Capítulo 78

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Siento una opresión en el pecho y dudo que se vaya a ir en un par de horas. Me duele la cabeza, me duele el pecho, me duele el estómago.. me duele él.

—¿Aquí termina todo?
–pregunta alzando la mirada.

Veo lágrimas a punto de caer por sus mejillas. Me muerdo la carne interna, esto va a peor.

Solo asiento con la cabeza.

—¿De nada ha servido este tiempo que hemos podido con cada mierda que se ha interpuesto en nuestro camino?

Siento la primera punzada en el estómago.

—Tú has estropeado todo, solo tú.
–intento que mi voz no se quiebre y trago saliva.

Intento controlar mi voz y no parecer frágil, pero no puedo. Mi voz está quebrada, como mi corazón.

Quiere dejarme como la mala del cuento y eso no va a pasar. Ha sido él quién ha echado todo a perder todo este tiempo, todos los recuerdos.. absolutamente todo.

—Lo sé, joder, lo sé. Dame una segunda oportunidad, por favor.. no puede terminar aqui todo.

Se acerca hacia mi, quitando el espacio que nos separaba segundos atrás.

—Ya te la di. Y la has desperdiciado.
–susurro.

Agacha la cabeza y se aprieta el puente de la nariz y niega con la cabeza. Veo como una pequeña lágrima se desliza por su mejilla. No dice nada más, solo camina hasta el salón, dando un golpe en la pared con fuerza haciéndose daño en los nudillos.

 No dice nada más, solo camina hasta el salón, dando un golpe en la pared con fuerza haciéndose daño en los nudillos

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Me duele verlo de esta manera.
Me duele que todo se haya ido, se haya esfumado y de nosotros, que de nuestro amor no haya quedado nada. Todo ha terminado en un solo día, en solo unas cuántas horas.

Trago saliva y agarro la maleta caminando hacia la puerta, abriéndola para marchándome, cerrándola detrás de mi. Me quedo espaldas a la puerta parada, suspirando y limpiándome las lágrimas e intentando mantener la respiración normal, pero es imposible.
Escucho varias cosas romperse en el interior de la casa y a Hayes gritando, esto duele. Todo ha acabado. Este es nuestro fin, un duro y triste final.

A mitad de camino escucho la puerta abrirse.
Siento la necesidad de girarme hacía él y echarle una última mirada, pero algo dentro de mi me dice que no lo haga y siga mi camino.

En cambio, me quedo quieta. No me muevo y realmente no sé por qué no lo estoy haciendo, mis pies no quieren moverse por mucho que yo quiera correr e irme.

Siento una cálida mano posarse encima de mi hombro y un ligero hormigueo en mi estómago.
Cierro los ojos y me doy la vuelta quedando frente a él, abriéndolos de nuevo y mirándole fijamente a los ojos. Esos ojos grisáceos llenos de lágrimas que están contenidas.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora