147. Max

64.3K 8.7K 6.3K
                                    

Sam y yo terminamos de tocar y bajamos del escenario bajo una lluvia de ovaciones: silbidos, gritos y aplausos. A los chicos y chicas del instituto les había gustado nuestra presentación. Incluso se animaron a acercarse para pedir fotos y autográfos.

—¿Esa chica acaba de tocarte una nalga? —me preguntó Sam, viendo a una niña hacer su camino de vuelta hacia el que parecía su grupo de amigas. 

Levanté un poco mis cejas. —Eso creo.

Estaba terminando de firmar otro autográfo. Los chicos a mi alrededor bromeaban y comentaban que les gustaría vernos tocar más veces. 

—¿Cómo perdiste tu pierna? —preguntó uno de ellos.

—Accidente de coche —expliqué y señalé a Sam con mi quijada—. Mi amigo terminó en coma y yo perdí la mitad de mi pierna por conducir rápido, así que... cuidado.

Eso, por alguna razón, pasó de parecerles ridículo a genial en cuestión de horas. Cuando llegamos se burlaron y ahora querían saber todo sobre nosotros.  

—Yo casi pierdo la yema de mi dedo al intentar rebanar una salchicha —nos platicó uno, mostrándome su dedo.

—¿Tu salchicha? —lo albureó uno de sus compañeros y todos reímos. 

Todos excepto un chico que guardaba su distancia del resto y que, por alguna razón, aún me grababa con su teléfono móvil.

—¿También quieres un autógrafo? —le pregunté, pero negó con la cabeza.

—No le hagas caso, es raro —dijo otro. 

Los chicos nos siguieron a Sam y a mí para hacernos más preguntas sobre cómo y dónde aprendidos a tocar. Nos platicaron anécdotas graciosas y ya, entrando en confianza, hasta me pidieron permiso para tocar mi prótesis. La estábamos pasando bien, sin embargo Paola se acercó a recordarles que debían regresar a clases, por lo que todos, excepto el chico que continuaba grabando todo con su móvil, se marcharon. 

—Benjamín, tú también —lo llamó Paola.

—El profesor de álgebra me castigó —dijo el chico, sin dejar de grabarnos a Sam y a mí—, no puedo entrar a su salón hasta mañana.

—¿Ahora qué fue? —quiso saber Paola, mostrándose enfadada.

—Algo sobre poner más atención a mi teléfono que a su clase.

—Me estoy casando de quitarte ese teléfono, Benjamín —le regañó Paola, mientras Sam y yo intercambiamos miradas incómodas—. Esta vez hablaré con tu abuela. 

Benjamín levantó y dejó caer sus hombros a modo de dar a entender "Me da igual" y yo reí un poco. Paola nos miró mostrándose cortada por la actitud del chico, se disculpó y avisó que iría por bebidas y comida para agradecernos la presentación. 

—Me doy por bien pagado con eso —le agradeció Sam, saboreando en su mente la comida.

—Mucho mejor que los miles de dólares que soñé ganar por presentación —reí.

—Lo hubieras logrado de no ser por el accidente —intentó animarme Sam y yo miré el vacio sintiéndome inseguro.

¿Lo hubiera logrado? ¿Un imbécil de dieciocho años, arrogante y que creía tener la razón en todo hubiera logrado ser estrella de rock o ese mundo me hubiera tragado y escupido tal como lo hizo con Eric? Nunca lo sabré. De hecho, pienso en eso y me doy cuenta que de haber ido de gira con la Bombilla no me hubiera dado una oportunidad con Suhail y eso vale más que cualquier sueño estúpido.

Sam me codeó para sacarme de mi ensoñación y le miré de vuelta, entonces me señaló al chico frente a nosotros. El tal Benjamín continuaba grabandonos. 

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora