Capítulo 27

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Hayes

Abro la cortina para que entre luz a la habitación. Suelto un bufido de frustación al ver a una melena rubia y un cuerpo sobre la cama.

Esta habitación es frustante. A penas entra la luz de día y es bastante pequeña comparada con la mia.

Pero no me la iba a llevar a casa, ni de coña. Ahí solo entran quien quiero que entren, no cualquiera. Prefiero llevármela a algún hotel como es este caso.
Agarro del suelo la ropa, me visto y salgo de la habitación sin despedirme ni dejar ninguna nota ni mensaje.

Nunca lo hago. ¿Para qué? No voy a verla nunca más en mi vida, por lo tanto me da exactamente igual.

Me detengo en unas de las cafeterías. He escuchado que aquí venden hamburguesas y cosas así a parte de ser una simple cafetería. Así que, paso de ir algún lugar de comida rápida, en la cuál tienes que esperas una cola de veinte minutos o más.
A parco cerca de la cafetería y entro entre la gente hasta llegar al mostrador, donde una chica pelirroja me atiende. Con mirada pícara y una sonrisa ladeada en el rostro.

—¿Qué desea tomar?
–se relame los labios y sonríe.

No le devuelvo la sonrisa.

—Una hamburgesa doble, y un resfresco de Coca-cola.

La chica asiente y menea su culo hacia una puerta que está abierta, por alguna razón. Mi vista se dirige hacia el interior de la puerta siguiendo a la chica, aunque no me guste. Está a mi derecha, donde puedo ver gran parte de su interior; es la cocina.

Dentro veo una melena rubia y seguido escucho varias carcajadas. Y una voz demasiado familiar.

—Para Will, me haces cosquillas.
–vuelve a reír.

La chica rubia al cabo de dos minutos sale, junto a un chico. Frunzo el ceño cuando veo que es Leah y ese subnormal.

El tipo me mira fulminantemente, intentando darme miedo, ni a un niño de cinco años podría asustar.
Rio y devuelvo la vista hacia la chica pelirroja, quien me da el pedido.

—Vaya sorpresa, encontraros en este lugar ¿eh? Tortolitos.
–sonrío.

Veo los ojos marrones de Leah mirándome descaradamente, pero no de la manera que a mi me gustaría. Tiene el ceño fruncido y sus ojos echan chispas. Mi vista cae hasta sus manos, las tienen entrelazadas. Siento una arcada.

—¿Te tengo que encontrar en todas las partes?
–pregunta irritada.

Rio.

—Eso debería preguntarme yo. Parece que me sigues a cualquier sitio que voy. ¿Estás enamorada de mí, Leah?

Aprieta la mandíbula y entrecierra los ojos. Esta comenzando a enfadarse.

—Vámonos Will, ya hemos acabado aquí.
–dice ignorándome.

Ambos pasan por mi lado. Leah tira de él, y ambos se marchan de la cafetería. Niego con la cabeza y los sigo a ambos. No para perseguirlos, para ir a mi coche.

—Si intentas follartela, ciudado, porque no te va a dejar hacerlo. Es bastante estrecha y mojigata. Te lo advierto tío, aunque me caigas mal.

Me encojo de hombros y saco las llaves abriendo el coche y dejo el pedido en el asiento de copiloto.

Mi móvil suena varias veces en el bolsillo de la chaqueta. Lo saco y contesto sin ganas.

—¿Qué mierda quieres?

—¿Cuando coño vas a venir? Llevamos quince putos minutos esperándote.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora