42. Suhail

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—¡MAAAAAAAAX! —escuché llamar a Sam

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—¡MAAAAAAAAX! —escuché llamar a Sam.

Mi amiga Ling y yo esperábamos a mamá sentadas sobre los escalones frente a la puerta de mi casa. Ella no tardaría en llegar.

Mis padres se habían divorciado años atrás pero yo empecé a vivir con papá después de que mamá perdió mi tenencia. Y no es que le haya afectado demasiado. La demanda de papá por el asunto del fantasma la hizo más fuerte, según ella, y demostrar su "inocencia"  impulsó su carrera. Ahora mamá tenía fama internacional, viajaba con frecuencia y tenía fans. Ella era la presentadora del programa de televisión "En el banco de los acusados con la juez Jacquie", que por algún motivo yo tenía prohibido ver.

Mi situación era confusa en esa época: Mamá era famosa y papá estaba saliendo con Miranda... ¡Pero no se confundan! Los señores Solatano no se habían divorciado. El padre de Max murió años atrás en un accidente de tráfico. Aún así, Miranda sólo había salido dos veces con papá porque Max no los aceptaba. Y bueno... esa situación empeoró mi relación con Max.

—Es tan lindo —gorjeó Ling al ver a Max, que acababa de salir de su casa con guitarra en mano—. Y además sabe tocar guitarra.

—No sabe —dije de mala gana—. Créeme. No sabe. Tú no lo tienes que escuchar cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada maldito día.

Ling batió sus pestañas en mi dirección y me sonrió: —No me molestaría escucharlo.

Max ensayaba todos los días y lo hacía recostado sobre el descansillo de su ventana. Sí, la que está frente a mi ventana... Yo le tenía que arrojar agua fría para que se callara. Pero admito que iba progresando. Al menos ya entendía qué canción trataba de tocar.
Miranda lo llevaba a él, a Eric y a Sam a tomar clases de música porque Max y sus mosqueteros tenían la loca idea de formar una banda. 

—Ya se ven como estrellas de rock —señaló Ling—. Bueno, Sam no, pero Eric y Max sí. Ellos son lindos.

Sam era el típico gordito al que nadie le hace caso, y de los tres el ÚNICO que era amable conmigo y con Ling. Pero a Ling no le agradaba. 

—Sam también es lindo —lo defendí.

Me molestaba que Ling lo hiciera de menos por ser gordito. 

—Como amigo.

Rodé los ojos: —Ling...

—Un eterno inquilino de la friendzone es lo que es.

Y eso no era lo peor. Sam estaba enamorado de Ling, pero lo tenía difícil. Para ese entonces lo tenía muy difícil. Ling era superficial.
Y sí, Max se veía lindo. Muchas pubertas lo decían. A pocos días de cumplir catorce años, tenía buena estatura, usaba el cabello largo y alborotado, y también vestía de forma desaliñada. Se creía Kurt Cobain, pero yo lo bajaba de su nube al compararlo con The Jonas Brothers.

Maldita seas, Max Solatano, por ponerte guapo con los años.

Estábamos en plena pubertad. Esa etapa en la que los chicos dejan de odiar a las chicas y las chicas quieren verse bonitas para los chicos. Pero no era lo mismo conmigo y con Max. A mí él ya me había visto despeinada y en pijama. Lo mismo yo con él. Nos conocíamos bien y nuestra tendencia a odiarnos había continuado. Ventajas y desventajas de tener ventanas cara a cara.

Miré mi reloj. Mamá no llegaba todavía y ya era tarde. 

Max y Sam esperaban a que Miranda saliera. Max ya había notado mi presencia, pero me ignoraba. Era lo mismo en el colegio. Siempre me ignoraba. En parte lo odiaba por eso, pero también agradecía que ya no me molestara. Dejó de hacerlo después del incidente con el fantasma. 

—¡Hola, Cariño! —me saludó de lejos Miranda al salir de su casa. 

Agité mi mano en su dirección.

Miranda y yo nos unimos mucho desde que papá y mamá se divorciaron. Tanto, que acudí a ella la primera vez que me pasó lo que les pasa a las chicas cada mes. Y yo, contrario a Max, sí los apoyaba a ella y a papá. Miranda Solatano me veía como aquella hija que ya no pudo adoptar.


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Ahora adolescentes :O

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Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora