Capítulo 38

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No me puedo creer que Hayes me haya dicho todo eso, que estos cuatro meses hayan significado nada para él mientras que yo caía enamorada de el.

¿Cómo se supone que voy a seguir ahora?
Soy una idiota, por hacerme la esperanza de que algún misero día él podía fijarse en mi y enamorarse.

¿Que ironía, no?

Los chicos malos nunca se enamoran. Juegan contigo, te utilizan, te enamoran y después te hacen mierda.

No puedo afirmar que esté completamente enamorada de él. Pero si me gusta y empezaba a sentir cosas fuertes por Hayes, pero ahora todo se ha ido al traste. Me siento sucia y utilizada, como si fuera un maldito juguete que me ha utilizado tantas veces como ha querido hasta que se ha aburrido de el y me ha tirado a la basura.

Llamo a Tristan, es el único que puede recogerme.
Cathy está en Miami con su novio Jake, Adi se ha ido a Italia con su familia y James está perdido por algún lugar con Robert. El único que puede venir es él y ahora tengo que darle la razón por lo que me dijo hace cuatro meses atrás.

Debí separarme de él antes de tener sentimientos fuertes y no lo hice. No le hice caso antes de que me hiciera mierda.

Realmente pensé que sentía algo por mi o podía llegar a sentirlo algún día.
De verdad que lo pensé, le veía diferente conmigo, me trataba bien y yo me sentía bien como si conmigo fuera especial, ya no habían broncas. Todo era bonito.

Pobre tonta, de verdad me creí todas sus sucias y malditas palabras.

—Dime Leah.
–su voz suena através de la línea.

Tomo una bocanada de aire intentando que mi voz no suene quebrada. Cierro los ojos y le contesto con voz tranquila, aunque es entrecortada.

—¿Puedes venir a por mi? Estoy donde me recogiste la otra vez...

Hay un silencio en la línea por unos cuantos segundos.

Creo que Tristan empieza a olerse algo, aunque no sé para que intento disimularlo si cuando venga va a verme con la nariz roja y los ojos llorosos.

—Ahora voy.
–dice tras un suspiro.

Asiento con la cabeza aunque se que no puede verme y cuelgo, bloqueando el móvil y guardándolo en el bolsillo de mi pantalón.

Después de unos diez minutos, aparece el coche blanco de Tristan y se detiene justo en frente mío.
Cabizbaja, ando hacia el coche y entro sin decir nada.

Tristan arranca el coche.

—Cuéntame qué te ha pasado.

Las lágrimas ya no salen.
Tengo las mejillas secas, aunque los ojos doy por hecho de que los tengo rojos y la nariz igual.

Han pasado cinco minutos en silencio desde que ha venido a por mi y ninguno de los dos ha hablado.
Hasta ahora.

—Ya no voy a verle más. Te lo prometo.

Me froto la nariz con un pañuelo y sigo con la mirada clavada en la ventanilla.

Un suspiro se escucha de su parte.

—Leah... no quiero decírtelo pero, te lo dije. Debes escucharme cuando te digo o te aconsejo algo, y ahora, ¿ves? Te ha hecho daño.

—Lo sé y lo siento.. pero, por algún motivo pensé que él podría llegar a tener algo por mí. Pero por lo visto, me equivoqué.

Juego con la goma de pelo que llevo en la muñeca. Con la vista clavada en la ventanilla, no quiero mirarle.

—Va a ser lo mejor, que no le vuelvas a ver, pero ni ahora ni nunca. No quiero verte mal otra vez por él.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora