Capítulo 3

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Otra chica con ropa diminuta se coloca en medio de donde se encuentran todas las motos preparadas para salir. Levanta una bandera de cuadrados pequeños en negro y blanco y cuando mueve ésta, todas las motos salen disparadas hacia adelante.
Demasiado rápido.

Me abrazo a mi misma, ya que ha comenzado a hacer algo de frío mientras que mi mirada sigue puesta en las motos que van desapareciendo cada vez más, casi pareciendo minúsculas desde la distancia de donde están.

Mi móvil de repente comienza a sonar y me separo del grupo de gente quiénes gritan a los cuatro vientos, silban y algunos se cabrean entre ellos.
Y tomo la llamada sin mirar de quién se trata, aunque puedo imaginarme que será Tristan.

—¿Quién?
–contesto tomando la llamada.

—Leah, soy Adi. He llamado a tu casa pero nadie me ha contestado. ¿Dónde estás?


Adi es amigo mío y de Tristan.
Es uno de sus mejores amigos, pero también de los míos. Ambos nos conocemos desde que teníamos tres años sólamente. Adi, mi hermano y yo jugábamos cuando eramos pequeños en el parque de al lado de nuestras casas, era vecino nuestro hasta que sus padres se mudaron a otra calle más lejos de la nuestra pero nuestra amistad siguió igual.

No le puedo decir que estoy en una carrera de motos ilegal porque simplemente al ser amigo de mi hermano significa que también es un chivato y le suele contar cosas. Sé que lo hace por cuidarme, se preocupa bastante por mí y cuando estoy en lugares desconocidos y que él cree que no es bueno para mí, siempre se lo cuenta. Es algo que no me gusta que haga, pero es imposible que él deje de hacerlo algún día.

—He venido a casa de Cathy a coger ropa que dejé aquí el otro día. Dentro de unos minutos voy a casa, si no está Tristan ahora irá. No creo que tarde.
–miento.

No me gusta mentirle, pero debo hacerlo.

Tristan a sus veintidós años sigue siendo todo un chivato de papá y mamá. A pesar de que él sea el hermano mayor. Y, sinceramente, no quiero que mis padres se enteren de que he venido a un lugar como este y me lleve una buena.

—Está bien, quiero hablar contigo sobre algo. Te espero en tu casa entonces.

Una de las motos derrapa muy cerca de donde estoy y después llegan todas las demás. Una de ellas es la que ha llegado la primera y es la que ha ganado la carrera. Gritos y música comienza a sonar fuertemente.

Frunzo el ceño.
Aún tengo a Adi en la llamada.

—Leah, ¿qué es eso?
–dice en tono preocupado por la otra línea.

¡Mierda!

—La televisión. Cathy está viendo un programa algo.. ajetreado. Y tiene la música a gran volúmen.

Un suspiro de alivio se escucha por su parte.

—De acuerdo, no tardes en venir es bastante tarde y la noche es peligrosa.

—Tranquilo, no tardaré en ir. Adiós.
–digo por último y cuelgo.

Al darme la vuelta, me llevo un pequeño susto.
El tipo de antes está en frente mio, con un cubata en una mano y mirándome mientras toma de el.

Ruedo los ojos.

Sé que no debería contestarle, ni hablarle de forma grosera como él hace. No lo conozco y puede que sea un tipo peligroso, demasiado. No da buena espina.

—Otra vez tú. ¿Qué quieres?
–digo cruzándome de brazos y plantándole cara.

—No deberías estar aquí. Este lugar no es para niñas mimadas de mierda, lárgate si no quieres que te eche a mi manera.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora