100. Suhail

69.9K 9K 5.2K
                                    

Mi coche era un Toyota modelo 98. Viejo, pero sacaba la tarea. Aún así, ese día nos dejó a Ling y a mí tiradas a un lado de la calle. Un chico se detuvo y bajó a ayudar. Preocupada por mí y por mi coche, le pedí a Ling que fuera a la Pizzeria Parmesano por Max.

—¿Y... por cuál nombre debo llamarte? —me preguntó el chico en lo que revisaba el motor de mi Toyota.

—Suhail —respondí, tímida.

Él buscó mi mirada y sonrió. —Lindo nombre.

—Gracias.

Su coche, un Nissan que comparado a mi Toyota se veía bastante nuevo, estaba estacionado detrás.

—¿Tú... cómo te llamas? —me animé a preguntar.

Me sentía cohibida. No estaba acostumbrada a tratar a ningún chico.

—Mejor no decirlo —suspiró él, incorporándose. Temí que en cualquier momento dijera que mi viejo Toyota no tenía reparación—. Saber mi nombre siempre rompe el encanto.

Me moví incómoda. Intentaba flirtear conmigo. Eso lo dejó claro desde que se detuvo. Yo... traté de no seguirle el juego.

—¿No me vas a preguntar por qué saber mi nombre rompe el encanto? —me alentó.

—¿Por qué rompe el encanto? —pregunté, sin ganas.

No tardes, Ling.

—Tengo un nombre feo.

—No te creo—dije.

Y es que el chico era apuesto. Por ende, no me cabía en la cabeza que tuviese un nombre feo. Más bien me pareció uno de sus chicos que finge no atraer demasiado la atención, cuando es todo lo contrario. "Falsa modestia", le llaman. 

Él, divertido al ver mi reacción, continuó sonriéndome. Me ponía más atención a mi que al coche.

Buscando desviar de mí su atención, eché un vistazo a la calle. Había una fila enorme de vehículos, pues era justo la hora de salida en la universidad.
Menos mal conseguí estacionar a un lado mi Toyota.

—¿Y... en qué facultad estás? —me preguntó el chico.

—Oh, no. Yo no soy universitaria. Bueno... Aún no.

Él se mostró extrañado. —Pero te he visto en el campus. Digo... eres inconfundible, por tu cabello.

Me sonrojé. —Vengo a cursos libres: Filosofía, Psicología, Teatro.

Me miró con admiración.

—Eres toda una cajita de sorpresas —silbó—. Porque también te vi en un seminario de Cambio climático, y creo que también en uno de Emprendimiento. ¿O era de Economía? Dios, no recuerdo bien.

—¿Sí?

—No es que te esté siguiendo —aclaró, ruborizado—. Bueno, sí un poco... —admitió.

Empecé a mover mis pies y mis manos, sintiéndome cohibida. No sabía cómo comportarme frente a alguien que le interesaba.

—Y por eso me detuve al verte aquí —continuó él, también tímido—. Me dije: Tal vez se acuerde de mí, por el seminario...

—Lo lamento, no.

Y de verdad lo lamentaba. Y es que debí verme muy cruel, a ese seminario sólo asistimos veinte personas.

—Está bien. No participé mucho —se excusó y volvió su atención al motor de mi coche.

Yo aproveché para ponerle un poco más de atención. Tal vez lo recordaría al verlo detenidamente.

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora