17. Max

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—No es por nada, pero mi obsequio para ti es un muñeco live action del Hombre araña —dijo mi tío, guiñándome un ojo.

—Y el mío una colección de cochecitos —dijo otro invitado.

No podía con la emoción.

Corrí hacia donde sabía que estaba la mesa para los obsequios, pero no encontré nada además de la mesa. Busqué debajo del sobre mantel, pero tampoco vi algo. Lo único visible era un una hoja de papel pintarrajeada con la palabra Donativos. Miré a mamá sin comprender. Ella se veía preocupada:

—Oh, no, cariño —dijo, mirando de la mesa a la puerta, todavía abierta.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Creo que las Hermanas de la caridad se llevaron todo.

¡¿Qué?!

—Pero... Pero... —Quería llorar—. ¡No, mamá! Aquí estaban los obsequios.

Oh, mi muñeco live action del Hombre araña.

—¿Hace cuánto tiempo los viste? —pregunto mamá.

—¿Dos horas? ¿Tres? Qué sé yo ¡MAMÁ!

Los invitados nos miraban sin comprender. Todos excepto uno. Suhail. Verla batir sus pestañas hacia mí me dijo todo lo que necesitaba saber.

—¿Qué sucede, Miranda? —preguntó papá, abriéndose paso entre los invitados que aún esperaban ver los obsequios.

—Las Hermanas de caridad se llevaron los obsequios de Max —informó mamá a todo el que estuviera escuchando—. Los confundieron con donativos —señaló la hoja que pintarrajeó Suhail.

Un Oh sorpresivo vino de todos. Apreté mis labios conteniendo las ganas de llorar. No voy a llorar. No voy a llorar. ¡Ah, mis obsequios! Pero no voy a llorar. ¡No iba a darle al enemigo el placer de verme llorando! Y tampoco podía acusarla. No cuando ella no me había acusado por lo de las agujetas. Se vería mal y cobarde. Porque llorar y acusar es algo que hacen las niñas, no los niños que visten camisetas del Hombre araña.

—Deberíamos aplaudirle a Max —escuché decir a Suhail y ella aplaudió primero. Todos la siguieron—, quien comprende mejor que nadie la importancia de dar sin esperar.

¿Ahora estaba dando un discurso? ¡Ah, la odio!

—Eres un gran ejemplo, Max —me felicitó otro de mis tíos.

—Estoy orgulloso de ti, enano —me felicitó papá.

¿En qué momento todos asumieron que tal acto de caridad fue iniciativa mía? No lo sé, pero incluso mamá se acercó a abrazarme. Todos y cada uno de los invitados lo hicieron, incluida Suhail...

—Me voy a vengar. ¿Lo sabes, no? —susurré a su oído, amenazándola.

—Estaré lista —respondió ella, divertida.

Ese día empezó de manera oficial nuestra guerra. 

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Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora