Capítulo 14

47.8K 2.3K 251
                                    

Al final he optado por darme una rápida ducha de menos de diez minutos para quitarme el olor a vomito. Y supongo, que la ducha me ha ayudado a despejarme y no sentirme tan mal como cuando me he despertado.

La camiseta de Hayes me viene mas bien de vestido, me llega por dos centímetros más arriba de las rodillas, así que, los pantalones los dejo en la cama cuando salgo del baño. No me hacen falta.

Más o menos ahora puedo mantener paso firme cuando camino sin tambalearme, pero ir en tacones no creo que sea demasiado adecuado, pero no tengo otros zapatos y los de Hayes, me estarían como barcas.

Busco la salida, cuando me encuentro un pasillo y después de éste unas escaleras. Suelto un suspiro y me agarro de la barandilla por si tropiezo y bajo escalón por escalón como si fuera una niña pequeña cuando aprende a bajar las escaleras por primera vez. Retumbando cada paso que doy en mi cabeza.
Al llegar a la planta baja, pasa Hayes riendo y me tiende la mano. Un gesto demasiado tierno para venir de alguien como él.

—Pues, eh, te queda bien la camiseta al final y todo. Mejor que a mí.
–me guiña un ojo.

Siento mis mejillas teñirse y unas risas escapan de mi boca. La mano de Hayes sube hacia mi mejilla y da un leve apretón amistoso.

Me quedo confundida por el gesto que acaba de hacer, es tan extraño que el haya hecho eso...

El se separa de mi y anda hacia la izquierda, pasando por el salón hacia las escaleras.

Cuando vuelve después de unos cinco minutos o quizá menos, lleva puesta una camiseta negra, junto a unos pantalones pegados vaqueros y unas zapatillas blancas.
Su pelo está despeinado pero a la vez bien peinado hacia atrás. Algunos cuantos pelos caen sobre su frente pero el rápidamente se lleva ambas manos hacia su pelo, apartándoselo hacia atrás en un movimento que, debo admitir, ha sido bastante sexy.

—Aquí te he dejado una taza de café y otra de leche y cacao

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Aquí te he dejado una taza de café y otra de leche y cacao. No sé que te gusta –se encoge de hombros– hay lo que quieras en la despensa y en la nevera.

Asiento con la cabeza y voy hacia donde Hayes se encuentra.

Se me hace extraño que esté tan amigable y no diga sus comentarios absurdos y fuera de lugar como siempre.

Me siento en uno de los taburetes de la isleta, tomando la taza de leche y cacao, ya que café ahora no me apetece. Tomo unos cereales que hay en la isleta, que, parece que Hayes ha tomado de estos.
Me sentiría incómoda rebuscar algo para desayunar en un lugar donde no conozco, así que, esto mismo me sirve.

[...]

Estamos en frente de mi edificio.

Me giro hacia Hayes, para darle las gracias por haberme cuidado cuando estaba en ese estado de borrachera y por traerme a casa.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora