Y según creo, es una mezcla de los tres.

—¿Si? ¿Y cómo coño sé que no te vas a ir y me vas a dejar como una auténtica mierda cualquier día de estos?

Madre mía. ¿Qué le pasa hoy?

No sé qué le habrá pasado para que esté así de repente y haya venido con este humor.

—Hayes, te he dicho mil veces que eso no va a pasar. Quiero estar contigo. Además, no tengo motivos para hacer eso.

Me mira detenidamente y traga en seco apartando la mirada y volviendo a dar una calada a su cigarrillo.

No me contesta ni dice nada. Otra vez como antes.

Siento la necesidad de decir algo más, odio verlo de esta manera. Pero no se me ocurre que más añadir, algo con lo que no le haga enfadar. Hoy no está con buen humor.

Apaga el cigarro con sus dedos mojados por saliva y tira el cigarrillo sin importarle hacia la calle. Suelta un suspiro fuerte y se da la vuelta dirigiéndose hacia la habitación soltando el humo que retiene en la boca mientras camina. Le sigo.

—No tienes por qué pagarla conmigo Hayes, no te he hecho nada.
–murmuro en voz bajita pero lo suficiente alta para que él me escuche.

Se detiene en seco a mitad de camino de la habitación. Se da la vuelta y me mira serio, esa mirada tan intimidante que a cualquiera le haría correr sin mirar atrás.

—Lo sé. ¿Algo más que añadir? Me quiero dar una ducha.

Se quita la camiseta dejando su abdomen tatuado al descubierto, tirando la camiseta encima de la cama.
Está esperando a que añada algo más, pero todas las palabras parecen haber abandonado mi mente en este preciso momento. Trago en seco.

—Sí. No quiero que tengas en mente ese estúpido comentario, te quiero Hayes y quiero estar contigo. Deja de pensar esas tonterías, por favor.

Me mira por cinco segundos seguidos sin pestañear si quiera. Y sin más, se da la vuelta y abre la puerta del baño entrando en éste y cerrando de un portazo no demasiado fuerte por suerte.

Dejo escapar un suspiro de derrotación y agarro la camiseta que ha tirado en la cama caminando fuera de la habitación hacia el salón.

[...]

Bajo el volumen a la televisión cuando comienzan los anuncios y la fuerte música de estos. Escucho las pisadas de alguien por el pasillo y desvío mi mirada hacia esa dirección y aparece Hayes.

Está vestido, con unos pantalones grises de deporte largos. No lleva camiseta, lleva el abdomen al descubierto y una toalla blanca rodea su cuello con el cuál está frotándose la cabeza secándose el pelo con la toalla.

Desvío la mirada de Hayes hacia la televisión e intento no mirarlo. Pero sé, que él lo está haciendo.
Me está mirando.

Ninguno de los dos decimos nada. Siento como Hayes se acerca y se deja caer en el sofá, hundiendo la parte de la izquierda. Tiene los codos clavados en las rodillas y su mirada fija e intensa puesta en mi intentando incomodarme. Pero no me inmuto, no le miro, estoy fija mirando el televisor.

Suspira.

—Lo siento, ¿vale? Me he comportado como un gilipollas antes.

Le miro de reojo primero y después lentamente giro mi cabeza hacia su dirección mirándole finalmente.
Sus ojos grisáceos están puestos en mí y noto una pequeña culpabilidad en ellos.
Me encojo de hombros y devuelvo la mirada hacia la televisión, ignorando su mirada.

Destruyeme Where stories live. Discover now