Capítulo 42

39.1K 2K 215
                                    


Agarro el rostro de Joseph entre mis manos y acaricio levemente la herida que ocupa su rostro.
No me puedo creer que Hayes sea tan bestia y le haya hecho esto al pobre Joseph, no se lo voy a perdonar. No tenia razón para ponerse así con él, se repite la misma historia que con Will.

Estoy cansada de él y de su agresividad y celos, que sinceramente, no sé por qué lo sigue teniendo si como él mismo dijo no siente nada por mi.
Cada chico que se me acerca termina por salir herido por la culpa de él, porque es un maldito agresivo y celoso que no soporta que nadie se acerque a mi.

—No te preocupes Leah, estoy bien.

Niego con la cabeza y aprieto su mano.
Está sentado en el suelo, con la nariz sangrando, un moratón enorme rodea su ojo y tiene una herida en el puente de la nariz. Lo ha hecho polvo, sin razón alguna.

Hayes está detrás de nosotros mirándonos de brazos cruzados y cara de pocos amigos. ¡Encima tiene el descaro de estar enfadado!

—Eres un imbécil, ¡vete!
–grito moviendo la mano libre.

—Oblígame.

Mueve la cabeza y eleva una ceja.

Frunzo el ceño y aparto la vista de él, necesito llevarlo a urgencias pero no tengo coche y Joseph no puede conducir. Y Hayes está claro que no me va a ayudar a llevarlo a urgencias.

Pero es la única opción que queda, no hay nadie que pueda llevarlo. Y el hospital queda lejos de aquí.

Le susurro a Joseph que voy hablar con Hayes y me levanto del suelo andando hacia Hayes, colocándome en frente suyo. Quién me mira desafiante y con la cabeza alta, preparado para atacar con algo y herirme. Pero no voy a discutir con él, solo a negociar y pedirle un favor.

—¿Puedes llevarnos al hospital? Está herido y necesito llevarlo cuánto antes.

Hayes sonríe de lado y alza ambas cejas.
Está a punto de soltar la carcajada más grande de su vida. Lo conozco lo suficiente para saber que está apunto de hacerlo, es así de imbécil.

—No. No pienso hacerlo, es tu novio ¿no? Llévalo tú o llama a alguien para ayudarte. ¿Te piensas que voy a llevarlo en mi coche?
–suelta una carcajada.

Cómo te odio.

—¿Sabes que? Vete a la mierda. Pensé que podrías ayudarme, que tendrías el mínimo sentimiento de culpa por haberle hecho daño sin tener razón. Casi lo matas, pero veo que eso a ti te da igual ¿no? Nunca cambiarás, siempre serás así de idiota.

Cuando suelto todo lo que tenía dentro, aún siento ganas de soltar algo más. Estoy rabiosa, cabreada y frustrada.

No puedo creer que sea tan poca vergüenza como para no ayudar a Joseph, en el estado del que está.
Si hubiese seguido golpeándole, hubiera acabado con su vida. Estaba hecho una maldita furia.

—Como sigas así, no vas a encontrar a nadie en tu maldita vida. Te quedarás solo y todo el mundo odiándote. Tendrás a tías a tus pies claro que sí, pero zorras que solo piden una noche. Pero nunca encontrarás a tu verdadero amor, ese que te haga mejor persona. Porque eres despreciable. Das pena y siempre la darás, te crees que eres el típico chico malo de la películas ganster que puede tener todo lo que quiera. Bueno, será así, pero algún día serás el olvido y estarás solo. Y nadie va a estar ahí para ti, ni si quiera esas zorras con las que te acuestas cada noche.

Suelto un suspiro pesado cuando termino de decir todo y no añado nada más, ya he dicho todo lo que pensaba y tenía por decir.

Veo su rostro de chico seguro de si mismo hundirse, da un paso hacía atrás y baja la cabeza cabizbajo.
No dice nada, se queda mirando el suelo sin apenas pestañear. Puedo intuir que le ha dolido lo que le he dicho, pero sinceramente, no tengo resentimiento por ello. Estoy aliviada de haber soltado todo lo que tenía desde hace tiempo, por habérselo soltado y hoy por fin lo he hecho.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora