemos. La sociedad, por medio de los medios de comunicación, instaló en nuestras mentes estándares ridículos sobre cómo debe ser todo, sobre cómo debemos vernos o comportarnos todos, cuando lo que nos hace especiales son nuestras diferencias. Nuestra raza, sexo, ideas políticas o religión no debe ser motivo de segregación...

—¿Segre qué? —rió Cintia y con ella los demás a su alrededor.

A eso me refiero. Si algo le parece tonto a alguien que goza de mucha popularidad, los demás aparentan pensar lo mismo para no ser rechazados.

—Segregación —dijo Suhail, interrumpiendo su lectura. Ahí iba otra vez... —. Significa apartar a alguien de algo o una cosa de otra.

Cintia le dirigió una mirada de odio. ¿Por qué Suhail tenía que hacer eso? Ella sabía que Cintia es vengativa. Provocarla es peor que patear un panal de abejas.

Después de callar a Cintia, Suhail continuó su lectura.

—Eres vecino de Suhail, Max —me cuchicheó Cintia, elevando su tono de voz. Suhail volvió a callar al verse interrumpida otra vez—. Cuéntanos cómo es el lugar en el que vive. ¿La casa está hecha de plástico reciclado y dentro se reúnen hippies?

Algunos intentaron no reírse por temor al profesor. Aún así, le creyeron a Cintia. Ahora todos especularían sobre cómo es el lugar en el que vive Suhail.

Yo guardé silencio. Si defendía a Suhail mis compañeros me tacharían como raro y pensarían que ella me gusta. Sin embargo, si me unía a las burlas de Cintia contra Suhail, sería Suhail quien me odiaría. Y tampoco quería el odio de Suhail.

Pero fue peor callar. A Cintia le enfadó y Suhail, por cómo me miraba sospeché que esperaba una mejor reacción de mi parte. ¿Tenía que recordarle que no somos amigos?

—Es hija de Bill Didier —continuó Cintia, mirando de mi a sus amigos—. ¿Lo conocen? Ayuda a los de tercero con trabajos de seminario. Es el profesor que manda a hacer actividades del tipo abrazar árbolitos. El señor es una mezcla de Capitán Planeta y Mary Poppins.

El semblante de Suhail se encrespó. Asumí que tolerar burlas hacía ella era aceptable, pero que hablaran de su papá...

—Ha sido electo "Profesor del año" cinco años seguidos —dijo.

¡No, no le des más cuerda a Cintia!

Como sospeché, escuchar eso hizo reír a Cintia. Y no porque fuera gracioso que el señor Didier sea un maestro reconocido, sino porque ella quería hacer sonar las palabras de Suhail como ridículas.

—Suficiente —dijo el profesor de Español dirigiéndose a toda la clase y mirando con autoridad a Cintia—. Bill Didier es un gran ejemplo para todos los profesores de este colegio. Incluyéndome... Continúa tu lectura, Suhail.

Ése era otro problema con Suhail: Tenía de su lado a los profesores, lo cual era motivo de rencor entre el resto de mortales comunes y corrientes.

—Discriminar a alguien por cómo se ve o por cómo piensa nos aleja de la oportunidad de conocerle —prosiguió Suhail—. Porque si sólo buscamos estar con personas que se ven y piensan como nosotros no aprenderemos sobre la importancia de la diversidad y no ampliaremos nuestra mente. Nuestro mundo es muy pequeño...

—Adiós Medio ambiente —dijo Bet en voz alta—, ahora defenderá a negros, chinos, gais...

No podía creer que Bet dijera "Negros".

—¿Algún problema, Betsabé? —
preguntó el profesor, que también escuchó la palabra "Negros".

—Qué buena idea, Betsabé —dijo Suhail, interrumpiendo una vez más su lectura y retando a Bet. Ahí iba otra vez. A continuación se volvió hacía el profesor—. Profesor, ¿me permite hacer una actividad sobre discriminación? Puedo tenerla lista en dos semanas.

Pude imaginar a todos poniendo los ojos en blanco.

—Claro, será interesante —El profesor se mostró complacido. Después miró a Bet con severidad—. Y usted, señorita Paez, va a ayudar a Suhail a organizar todo.

Bet es la mejor amiga de Cintia. Eso nos da una idea del tamaño de problema en el que se acababa de meter Suhail.

—¿Algún otro voluntario para apoyar a Suhail organizando todo? —preguntó el profesor. Nadie levantaba su mano—. ¿Nadie?

No, yo no.

—Ling levantando su mano en diez, nueve, ocho —dijo Edgar en voz baja y muchos rieron. Sí, hablo del Edgar con el que me enfrenté a los puños en segundo primaria—, siete, seis, cinco...

Y ahí estaba Ling levantando su mano.

—Gracias, Ling —dijo el profesor.

—¿Ven lo que les digo? —dijo Edgar. Cintia y los demás continuaron riendo.

Cuando terminó la clase, Suhail regresó a su banco y el resto se puso a socializar en lo que llegaba la profesora de Álgebra.

Suhail se sentaba dos bancos detrás de mi del lado de la fila que estaba a mi izquierda, por lo que sobre mi cabeza vi pasar las bolas de papel que iban dirigidas a ella.

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora