Capítulo 59

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La lluvia golpea la ventana y miles gotas pequeñas se deslizan por ella, los truenos y relámpagos son evidentes y atormentan la ciudad.
Dejo de observar la ventana y de contar las gotas que van a empezando a caer por el cristal, cuando un relámpago alumbra el cielo y siento un escalofrío recorrerme el cuerpo.
Doy un trago al chocolate caliente y desvío mi mirada hacia la televisión, están echando una película que parece interesante aunque no la estoy atendiendo, tengo la mente puesta en otra cosa o mejor dicho... en alguien.

El nombre de Hayes aparece en mi mente y pienso en que estará haciendo ahora, en un día como este.
No me ha llamado, ni si quiera lo he visto desde hace dos días, cuando discutimos y se fué.

(Flashback)

Hayes introduce las llaves del coche y cierra la puerta bruscamente cuando entra.
Pisando el suelo firmamente y enfadada, abro la puerta del copiloto y entro al coche de mala gana deslizándome por el asiento de piloto.
Está dando golpecitos con los dedos en el volante, su mirada está fija en la carretera y su ceño está fruncido.

Ten más cuidado.
murmura sin mirarme.

Tiene la mandíbula tensa, el ceño bastante fruncido, más de lo normal. Y los nudillos de sus manos están comenzando a ponerse blancuzcos por el aprieto del volante.

Ruedo los ojos y miro por la ventanilla, cuando el coche arranca y comienza a ir con rápidez.

No vayas tan rápido, podemos chocarnos.
susurro sin ganas.

La verdad, no tengo ganas a penas ni de hablar. Pero no piendo dejar que tengamos un accidente porque esté cabreado, cuando la que debería estarlo aquí soy yo.

No puedo creer que te hayas comportado de esa manera.
murmuro.

Si no quieres que tengamos un jodido accidente, cállate. Bastante cabreado estoy ya.

Refunfuño un «imbécil» en voz a penas audible y sigo mirando por la ventanilla el paisaje pasar y las personas que pasan por las calles.

Después de unos veinte minutos llegamos a casa, a mi casa. Él entra primero que yo, ha venido simplemente a coger su chaqueta la cuál se la olvidó aquí antes de irnos a la comida de amigos y que se supone, que era para hacer las paces él y Adi.
Mi hermano se negó a hacer las paces con Hayes, asi que lo dejé pasar. Pero Adi accedió, lo hizo por mí. Ambos accedieron por mí, pero las cosas han salido mal como eran de esperar. Sólamente han habido gritos, discusión y golpes; otra vez.

Le agarro del brazo cuando pasa por mi lado para salir por la puerta y marcharse. Éste se gira bruscamente y me fulmina con la mirada; todavía tiene la mandíbula y el ceño fruncido.

¿Te vas a ir así sin más?
pregunto plantándole cara.

¿Qué cojones quieres que haga ahora? Tengo que irme, déjame en paz.

Abro la boca y elevo ambas cejas mirándolo asombrada. Otra vez aparece ese lado que odio de Hayes.

¿Qué? Me parece que tenemos que hablar de algo, por si no te has dado cuenta.

No, no hay nada de que hablar.

Vuelve a dar pasos hacia la puerta y lo agarro del borde de la camiseta tirando de él. Hayes gruñe y se gira de nuevo, de la misma manera bruta de antes y cierra la puerta, la cuál había abierto para irse.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora